Índice
─ Introducción
─ Notas al capítulo
─ Versión en español
─ Versión en inglés
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Introducción
Este texto es introducido en esta página (y es enlazado en ella):
Página-guía B.9:
unplandivino.net/transicion/
Está en el apartado de esa página dedicado a Robert J. Lees (buscar «Robert» en esa página).
Para los audios:
En esa misma página estarán enlazados y ordenados. El audio de este capítulo ya está allí enlazado. Y, como en otros audios, hice un comentario al final del audio, tras la lectura del texto. En el comentario vemos algunas ideas importantes y a veces aclaramos algunas cosas.
Reuniré todos los textos de este primer libro de R. J. Lees (A través de las nieblas) cuando vaya terminando de hacer esta «primera» versión de la traducción (que hago con ayuda de deepl y google) ─»primera» versión en el sentido de «para mi web»─.
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Notas al capítulo
(Abajo van notas que refieren en parte a lo tratado en la conversación sobre el capítulo de María Magdalena y Jesús (2013):
─ https://www.youtube.com/watch?v=x9nQhkXzzEU
─ 20130120 Through The Mists – With Mary & Jesus – Chapter 14 )
─ Los recuerdos requieren un «punto de acceso». Podemos elegir recordar nuestras experiencias del estado de sueño, pero necesitamos «desarrollar» este punto de conexión o acceso.
─ Debido a que en estado de vigilia no nos damos cuenta de nuestra condición real de alma ─por el estado bastante oscuro que solemos tener la mayoría─, en el estado de sueño nos metemos en actividades con las que podríamos no estar de acuerdo durante el día. Y esas cosas querremos negarlas, no conocerlas. Pero es bueno que tengamos ese impacto, ese shock, cuanto antes, si queremos crecer.
─ El estado de sueño no tendría que ser malo, pero, normalmente, para muchos, prácticamente todo lo que vivimos en ese estado es malo, en el sentido de que no conduce al crecimiento.
─ Vimos en el taller sobre el estado de sueño que hay gente que, incluso, durante el estado de sueño, va a otra parte del mundo a vivir las vidas de niños, etc., es decir, a cubrirlos, como si fueran un espíritu pegado a la Tierra, medio «vampirizando» así las vidas (recordemos que hay muchos espíritus que creen todavía en la reencarnación, etc., y estas personas que aún no han muerto están haciendo cosas parecidas a las que hacen esos otros espíritus sí «muertos» y que vienen a querer reencarnar).
─ A menudo, lo único que nos impide actuar igual de mal en el estado de vigilia ─igual que en el de sueño─ es el posible juicio de nuestros conocidos o de la sociedad.
─ Todos los espíritus ─debido al cordón que une a los que todavía tienen cuerpo físico─ pueden distinguir qué espíritus están haciendo su excursión al estado de sueño (digamos, su excursión «desde» el cuerpo físico), y qué espíritus no, pues ya dejaron el cuerpo físico.
─ Recordemos que los espíritus también descansan en una especie de sueño inconsciente (y pueden soñar, en ese estado). Descansan para recuperarse del agotamiento producido por los eventos de la vida terrestre. Una vez que llegan al punto de liberar el agotamiento, la persona puede despertar a la condición que tienen como seres en el mundo espiritual, y es para muchos en ese momento cuando se dan cuenta de que están en el mundo espiritual por primera vez.
─ Hay veces, también, tras eso, en que puede que necesiten dormir de nuevo. Hay ciertas emociones que llegan, y si se sienten de nuevo agotados de procesarlas, necesitarán algo de ese estado de inconsciencia.
─ Vimos el capítulo sobre el fenómeno del sueño en este mismo libro, y que puede desatar muchas emociones en muchos que lo leamos. Muchas personas no nos sentimos descansadas cuando dormimos, ya que nuestras emociones nos afectan en ambos estados. Y tenemos terror en nuestra alma, estemos donde estemos. Así que aunque durmamos, seguimos con el terror en el alma.
─ Insomnio, y fenómenos así, tienen que ver por ejemplo con preferir no dormir de noche, para no pasar tiempo con las personas con las que coincidimos en el estado de sueño. O bien, podría haber un amante en el estado de sueño, y las personas por tanto se van a dormir a unas horas muy determinadas.
─ Tenemos desde niños algo de trauma con respecto al sueño, debido a las situaciones que suceden en el hogar, con miedos, etc, y que nos hacen tener dudas a la hora de entrar en el estado de sueño. Podríamos sentir que hay espíritus que nos rodean, y sentirlos como no confiables, o podríamos sentir como inseguro el entorno en general.
─ Si una madre pierde un hijo/a, al no estar dispuesta a sentir humildemente la pérdida, si no llora más que superficialmente por haber perdido algo, sin sentir más la causa y la responsabilidad emocional respecto al evento, entonces está impidiéndose a sí misma encontrarse con su hijo, y en esa resistencia a sentir puede provocarse enfermedades a sí misma que la lleven a dejar el cuerpo físico.
─ Otra cosa que tiene tendencia a impedir que la gente se involucre en el estado de sueño, es que, cuando hay personas queridas que han muerto, estas personas han pasado en una condición mala, y los parientes o amigos, al irse a dormir, en el estado de sueño, pueden ver la condición mala del ser que echan de menos, y eso les puede perturbar mucho ─y mucho más que el hecho de no dormir, de no querer o no poder dormir─. Mucha gente evita dormir para evitar la verdad.
─ También sucede que en el estado de sueño sabemos que nuestra pareja nos engaña, etc., pero en vigilia queremos permanecer completamente inconscientes de eso, y así, evitamos dormir. Hay, pues, muchas razones.
─ El lugar al que aluden sobre los encuentros en el estado de sueño, es al parecer (según los comentarios de Jesús y María M.) un lugar del mundo espiritual, sí, pero tiene la peculiaridad de que replica esa cualidad de la Tierra, en cuanto a que aquí en la Tierra podemos estar personas de cualquier condición emocional, desde la más baja a la más alta. Lo mismo pasaría en ese sitio particular del mundo espiritual, que puede usarse para que almas que están en todo tipo de condiciones se encuentren entre sí.
─ En el mundo espiritual, al dormir, somos capaces ya de visitar las localizaciones donde podríamos terminar viviendo si «muriéramos» ahora.
─ Conforme expandimos nuestra capacidad de vivir en desarmonía con el amor, degradamos nuestra condición, y en muchos casos sucede que las localizaciones que podemos visitar cuando estamos dormidos son de mejores condiciones que los sitios donde podremos vivir cuando «pasemos al otro lado».
─ Lógicamente, el reconocimiento del estado de sueño ayudaría a sanar creencias falsas fundamentales que a menudo guían nuestras decisiones malas, como la creencia en la muerte.
─ A veces, cuando los niños mueren, los únicos momentos de infelicidad en el mundo espiritual tienen lugar cuando tratan con sus madres o padres que aún viven en la Tierra, pues los niños en el mundo espiritual tienen muchas cosas que descubrir y aprender, pero cuando ven a sus madres, etc., puede que sólo estén sintiendo las heridas de la madre «proyectadas» hacia ellos : «por qué no te veo, por qué no estás aquí, etc.».
─ Sacerdotes vs profetas: los sacerdotes es una cuestión de controlar la voluntad, forzar a la ley, mientras que la tarea de los profetas es inspirar. Esto se puede ver en la biblia, y por tanto casi siempre que hable un sacerdote se puede descartar la información ─no así con mucha de los profetas─.
─ Sobre la referencia que hace el texto a la cruz: recordemos que el cuerpo físico de Jesús termina siendo torturado otra vez, y esta vez hasta la «muerte física», debido al rechazo de la verdad y del amor en el entorno, la falta del amor y la verdad ahí.
─ La verdad nos libera, y así, ni siquiera esa «cruz», esa crucifixión hecha a un Jesús que por otra parte ya estaba en unidad de amor con Dios ─desde hacía unos pocos años antes de ese evento─, ni siquiera esa cruz, puede matar la verdad, que resplandecería como realidad poco después de la cruz, al Jesús demostrar esos poderes y capacidades de la unidad con Dios, reapareciendo a los pocos días.
─ Así, el test de la cruz tiene que ver también con el hecho de que el amor y la verdad van juntos; es decir: para crecer hemos de comprobar y respetar ambos aspectos, sentirlos… en cada cosa.
─ Jesús se responsabilizó por lo que enseñaba, y si hubiera huído de esa tensa situación que le iba a llevar a la tortura, habrían sufrido de todos modos sus amigos debido a sus enseñanzas, así que él quiso asumir la responsabilidad. (Como también vimos, los amigos y los enemigos en realidad buscaban ─por diferentes motivos─ algún evento crítico, que detonara crisis, de todas maneras.)
─ Si en nuestra vida no estamos recordando el estado de sueño, podríamos preguntarnos, para crecer: ¿de qué tipo de cosas en particular estoy aterrorizado de saber, de conocer sobre mí mismo?
Versión en español
CAPÍTULO XIV
LA RELACIÓN DEL SUEÑO CON LA MUERTE
Para entonces habíamos vuelto a cruzar las nieblas, lo que me recordó mi deseo de determinar la posición relativa de los dos estados entre sí. Mi compañero, accediendo inmediatamente a mi petición, me condujo a un punto adecuado para hacer la observación. Para entonces ya me había acostumbrado a la penumbra que cubría el terreno sombreado, y como de nuevo las luces y las sombras se mezclaban en un suave crepúsculo sobre la frontera, no tuve ninguna dificultad en obtener mi información.
De nuevo pude ver el error de hablar de las dos condiciones como dos mundos, ya que guardan entre sí la misma relación que el mar guarda con la tierra, mientras que las nieblas no son más que el rocío y el vapor que surgen cuando las olas de uno rompen en las costas de la otra. Aunque el símil es muy insatisfactorio, no conozco otro que se adapte mejor a mi propósito. En el lado inmortal, esa cortina vaporosa colgaba en tranquilo reposo, pero hacia la Tierra se hinchaba y rodaba como la ola incesante de una marea que fluye. En un momento simplemente ondulaba a lo largo de la orilla, en otro cobraba fuerza y se lanzaba a lo lejos, mientras que en su recesión yo podía verla llevando mar adentro las almas de aquellos para quienes había sido encargada. Algunos eran alcanzados por la suave corriente, una vez agotada la fuerza de su ruptura, y las quillas de sus barcas eran suavemente levantadas de las arenas del tiempo, y que luego se distanciaban pacíficamente, saliendo a la bruma del océano de la eternidad. Sobre algunas, las olas rompían con toda su fuerza y furia, haciendo que sus frágiles embarcaciones crujieran y se hundieran en una conmoción salvaje cuando las amarras eran arrancadas y cada barco desprevenido era arrastrado a luchar contra el oleaje de un mar desconocido.
Qué milagro transformador se operaba durante aquella inmersión momentánea en las brumas. A medida que su copioso bautismo caía sobre cada uno, lavaba todos los sórdidos subterfugios de la carne, rompía la crisálida del alma, dejando salir al verdadero hombre, algunos a la resurrección de la vida, muchos, ¡ay! a la resurrección de la condenación. Entonces vi el juicio. Vi allí a hombres que se habían prodigado riquezas y habían hecho grandes profesiones para ganar estima, rango y fama, mientras adormecían sus clamorosas conciencias con la esperanza de que de algún modo iban a encontrarse con un proceso de química mágica, por la cual la estima y la aprobación del mundo se transmitirían al alma. Pero las nieblas disolvían esa esperanza, y el ego tembloroso salía desnudo, estéril y paupérrimo, pues sólo las obras de puro amor desinteresado pueden atravesar esa prueba que todos tienen que pasar.
Mientras hacía estas observaciones, mi atención se vio atraída varias veces por personas que pasaban en una y otra dirección, no a través de la niebla, sino por encima de ella, como habíamos hecho nosotros. No había en ello nada que despertase mi curiosidad, ya que su viaje podía deberse a una causa similar a la nuestra, o a una multitud de otras razones. Pero al menos la mitad de aquellos viajeros iban ataviados con ropajes tan peculiares que me hicieron dudar sobre la clase de vida a la que pertenecían. Durante algún tiempo traté de resolver yo mismo el problema de quiénes eran, pero todas mis explicaciones fueron insatisfactorias, así que al final le planteé la cuestión a mi compañero.
«Son durmientes que visitan a sus amigos», respondió.
«¿Es posible que tantos sean atraídos de nuevo?», pregunté asombrado.
«No me entiendes; no quise decir atraídos de nuevo a la Tierra, como Lizzie. Se trata de personas que todavía están en el cuerpo, y que durante las horas de su sueño se han alejado de la Tierra para reunirse con amigos suyos que están con nosotros.»
«¡Vaya! ¡Cushna!».
«¿Es otra sorpresa para ti? -y mi compañero se reía a carcajadas ante el asombro inexpresivo escrito en mi rostro-; ¡Ah! hermano mío, Pablo estaba más que en lo cierto cuando dijo: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni ha entrado en el corazón del hombre concebir las cosas que Dios ha preparado para los que le aman». Ahora sólo podemos darte vislumbres de algunas de las avenidas de investigación que se abrirán sucesivamente para tu estudio, hasta que quedes abrumado por la contemplación de la ilimitada provisión hecha para nuestra felicidad por Su infinito amor.»
«Si te entiendo claramente, Cushna… ¿quieres decir que antes de que una persona muera, cuando el cuerpo está durmiendo su sueño habitual -entre la noche y la mañana- el alma tiene el poder de alejarse para reunirse y mantener comunión con los amigos que han muerto?».
«Eso es precisamente lo que quiero que entiendas».
«Pero…
«Estoy perfectamente preparado para tu asombro -respondió- pero lo que te digo es, sin embargo, un hecho; esto lo habrías comprendido más claramente si te hubieras contentado con haber ido a casa antes de iniciar este viaje de investigación».
«¿A casa? -respondí, mientras otro torrente de preguntas y asociaciones surgía a mi alrededor ante la sola mención de esa palabra, porque, mientras él la pronunciaba, parecía cargada de música, paz y satisfacción de todos los deseos que me habían perturbado alguna vez; pero lo reprimí por el momento para poder aprender algo más de esta nueva revelación- ¿Y cómo podría haberlo sabido entonces?»
«Porque allí habrías tocado el punto del recuerdo, y en ese momento, todas las experiencias de tu vida de sueño te habrían sido devueltas».
«Pero parece increíble», repliqué.
«Las cosas no son siempre lo que parecen -dijo-; Hablemos un poco de este asunto, y creo que pronto verás que la puerta de la posibilidad está al menos entreabierta, si no abierta de par en par. Para empezar, el hombre ha sido creado a imagen de Dios, por supuesto en sentido espiritual y no físico, pues Dios es espíritu. Este vástago, emanación o procreación de Dios, que se convierte en hombre, participa de las características de su fuente u origen. «El que guarda a Israel no se adormecerá ni dormirá«, y la mente es como su Dios: posee la cualidad inherente de la continuidad de acción u operación. En la Tierra, el cuerpo físico es el órgano a través del cual trabaja la mente, pero como sólo es capaz de una cantidad limitada de trabajo antes de que sobrevenga el cansancio, se hace necesario un período de descanso y recuperación. El espíritu sigue dispuesto, es la carne la que es débil, por lo que la noche ha sido ordenada para satisfacer las necesidades del cuerpo; pero no hay noche en el cielo, simplemente porque la parte espiritual del hombre nunca se cansa, por lo tanto no tiene necesidad de descansar en el sentido en que el cuerpo lo exige. Ahora bien, como el sueño es un estado de inconsciencia imposible de alcanzar en el espíritu inmortal, es absolutamente necesario que éste se retire para que el cuerpo pueda asegurarse el primero [el estado de inconsciencia], y puesto que no hay restricción física en el estado espiritual, ¿qué más natural que en esos momentos se reanude la comunión entre almas afines?».
«¿Cuál es la diferencia, entonces, entre el sueño y la muerte?».
«Muy poca, en efecto, por lo que se refiere a abandonar el cuerpo, pero en el caso del durmiente se ha previsto el regreso por medio de la línea de la vida, una brillante línea eléctrica, muy parecida a las que has visto hace poco, por la que se mantiene una especie de comunicación telefónica entre el alma y el cuerpo. Mientras esta línea permanezca intacta, el alma tiene poder para regresar, pero una vez rota, ella y el sueño mueren [esa línea de conexión y el concepto de dormir, tal como lo entendemos mueren].»
«¿Cómo puede cada durmiente asegurarse de encontrar al amigo deseado?».
«Hay disposiciones previstas para eso, como para todo lo demás -respondió-; Así como hay localidades adaptadas a cada condición posible del alma que ha abandonado el cuerpo, también hay un estado de sueño ─un límite, o condición intermedia─ donde tienen lugar estos encuentros. Visitaremos uno de estos puntos de encuentro si lo deseas».
«Me encantaría -respondí-, pero, ¿vienen aquí todos los durmientes?».
«No hay nada que les impida hacerlo si así lo desean, y no me cabe duda de que la gran mayoría de la humanidad lo hace».
«Entonces, ¿por qué nadie parece saber nada al respecto?».
«Hay dos razones para ello. Tomaré primero la que existe naturalmente, porque es la que se explica más fácilmente. Ya te he indicado la razón por la que somos invisibles para nuestros amigos de la Tierra, y ellos invisibles para nosotros. Cada uno de nosotros se encuentra fuera de la gama de las facultades perceptivas de los demás, y entre nosotros existe un abismo que sólo puede ser salvado por la simpatía. Esta misma dificultad existe entre el cerebro físico y su equivalente espiritual, impidiendo la traducción de la memoria de la condición superior a la inferior. Sin embargo, la tarea no es en absoluto inútil; como he dicho, la dificultad es natural, y por lo tanto puede ser superada; el estado de sueño podría entonces ser puesto en servicio como un factor muy importante en la regeneración del mundo.»
«¿Cómo?».
«Dirigiendo en vez de reprimiendo las tendencias naturales a recordar, que se encuentran generalmente en los niños. Si éstas pudieran ser alimentadas, sería imposible estimar la ventaja y el consuelo que se obtendrían borrando la idea de la muerte. Supongamos un caso que no es infrecuente. Una hija única y muy amada muere cuando sólo tiene dos o tres años, pero la madre de luto vive durante veinte, treinta o tal vez cuarenta años, con la única esperanza de volver a encontrarse con su amada en el cielo.
«Ahora bien, la alegría de su reencuentro estará totalmente regulada por el mutuo reconocimiento que se tengan la una a la otra cuando ese encuentro se produzca. No ha habido relación durante un largo intervalo, y la madre ha seguido pensando en su hijita, mientras que el ángel no tiene más que vagos recuerdos de la joven madre que conoció hace mucho tiempo. Pero en lugar de ver satisfechas estas esperanzas, la hija contempla a una mujer extraña, con el rostro arrugado por la preocupación, el cabello plateado y la figura debilitada y encorvada, hasta que no logra reconocer a la progenitora por quien ha esperado. ¿Y la madre? ¿Es posible que esa mujer, «bella en toda la expansión del alma», haya recuperado a su hija? No, ciertamente la muerte se la quitó, y no habría poder en el cielo para hacer una restauración, si tales fueran los hechos del caso. Gracias a Dios que no lo son.
«Ahora volvamos a las realidades que existen y aprendamos cuánto mejor es Dios, en tales casos, de lo que los hombres imaginan. Cuando la niña es traída aquí, se le unen las líneas de amor, con las que ya te has familiarizado; pero en este caso hay un agente contrarrestante que entra en acción para impedir que se ejerza cualquier influencia indebida hasta el momento en que la niña sea capaz de comprender. Esto lo logra el ángel guardián de la pequeña, que ahora se convierte en su instructor, enfermero si se quiere, y parte de cuyo deber consiste en desarrollar el amor que actualmente se mantiene entre la niña que tiene a su cargo y su madre, pues nunca se permite que haya ninguna ruptura del amor por nuestra parte. Ésta sólo puede ser efectuada por el pecado de la madre, que la coloca fuera de simpatía con la niña. Aquí es donde entra el dulce ministerio del estado de sueño con su continua comunión, que puede reírse de la muerte, y al menos un tercio de la vida de padres e hijos transcurre en mutua compañía, por ignorante que sea la madre de este hecho.
«La niña, sin embargo, está satisfecha, porque su amor se incrementa y fortalece, mientras que las experiencias terrenales de la madre se convierten en valiosas lecciones prácticas que el guardián siempre tiene cuidado de utilizar en la educación de su protegida. Pasan los meses y, al fin, el corazón todavía dolorido de la madre grita: «¡Oh, si pudiera verla en sueños, me consolaría!». Y no sabe que su oración es la primera vibración de su memoria de sueño [recuerdos del estado de sueño], que durante todo este tiempo ha estado esforzándose por traducirse en sus horas de vigilia; pero así es.
La oración despierta otra esperanza:
Nacida de una fe profunda
en las misteriosas y desconocidas entrañas del amor,
que se siente omnipotente sobre la muerte ─
Ni la tierra, ni el infierno, restringen sus poderes.
Dios escucha la plegaria ─la había escuchado, y respondido, cuando puso los cimientos del gobierno de la vida─, y unas mañanas más tarde la madre se despierta con un tenue recuerdo de que ha visto a su hija, y se consuela por ello. Efectivamente, era su querida, por supuesto que lo era, ya que era el recuerdo de una de sus primeras entrevistas. Ahora los sueños serán más frecuentes, la niña crecerá, la memoria de la durmiente se volverá más clara, la comunión más inteligente y racional, hasta que, en el momento de la despedida, el beso será el habitual con el que se despide a una niña para ir a la escuela, dado con el perfecto reconocimiento de que volverá a casa a la hora señalada.»
» Vaya, Cushna! -exclamé, cuando hizo una pausa- borrarás hasta el recuerdo de la muerte si sigues adelante».
«Si Jesús lo intentó y fracasó -replicó- yo nunca podré esperar conseguirlo. Hay muy pocos de sus proclamados seguidores que aprecien el hecho de que él nunca, en ningún caso, utilizó voluntariamente la palabra [«muerte»] en relación con el cambio de estado. «No está muerta, sino que duerme«; y se burlaron de Él, sabiendo que estaba muerta. «Nuestro amigo Lázaro duerme; ¡voy a despertarlo de su sueño!«. ¿Muerte? ¡No hay muerte! Ha sido devorada por la victoria, puesto que Jesús ha sacado a la luz la vida y la inmortalidad. «Dios no es Dios de muertos, sino de vivos«».
«Dijiste que había una segunda dificultad en el camino del conocimiento universal acerca de esta vida en el sueño [vida en el estado de sueño]», sugerí.
«Hay un segundo y antinatural obstáculo en el camino, que es mucho más formidable que el referido. Es creado y mantenido por la Iglesia, que no podría existir sobre su base actual si se reconociera la vida del sueño, por lo que las tendencias naturales que he dicho que existen en los niños tienen que ser controladas y aplastadas como malvadas supersticiones que son obra del diablo. Estas semillas sembradas en los jóvenes crecen y producen una cosecha de prejuicio casi insuperable en el hombre. Esto se debe a la posición que la Iglesia ha asumido gradualmente, que es:
«Terminado todo lo que Dios ha prometido«,
y por lo tanto no hay más revelación que hacer. Esto obliga al predicador a abandonar el papel de profeta, y asumir la posición de sacerdote o abogado; no hay consejo de Dios que proclamar, sólo tiene una ley escrita que hacer cumplir; no hay necesidad de que vaya por delante de su rebaño, guiando como un pastor oriental; ya no hay nuevos pastos a los que llevar a las ovejas. En su lugar, debe interpretar el papel inglés [play the English part] y seguir a las ovejas, que están más bajo la influencia del dogma que del pastor [quizá se refiere a algo que sigue a un rebaño de ovejas, como pueda ser un zorro…; o quizá sucede que la contribución, el papel de lo inglés (si es que el carácter de lo inglés se tiene por tacaño, o por ejemplo por más sumiso, que no sé) pues eso de «el papel inglés» no sé qué puede ser y no encuentro expresión idiomática sobre eso]. El deber del profeta es permanecer sobre la torre, vigilando tanto al lucero del día como al enemigo; pero cuando el día completo del credo ha llegado, y no hay nada más que esperar, ¿qué necesidad hay de seguir ocupando la torre? Ahora, permíteme aplicar estas ilustraciones. El predicador moderno es preparado para su posición por un curso de educación universitaria: en lógica, los clásicos, la teología de hombres escolásticos, y el credo que ha de exponer; tal es el abogado.
«El profeta siempre ha sido seleccionado enteramente por su poder para recibir y transmitir la nueva revelación que Dios declara al mundo. «Escuchad ahora mis palabras -dice Dios- si hay un profeta entre vosotros, me daré a conocer a él en una visión, y le hablaré en sueños”. Aquí está la provisión de Dios para una revelación continua, y el estado de sueño es la universidad desde la cual será promulgada. Las enseñanzas de Jesús están en perfecta armonía con la ley de Moisés en esta materia: «No os preocupéis de cómo o qué habéis de hablar; porque en aquella misma hora se os dará lo que habréis de hablar»; y Pedro, el día de Pentecostés, insiste en la misma verdad evangélica:
«Esto es lo que fue dicho por el profeta Joel: ‘Y acontecerá en los últimos días, dice Dios, que derramaré mi Espíritu sobre toda carne; y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, y vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos tendrán sueños; y sobre mis siervos y criadas derramaré en aquellos días de Espíritu, y profetizarán‘». Fue en el estado de sueño donde Dios se encontró con Salomón y lo bendijo con su don de sabiduría; fue en un sueño nocturno que José fue advertido de huir a Egipto con el niño Cristo; y en la misma condición se le dijo que regresara de nuevo, pues los que perseguían la vida del niño estaban muertos. ¿Qué más necesito decir? Los hechos son claros; si las puertas del estado de sueño se abren de par en par, se dará una revelación más amplia, que arrastrará las instituciones de los credos terrestres, y la vocación del sacerdote se desvanecerá.»
«Pero seguramente no aconsejarías a los hombres que pusieran su fe en los caprichos de cada sueño».
«Ciertamente no, amigo mío; creo que has olvidado que he insinuado la necesidad de alentar y proteger las tendencias naturales que se encuentran en los niños. Como cualquier otro don de Dios, esto requiere el desarrollo y la educación más cuidadosos antes de que pueda llegar a ser totalmente fiable en su funcionamiento.»
«¿Pero cómo se puede establecer una distinción entre lo verdadero y lo falso?».
«No es difícil decidirlo. En el Antiguo Testamento, cuando Dios prometió por primera vez un profeta, estableció muy cuidadosamente una regla por la cual debía distinguirse al hombre verdadero del simulador: ‘Cuando un profeta hablare en nombre del Señor, si la cosa no se cumpliere, ni aconteciere, eso no es lo que ha dicho el Señor , sino el profeta, que lo ha dicho presuntuosamente; pero no le temáis [al profeta]‘. Jesús confirma esta regla cuando dice: ‘Por sus frutos los reconoceréis‘. La confianza en un profeta estaría siempre regulada por el valor de las declaraciones anteriores, mientras que el criterio de juicio sería siempre la cruz de Cristo. Esto, sin embargo, no es el principio. En primer lugar, los hombres tienen que establecer satisfactoriamente el hecho de tal revelación, y esto debe y puede ser buscado exactamente de la manera como se hace en la investigación de cualquier otro fenómeno extraño en el dominio de la ciencia. Una vez que se obtenga una investigación imparcial y completa de la evidencia ya disponible, entonces la inmortalidad será inmediatamente eliminada de la región de la creencia y tomará su lugar ante el mundo como una demostración científica. Pero al tratar de conseguir esto, todos los truenos del anatema eclesiástico se lanzan contra ti, porque el establecimiento de este hecho sería necesariamente un golpe mortal para sus sistemas; y la humanidad no está todavía lo suficientemente libre de la superstición, siquiera sea para perseguir una investigación así, que la Iglesia declara como una de las artimañas del diablo.»
«¡Qué evangelio sin límites abres para la visión!»
«Este es el Evangelio, y ¿no es el que podríamos esperar de un Dios de Amor? Es el evangelio perdido en el Edén; débilmente visto y vagamente comprendido por el patriarca y el profeta de antaño; sus glorias al amanecer fueron cantadas por los ángeles en ‘Paz en la tierra, buena voluntad para los hombres‘; por un momento brilló con la gloria del mediodía en torno a la vida de Cristo; luego las sombras de la teología sistemática comenzaron a oscurecerlo, y el crepúsculo se ha profundizado hasta convertirse en noche, en cuya oscuridad los hombres apenas podrían reconocer al Nazareno si se encontraran con él. Yo tan sólo arranco las nubes que miles de sectas y credos han imaginado para oscurecer el sol, y libre de prejuicios os invito a ver ‘qué clase de amor nos ha concedido el Padre‘, libre de cualquiera de las limitaciones ideadas por el hombre. Pero ya que hemos hablado tanto de esta fase de la vida, ven y compruébalo por ti mismo».
Versión en inglés
CHAPTER XIV
THE RELATIONSHIP OF SLEEP TO DEATH
By this time we had recrossed the mists, consciousness of which recalled my desire to ascertain the relative position. of the two states to each other. My companion at once acceding to my request, led me to a suitable point for making the observation. I had grown accustomed to the gloom overhanging the shadow-land by this time and as again the lights and shades blended in a soft twilight over the boundary, I had no difficulty in gaining my information.
Again I could see the error of speaking of the two conditions as two worlds, since they hold the same relationship to each other as the sea bears to the land, while the mists are but the spray and vapour which arises as the waves of the one break upon the shores of the other. Still the simile is very unsatisfactory, but I know of none to suit my purpose better. On the immortal side that vapoury curtain hung in calm repose, but towards the earth it swelled and rolled like the restless wave of a flowing tide. At one time it would simply ripple along the shore, at another gather strength and throw itself afar, while in its recession I could see it bearing out to sea the souls of those for whom it had been commissioned. Some were reached in the gentle wash and flow after the force of its breaking was spent, the keels of their barques being gently lifted from the sands of time, then drifted away peacefully in the mist on to the ocean of eternity. Over some the wave broke in all its strength and fury, making their frail crafts to creak and plunge in wild commotion as the moorings were torn away and each unprovisioned boat was swept along to battle with the surf of an unknown sea.
What a transforming miracle was wrought during that momentary immersion in the mists. As its copious baptism fell upon each, it washed all the tawdry subterfuges of the flesh away, broke the chrysalis of the soul, letting the true man come forth, some to the resurrection of life, many, alas! to the resurrection of condemnation. I saw the judgment then. I saw there men who had lavished wealth upon themselves and made great professions that they might win esteem, and rank, and fame as they lulled their clamorous consciences into slumber by the hope that a magical process of chemistry would somehow be found, by which the world’s esteem and approbation would transmit itself to the soul. But the mists dissolved that hope, and the trembling ego came forth naked, barren and pauperlike, for only deeds of pure unselfish love can be carried through that ordeal which all have to pass.
While I was engaged in making these observations, my attention was several times attracted to persons who were passing either way, not through but over the mists, as we ourselves had done. Of itself there was nothing in this to excite my curiosity, since their errand might have arisen from a similar cause to our own, or been occasioned by a multitude of other reasons. But at least half of these travellers were attired in such peculiar, robes as to make it very doubtful to me as to which estate of life they belonged. For some time I tried to solve the problem myself, as to who they were, but all my explanations were unsatisfactory, so at length I referred the question to my companion.
“Those are sleepers visiting their friends,” he replied.
“Is it possible so many are drawn back again?” I asked in amazement.
“You mistake me; I did not mean drawn back to earth as Lizzie was. These are persons still in the body, who during the hours of their sleep have come away from earth to meet with their friends who are with us.”
“Why! – Cushna!”
“Is this another surprise to you?” and my companion laughed outright at the blank astonishment written upon my face. “Ah! my brother, Paul was more than right when he said – ‘Eye hath not seen, nor ear heard, neither has it entered into the heart of man to conceive the things which God hath prepared for them that love Him!’ We can only give you glimpses now of some of the avenues of research which will be successively opened for your study, until you will become overwhelmed by the contemplation of the boundless provision made for our happiness by His infinite love.”
“Let me clearly understand you, Cushna. Do you mean that before a person dies, when the body is taking its customary sleep – between night and morning – the soul has power to come away to rejoin and hold communion with the friends who are dead?”
“That is precisely what I wish you to understand.”
“But! – ”
“I am perfectly prepared for your astonishment,” he replied “but what I tell you is nevertheless a fact; this you would have comprehended more clearly had you been content to have gone home before starting on this tour of enquiry.”
“Home?” I answered, as another flood of enquiries and associations surged around me at the mention of that single word, for, as he breathed it, it seemed laden with music, peace, and fulfilment of every desire that had ever disturbed me: but I crowded it back for the present that I might learn something more of this new revelation. “How should I have known it then?”
“Because there you would have touched the point of recollection, and at that, the whole experiences of your sleep-life would have been restored to you.”
“But it seems incredible,” I replied.
“Things are not always what they seem,” he said. “ Let us speak of this matter a little, and I think you will soon see that the door of possibility is at least standing ajar, if not wide open. To begin with, man is created in the image of God, which of course is in a spiritual rather than a physical sense, for God is spirit. This offshoot of, emanation from, or begotten of God which becomes man then, partakes of the characteristics of its source or origin. ‘He that keepeth Israel shall neither slumber nor sleep,’ and the mind is like its God – possesses the inherent quality of continuity of action or operation. On earth the physical body is the organ through which the mind works, but being only capable of a limited amount of labour before weariness ensues a period of rest and recuperation becomes necessary. The spirit is still willing, it is the flesh that is weak, so night has been ordained to meet the requirements of the body; but there is no night in heaven, simply because the spiritual part of man never wearies, therefore has no need to rest in the sense in which the body demands it. Now, as sleep is a state of unconsciousness impossible to attain in the immortal spirit, it is absolutely necessary that the latter shall be withdrawn in order that the body may secure the former, and since there is no physical restriction in the spirit-state, what more natural than that at such times the communion between kindred souls should be resumed?”.
“What is the difference, then, between sleep and death?”
“Very little indeed, so far as leaving the body is concerned but in the case of the sleeper a provision is made for return, by means of the life-line, a bright electric hair-line, very similar to those you saw recently, by which a kind of telephonic communication between soul and body is maintained. So long as this line remains unbroken the soul has power to return, once snap it and the sleep becomes death.”
“How can each sleeper make sure of finding the desired friend?”
“There is provision made for that, as for everything else,” he replied. “just as there are localities adapted to every possible condition of the soul which has left the body, so there is a sleep-state – a boundary, or half-way condition – where these meetings take place. We will visit one of these rendezvous if you wish it.”
“I should be delighted,” I replied. “But do all sleepers come here?”
“Thereis nothing to prevent them doing so if they choose, and I have no doubt but that the great majority of mankind do.”
“Then why is it that no one appears to know anything about it?”
“There are two reasons for this. I will take the one naturally existing first, because it is the one most easily explained. I have already indicated to you the reason why we are invisible to our friends on earth, and they invisible to us. We each stand outside the gamut of the others’ perceptive faculties, and between us lies a gulf only to be spanned by sympathy. This same difficulty exists between the physical brain and its spiritual equivalent, preventing the translation of the memory of the higher into the lower condition. Still, the task is not at all a hopeless one; as I have said, the difficulty is natural, and therefore may be overcome; the sleep-state could then be pressed into service as a most important factor in the regeneration of the world.”
“How?”
“By directing rather than repressing the natural tendencies to remember, which are to be found generally in children. If these could only be nurtured it would be imposssible to estimate the advantage and consolation thereby secured by obliterating the idea of death. Let me suppose a case, by no means an uncommon one. An only and much-loved child dies when but two or three years old, but the mourning mother lives on for twenty, thirty, or perhaps forty years, her only hope being that she will meet her darling again in heaven.
“Now, the joy of their re-union will be altogether regulated by their mutual recognition of each other whenever that meeting happens. No intercourse has taken place during the long interval; the mother has continued to think of her baby-child, while the angel has but dim recollections of the girl-mother she knew in the long ago. But instead of these hopes being gratified the child beholds a strange woman, with face wrinkled with care, hair silvered, and form weakened and bowed, until she fails to recognise the parent she has waited for. What of the mother? In that woman ‘beautiful in all the soul’s expansion’ is it possible she has regained her child? No! indeed death did rob her, and there would be no power in heaven to make a restoration, if such were the facts of the case. Thank God they are not!
“Now just let us turn to the realities which exist and learn how much better God is in such cases than men imagine. When the child is brought here, the love-lines are attached, with which you have now grown familiar; but in this case there is a counteracting agent brought into action to prevent any undue influence being exercised until such time as the child is able to understand. This is accomplished by the guardian angel of the little one, who now becomes her instructor, nurse if you will, and part of whose duty consists in developing the love which at present maintains between her charge and its mother for no severance of love is ever permitted to take place on our side. This can only be effected by the sin of the mother placing her out of sympathy with the child. Here it is that the sweet ministry of the sleep-state comes in with its continued communion, which can laugh at death and at least one-third of the lives of parent and child are spent in each other’s companionship, ignorant as the mother may be of the fact.
“The child, however, is satisfied, because her love is built up and strengthened, while the earth experiences of the mother becomes valuable object-lesssons which the guardian is ever careful to use in the education of her charge. Months pass by, and at length the still aching heart of the mother cries out ‘Oh! If I could only see her in a dream, it would comfort me!” and she knows not that her prayer is the first vibration of her sleep-memory which all this time has been striving to translate itself into her waking hours; but so it is.
The prayer awakens another hope:
Begotten by some deep-found faith
in love’s unknown mysterious bowers,
Which feels omnipotent o’er death –
Nor earth, nor hell, restrains its powers.
God hears the prayer – He had heard and answered it, when He laid the foundations of the government of life – a few mornings later the mother wakens with a dim recollection that she has seen her child, and is consoled thereby. It was just her own darling. Of course it was, being the memory of one of her first interviews. Now the dreams will become more frequent, the child will grow, the sleeper’s memory will become clearer, the communion more intelligent and rational, until, at the time of parting, the kiss will be the usual one with which a child is dismissed to school, given with the perfect consciousness that she will be home again at the appointed time.”
“ Why, Cushna!” I exclaimed, as he paused, “you will wipe away even the remembrance of death if you go on.”
“If Jesus tried to do so and failed,” he replied, “I can never hope to succeed. There are very few of his professed followers who appreciate the fact that he never in any single instance voluntarily used the word in relation to the change of states. ‘She is not dead, but sleepeth’; and they laughed Him to scorn, knowing that she was dead. ‘Our friend, Lazarus, sleepeth, I go that I may awake him out of his sleep!’ Death? – there is no death! it is swallowed up in victory since Jesus hath brought life and immortality to light. ‘God is not the God of the dead but of the living.’ “
“You said there was a second difficulty in the way of the universal knowledge of this sleep-life,” I suggested.
“There is a second and unnatural obstacle in the way, and this is much more formidable than the one I have referred to. It is created and maintained by the Church, which could not possibly exist upon its present basis if the sleep-life were recognised, therefore the natural tendencies I have spoken of as existing in children have to be checked and crushed as wicked superstitions which are the work of the devil. These seeds sown in the young grow up and produce a harvest of bigotry almost insurmountable in the man. This is due to the position which the Church has gradually assumed, that it is:
‘Finished all that God has promised,’
and therefore there is no further revelation to be made. This compels the preacher to drop the role of prophet, and assume the position of priest or lawyer; there is no counsel of God to proclaim, he has only a written law to enforce; no need for him to be in advance of his flock, leading like an Oriental shepherd; there are no new pastures now into which the sheep can be led. Instead he must play the English part and follow the sheep, who are more under the influence of dogma than of shepherd. The duty of the prophet is to stand upon the tower, watching for both the day-star and the enemy; but when the full day of creed has come, and there is nothing more to expect, what need to occupy the tower any longer? Now, let me apply these illustrations. The modern preacher is fitted for his position by a course of college or university education; in logic, classics, the theology of school-men, and the creed he is to expound; such is the lawyer.
“The prophet has always been selected entirely for his power to receive and transmit the new revelation which God declares to the world. ‘Hear now My words,’ says God, ‘if there be a prophet among-you, I will make Myself known to him in a vision, and will speak unto him in a dream.’ Here is God’s provision for a continual revelation, and the sleep-state is the university from which it shall be promulgated. The teachings of Jesus are in perfect harmony with the law of Moses in this matter – ‘Take no thought how or what ye shall speak ; for it shall be given you in that same hour what ye shall speak’; and Peter, on the day of Pentecost, urges the same Gospel truth:
“This is that which was spoken by the prophet Joel – ‘And it shall come to pass in the last days, saith God, I will pour out My Spirit upon all flesh: and your sons and your daughters shall prophesy, and your young men shall see visions, and your old men shall dream dreams; and on My servants and on My handmaidens I will pour out in those days of My Spirit: and they shall prophesy.’ It was in the sleep-state where God met Solomon and blessed him with His gift of wisdom; it was in a dream by night that Joseph was warned to flee into Egypt with the infant Christ; and in the same condition was told to get back again, for they who sought the life of the child were dead. What more need I say ? The facts are plain; if the doors of the sleep-state are thrown open, a wider revelation will be given, which will carry away the creedal institutions of earth, and the vocation of the priest will vanish.”
“But surely you would not counsel men to put faith in the vagaries of every dream?”
“Certainly not, my friend; I think you have forgotten that I hinted at the necessity for encouraging and protecting the natural tendencies to be found in children. Like every other gift of God, this requires most careful development and education before it can become totally reliable in its operation.”
“But how can a distinction be drawn between the true and the false?”
“That is not at all difficult to decide. In the Old Testament, when God first promised a prophet, He very carefully laid down a rule by which the true man should be known from the pretender: ‘When a prophet speaketh in the name of the Lord, if the thing follow not, nor come to pass, that is the thing which the Lord hath not spoken, but the prophet hath spoken it presumptuously; thou shalt not be afraid of him.’ Jesus confirms this rule when he says: ‘By their fruits ye shall know them.’ Confidence in a prophet would always be regulated by the value of previous utterances, while the standard of trial would always be the cross of Christ. This, however, is not the beginning. First of all, men have satisfactorily to establish the fact of such a revelation, and this must and can be pursued exactly on the same lines as the investigation of any other strange phenomenon in the domain of science. Once obtain an impartial and full enquiry into the evidence already available, and then immortality will be at once removed out of the region of belief and take its place before the world as a scientific demonstration. But in attempting to get this, all the thunders of ecclesiastical anathema are hurled against you because the establishment of this fact would be a necessary death-blow to their systems; and mankind are not yet free enough from superstition even to pursue such an enquiry which the Church pronounces to be one of the wiles of the devil.”
“What a boundless gospel you open to the vision!”
“This is the gospel, and is it not such an one as we might expect from a God of Love? It is the gospel lost in Eden; faintly seen and but dimly comprehended by patriarch and prophet of old; its day-break glories were sung by the angels in ‘Peace on earth, goodwill to men’; for a moment it shone with noon-day glory around the life of Christ; then the shadows of systematic theology began to obscure it, and the twilight has deepened into night, in the darkness of which men could scarcely recognise the Nazarene if they met him. I only tear away the clouds a thousands sects and creeds have conjured up to obscure the sun, and free from prejudice invite you to see ‘what manner of love the Father hath bestowed upon us,’ free from any of the limitations devised by man. But now that we have spoken so much of this phase of life, come and see it for yourself.”