Al hilo de lo que estamos viendo de A. J. Miller en su presentación de la Vía del amor divino, la vía de Jesús… esto es lo que vemos en el audio enlazado arriba:
Si estamos en el camino de Jeshua, hay que ponerse alegremente serios a hablar con Dios (ya que nunca hubo separación), y decirle claramente:
Mira, realmente no quiero ver todas mis adicciones emocionales (no quiero sentir todo lo que está dentro bloqueando el hecho de que soy tu hijo/a).
Es decir, solo la verdad nos hace libres… y tenemos que ir confesándole esas cosas…, sin miedo y con sinceridad, si es que queremos marchar por esta vía.
Sin miedo… porque no castiga ni juzga como nosotros el sentimiento de, por ejemplo, vergüenza ante lo que nos surja dentro.
Y entonces, luego podemos crecer cada vez más en la generación de DESEO de reconocer las adicciones emocionales.
Si no deseamos eso (para que pueda entrar el amor de Dios), entonces, no deseamos sentirnos/actuar operativamente como hijos de Dios.
O sea, si no nos abrimos así de prácticamente a la verdad, no deseamos ser el yo real, lo que Dios creó, «el Cristo en uno».
Para este tipo de cosas, por cierto, son las lecciones de ucdm… para reestablecer el diálogo… para afrontar lo que no se quiere sentir … corrigiendo así el miedo (que parece que muchas veces es miedo a sentir).
El tema está en que realmente nos da repelús vernos como «realmente» somos, en la realidad de nuestro yo herido.
Pero a Dios no le da repelús, y por eso es tan importante alinearnos con Ella/Él, e ir sensibilizándonos con las leyes que regulan amorosamente ese alineamiento… y que no podemos cambiar en su esencia (como la de la atracción).
Tenemos mucho miedo a la oscuridad dentro, y miedo a sentir la vergüenza de lo que vemos que sucede realmente en el alma cuando deseamos o actuamos de manera no armónica con el amor.
Por ejemplo, el caso de la relación sexual: en el nivel del alma, y cuando tenemos adicciones emocionales (bloqueos ante el amor divino), estas adicciones pueden reflejarse en el modo de mirar a la gente (proyecciones sexuales). Y ese modo de mirar es un acto sexual real para el alma, igual de «real» que un acto físico.
Y ese acto álmico proviene de nuestras heridas, y es un acto que nos desarmoniza aún más con el amor.