¿Por qué el motivo del miedo es siempre real? :) ¿Por qué eso sería importante?

En este audio…
Enlaces al audio: descarga // en ivoox // en spotify
… vemos por qué el motivo del miedo siempre es real.

El título puede parecer que va contra cualquier «verdad espiritual» básica, claro está, pero ahí está el truco 🙂 .

Además, vemos muchas cosas de pasada. Es decir, vamos relacionando entre sí, un poco, muchos de los ingredientes más fundamentales de todo lo que nos traemos entre manos aquí… y, en general, algunas ideas fundamentales del «sentido común».

Por cierto, ¿hay alguien, con una pistola, que me esté apuntado, que te esté apuntando, ahora, para tener miedo?

(Me debería preguntar, todo el rato… 🙂 … eso… ese tipo de cosas ).

Sobre el tema del título (motivos, miedo, alma, realidad…), podemos decir mucho más que lo que expongo en el audio, claro está… si nos centramos en describir el proceso de descubrir «qué nos motiva a tener miedo».

Es decir, por ejemplo no me he referido a posibilidades evidentes, como las de que tengamos «miedo al amor», «miedo a la acción», «miedo al cambio / miedo a lo nuevo», «miedo a la libertad»…

Lo que nos motiva a tener esos miedos sí puede ser real en el sentido de eterno, a veces, es decir, real en un sentido plenamente objetivo (es decir, «real» en sentido absoluto, «real» en tanto que eterno): El amor de Dios sería el caso de «un motivo que sería por siempre real» (de uno de esos posibles motivos que podría ser que motive nuestro «tener miedo»).

(Aunque en el fondo, ese supuesto miedo al amor de Dios tiene razones ilusorias acerca de lo que nos pasaría, etc…. aunque no deja de ser algo que está en nuestra alma, como «motivo», «intención de tener miedo»… y por tanto, no deja de ser algo que es «muy real para nosotros».)

Ya vemos, pues, que se le pueden dar muchas vueltas al tema… pero aquí se trataba de presentar un audio digamos que más o menos entretenido (aunque al final me alargo demasiado), e incidir en que el alma es real, en tanto que es potencialmente eterna (y es en el alma, como almas más o menos heridas, donde tenemos nuestras motivaciones, intenciones, pasiones, deseos, emociones…).

Como vimos, y estamos comprobando: el alma es eterna (con todas las letras, es decir, en tanto que potencial ya cumplido), es eterna… si no sólo recibe amor de Dios al pedirlo con un deseo sincero ─al pedir y recibir ese amor divino que no tenemos de entrada, ya, por diseño, por defecto─; sino que, además, es eterna, será eterna, en ese sentido de potencial ya cumplido, si seguimos recibiendo ese amor ─tal como siempre terminará ocurriendo, tarde o temprano (aunque quizá ocurra a trancas y barrancas… una vez que ya hemos recibido un poco de ese amor divino)─.

Lo iba a comentar también en términos de «verdad personal», tal como a veces lo hizo Jesús, por cierto; pero al final no lo hice, se me olvidó.

Nadie más que nosotros (como almas, que somos bien reales, como almas… e incluso potencialmente eternos)… nadie más que nosotros puede afrontar nuestra verdad personal, es decir, puede afrontar honestamente el estado real de nuestra alma, aquí y ahora, la condición que tenemos (normalmente bastante herida, aunque podamos ponernos muchas fachadas o máscaras, e incluso fachadas espirituales, para trucar eso, por cierto).

Y es que nuestra verdad es muy real para nosotros, y es por eso que es tan importante en ese sentido que nuestro miedo sea «verdad».

Es tan importante, tan relevante, eso… que sólo nosotros podemos responsabilizarnos de transformar, purificar, soltar… toda esa «verdad personal», más o menos «herida», situada como heridas emocionales en el alma (o como emociones armónicas sí absorbidas para nuestro bien).

Tanto de las heridas emocionales, así como de expresar más emociones armónicas (más verdad y amor), podemos tener miedo. Y el motivo de tener esos miedos, aquí y ahora, será bien real para nosotros… aunque esté destinado a desaparecer.

Estamos llenos de expectativas falsas sobre lo que va a pasarnos si, por ejemplo, sentimos hasta el final alguna emoción. Apenas somos conscientes de esas expectativas, por cierto.

Y eso es lo que Jesús llama «miedos»: expectativas falsas que aparentan ser reales, que parecen atenerse a realidades. En ese sentido el «miedo no es real». Pero nuestra alma sí que es bien real… nuestra alma que está motivada, sin tener a nadie que nos apunte con una pistola para ello… que está muy motivada incluso, a veces, a tener miedo y a vivir en él, y normalmente durante años y años en los que por tanto vamos acumulando literalmente terror.