[Última actualización: enero 2025. Previas actualizaciones: actualicé de forma relevante casi todo el texto de esta página tan importante, en julio del 2023]
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Página guía A.2. La base: humildad, verdad, amor; los tres elementos básicos. El juicio
Índice:
1. Introducción: humildad, verdad, amor
1.1 La aversión que tenemos a la verdad, y nuestra resistencia a la verdad, crea miedo… y el miedo crea dolor y sufrimiento
1.2 El «ejercicio» de estos tres elementos básicos en la situación concreta del camino del amor divino: fe y oración
1.3 La acción
2. Emociones, verdad y juicio
3. Cuando somos juzgados
4. La conciencia (órgano de la verdad en el alma) entendida desde la perspectiva de Dios
5. Materiales
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Introducción: humildad, verdad, amor
Los tres aspectos del camino los desarrollamos a la vez.
Son simples de entender, pero no es para nada sencillo seguirlos.
Básicamente son estos (aunque también tendremos que hablar mucho de la fe y de la voluntad en relación a lo que tenemos aquí y en la página guía A.1):
- humildad, definida como el cultivo de un anhelo apasionado o un deseo apasionado, ferviente, para sentir, y simplemente sentir… todas las emociones, y todas las creencias dentro de nosotros mismos.
Se trata de sentirlas, simplemente, ya sean dolorosas o sean placenteras, y ya sea que estén basadas en el error o en la verdad, y sin importarnos lo que cualquier otra persona sienta sobre ello.
En este punto, sobre la humildad, tenemos pues que aclarar ya mismo, nada más empezar, el tema de la verdad, de forma muy simple.
La verdad cumple dos requisitos:
─ la verdad siempre es amorosa,
─ y siempre es emocional, aunque no lo parezca; incluso también es emocional para los «científicos» más «materialistas», ya que siempre necesitaron sentir la certeza.
En cierto sentido, para nosotros absorber la verdad, ha de ser absorbida en el alma, y el alma es: emociones, deseos, pasiones, intenciones…
Como vemos, la verdad siempre conlleva amor.
Esta es pues la manera de discernir «todo», la manera relacionada con el amor, aunque el amor tal como lo define el mundo nos da pie a muchos equívocos, ya que normalmente ese «amor» es hasta contrario al verdadero amor tal como Dios siente el amor y es amor.
Y nuestros errores solo cumplirán con el segundo requisito de la verdad: Son emocionales; es decir, entraron emocionalmente, y por lo tanto nos predisponen de manera muy profunda ─muy emocionalmente, y a veces muy temprano en la vida─ a que sigamos almacenando y cultivando más errores y bloqueos en el alma, con nuestras resistencias.
Por eso, si queremos estar en armonía con el amor, entonces es de manera emocional como tendremos que permitir que salgan o se disuelvan dichos errores ─esas «rutas del error» en el alma, esos bloqueos─.
Ahí es donde entra en juego la humildad, donde necesitamos siempre y primero la humildad, pero simplemente porque necesitamos anhelar sentir todas nuestras emociones.
Si no lo hacemos, si no asumimos la responsabilidad por nuestra alma, por nuestro ser, de manera humilde, entonces no podremos discernir las cosas bien, pues la verdad es emocional, y normalmente tenemos muchas rutas emocionales de error, en el alma ─rutas bloqueantes, por así llamarlas─.
Y tendremos que estar dispuestos a sentir honestamente, con verdad, todo lo que sentimos. Y para esto es a menudo para lo que nos sirven los eventos de la vida: Para activar, para detonar, esas heridas que ya tenemos en el alma, esos errores de miedo, etc., que ya tenemos dentro, por mucho que queramos achacárselos al afuera.
Para ello tendremos que deconstruir esas «falsas rutas», todos esos desvíos que hacemos… y todas las emociones de autoengaño con las que evitamos dolores más profundos, etc.
La verdad sólo puede establecerse en el alma si estamos dispuestos a desearla, sentirla y honrarla, pero tras sentir previamente el error.
El error sólo se puede disolver de manera natural si lo sentimos humildemente: Sólo sintiéndolo, responsabilizándonos de todo el contenido emocional (deseos, etc.), y no justificándonos, o minimizándolo, o «echando» culpas fuera ─culpas a la vida, a los eventos, a los demás, al cuerpo y sus «defectos», etc.─.
Por ejemplo, una emoción actual, aunque en este caso superficial, puede ser esta (tras una ruptura de pareja, por ejemplo):
No soy querido, querida. O no me siento amado.
Esa sería una emoción superficial, de «efecto», y no causal (ver página A.4). Podemos repetírnosla y «llorarla» durante mucho tiempo… pero así no iremos al núcleo de la cuestión.
Esa es una «verdad» para nosotros porque tenemos esa emoción ya dentro, o la estamos creando para evitar cosas más profundas.
Podemos llamarla «verdad personal», pero es muy superficial. En general será una emoción de autoengaño, pues sólo indica algo superficial.
Como emoción de autoengaño, la creamos para evitar entrar a sentir realmente cómo está nuestra alma, es decir, para evitar la verdad que Dios nos puede ayudar a sentir, la verdad sobre nosotros mismos: Todo el dolor que nos hemos hecho al cometer errores o al prolongarlos en nosotros mismos… así como todo el dolor acerca de lo que nos han hecho en nuestra crianza, etc.
Una «verdad» personal subyacente a ese «sentirnos no queridos», puede tener que ver muy a menudo con momentos concretos de no sentirse amados por nuestro padre o madre biológicos (o tutores, etc.)… o con momentos de incluso sentirnos odiados por esos progenitores u otros adultos, y, a cambio, odiarlos nosotros a ellos por eso mismo y mantenernos ahí.
Esto sucede porque muy temprano en la vida aprendemos a evitar el alma, en el sentido de que se nos enseña a no soltar el alma, a no sentir todo con humildad, expresivamente, pero sin dañarnos ni dañar.
Es decir, por ejemplo sentimos que no podemos tener enfado a fondo, pataleando «puramente», es decir, sin hacernos daño, y hasta poder llorar de verdad y liberarnos.
Llega un momento dado en que la emoción ya no está «bien vista», cuando en realidad sentir humildemente ha sido algo fundamental para el aprendizaje.
Por ejemplo, hay un aprendizaje muy básico, el de caminar. Si no lloramos hasta el final por las caídas que sufrimos en ese proceso de aprendizaje, si no sollozamos liberadoramente por el dolor que nos provocan las pequeñas caídas inevitables, entonces no podremos librarnos de ese dolor físico ─de su recuerdo─ y no podremos seguir aprendiendo a caminar.
Una verdad absoluta, por ejemplo, es que Dios nos ama ahora mismo, ya sea que nos sintamos amados o no.
Pero la verdad (personal) que subyace a menudo a aquel sentimiento «superficial» de «sentirnos no queridos» ─como hemos dicho─ es que no fuimos amados por la madre, el padre, etc., en unos momentos concretos y muy emocionalmente relevantes.
Eran simples momentos de «retiradas del amor», cosa que para nosotros de pequeños significa mucho.
En esos momentos vamos construyendo así como una base para, al final, culpar a la vida, o a los eventos, al universo, etc., por ese desamor. Y así, culpamos indirecta o directamente al creador de la vida (Dios).
En esos momentos de retirada del amor, los adultos nos «proyectaban» ─a menudo «inconscientemente»─ emociones como el miedo, la vergüenza, etc. De ese modo ellos no tenían que sentirlas en su alma humildemente, y no asumían la responsabilidad, la humildad, de «procesarlas».
Son momentos muy relevantes porque suceden muy pronto en la vida, y todos somos «esponjas emocionales».
(Para este tema, visto muy concretamente y en mi caso ─el tema de la desarmonía en nuestra individuación─, buscar esta palabra, «individuación», en esta web.)
En esos momentos a menudo tiene lugar una «grabación» en nosotros, un bloqueo cuando somos pequeños: se crea una «ruta» en nuestra alma, una ruta que facilitará que se refuerce ese error, o bien que facilitará que por ahí nos entren o se establezcan más errores debido a que luego nosotros mismos vamos a querer resistirnos a llorarlos, a temblarlos, etc. (y cometeremos errores, muchas veces repitiendo las vidas de nuestros adultos acompañantes, siendo adultos «a imagen de nuestros adultos»… «inconscientemente»).
(Todo error en el alma, como comenta Jesús, provoca miedo; y el miedo es ya un dolor emocional, cosa que termina dando a menudo dolor físico en nuestras vidas.)
Entonces, más tarde, dejaremos de querer sentir humildemente esa «verdad» personal concreta.
Esa verdad personal estará ligada a una emoción causal.
Esa «verdad» puede estar enlazada a una emoción bloqueada en un momento en el que por ejemplo mamá o papá «no me quisieron», o me odiaban, estaban frustrados, etc. (o en muchos momentos eran condescendientes y displicentes hacia mí, y casi continuamente, como suele pasar en la infancia en muchos casos).
Eso quedó bloqueado porque nosotros no pudimos «expresar inocentemente» quizá la «devolución» de ese odio (sin proyectarlo, es decir, expresándolo sólo con un pataleo inocente, y cosas similares, para poder llorar tras ello).
Y así, luego, lo que todos hacemos cuando somos más mayores (en las relaciones), es de cierto modo culparnos a nosotros mismos, con más o menos creencias explícitas de este tipo:
«me siento no amada/o, y de algún modo me lo merezco».
Esto sería un efecto, una emoción de efecto, cuya causa es nuestra resistencia a sentir la verdad emocional de esos otros momentos concretos vividos en la infancia (o incluso grabaciones uterinas), que se nos quedaron evidentemente muy grabados.
Así pues, esa emoción de «no me siento amado/a» no suele ser la emoción causal, o no lo es en su totalidad.
Esas emociones superficiales las solemos usar para no sentir humildemente la emoción «causal» que tanto nos duele, o bien para no sentir nuestros errores que cometemos en general debido a esa resistencia (todos los pecados que no queremos reconocer, es decir, todas las desarmonías con respecto al amor y la verdad tal como realmente son el amor y la verdad ─no como se los imagina el mundo─).
Así, nos mantenemos en la superficie, y quizá haciendo mucho drama, etc. ─y quizá durante toda la vida─.
Los niños pequeños son en general muy capaces de «simplemente sentir» y dejarse atravesar por las emociones (o las creencias-emociones, los juicios teñidos de emoción, etc.); pero también son en general mucho más capaces de absorber profundamente muchas «emociones-errores» ─como nos ha pasado a todos─.
El error es verdad para mí, es mi «verdad» personal en un «nivel de sentimiento», sentido en el alma como tal verdad personal. Y para librarme de él necesito primero sentirlo a fondo ─sin intelectualizarlo y sin juzgarlo─, y necesito además aceptar ─también emocionalmente, y con «humildad expresiva»─ una verdad que lo sustituya.
Además, necesitamos sentir las emociones en el nivel causal.
Como hemos visto, en el nivel superficial podemos pasarnos toda la vida por ejemplo «llorando» una pérdida, pero sin siquiera llegar a rozar el núcleo de nuestras emociones y creencias en el yo herido (ver la página A.3).
Así no podremos aceptar emocionalmente más verdad, y, por lo tanto en nuestras vidas no podremos abrir más la puerta al amor.
Todo esto (sentir el error, ir al nivel causal…) se necesita si queremos desbloquearnos y poder ser más reales, más «nosotros mismos» (más el yo real, que está así como por «debajo» del yo herido), con un deseo y una voluntad cada vez más plenamente realizados.
Esta humildad conlleva vernos a nosotros mismos emocionalmente tal como Dios nos ve. Aunque, mejor dicho, conlleva sentirnos «tal como Dios nos siente (todo el rato)», pues Dios creó nuestras almas y ahí, la «visión» es sentimiento, es flujo continuo de «energía en movimiento», «emoción».
Así, para avanzar, nos tenemos que:
─ dejar abrumar por las emociones erradas del yo herido, como por ejemplo las emociones de no ser merecedores del amor y/o del amor de Dios, etc.; o por ejemplo por penas muy profundas;
─ también hemos de expresar ─sin dañar a nadie ni a nosotros mismos─ todas esas emociones erradas para que se puedan ir del alma, y abrir espacio así para la absorción de más verdad, y por tanto el amor;
─ e igualmente, para poder absorber realmente esa verdad, a nivel del alma, tendremos que permitirnos ser abrumados por las emociones relativas a la verdad y al amor (y expresar éstas, pues la humildad conlleva permitirse la expresión, ya que eso es lo que significa «volver a ser como niños»).
Entonces, como vimos, la verdad siempre es amorosa, y en cierto sentido siempre es emocional.
Nuestra «verdad personal» es siempre emocional, pues somos alma (deseos, emociones, pasiones, intenciones…), pero, a no ser que se trate de una verdad que esté en armonía con Dios, nunca será amorosa, o plenamente amorosa (incluso puede ser muy desamorosa, debido a la condición «encogida», «contraída», del alma que todos solemos tener al empezar nuestra vida autoconsciente aquí en la Tierra, absorbiendo los miedos de los adultos).
Así pues, se trata de permitirnos ser honestos con nuestra verdad personal, desarrollar la humildad en cuanto a sentir y expresar el error a fondo; y lo mismo en cuanto a sentir y expresar las penas profundas, etc. (y todo el rato que sea necesario), para así permitir que la verdad entre a nosotros, y poder abrir cada vez más espacio a ésta ─en ese momento o en algún momento, en oración, en tierna relación con Dios, o en la vida normal si nos lo permitimos, si actuamos en consonancia con la verdad, etc.─.
Así pues, rezar es muy importante, es decir, desarrollar el anhelo que implica el concepto de «rezar», de «orar». Es decir, se trata de desarrollar un sincero deseo o anhelo: Desear con honestidad, cada vez más, la verdad real acerca de cómo estamos nosotros mismos, como almas cuya voluntad está herida, llena de heridas emocionales (con una condición actual de alma, o «voluntad», que ya está herida).
Iremos pues deseando más y más sinceramente la verdad, más verdad divina, y que así el error pueda ser sustituido por más verdad acerca de nosotros y más verdad en general.
Insistamos en que Dios nos siente, y nos siente todo el rato, y lo siente todo tal cual es, pues somos sus almas, sus creaciones.
Su visión digamos que es un sentir.
Y evidentemente, nosotros (con la máscara o fachada que ponemos al yo herido: la dura cáscara del «huevo»), no nos permitimos ese sentir.
Si lo permitimos, entonces podremos ─junto a Dios y a sus guías verdaderos celestiales─ sentir el error y permitir que la verdad pase a nuestra alma, no quedándonos en el yo herido, como también sucede a menudo, sino cultivando el deseo de más y más verdad, lo cual a su vez abre el paso al amor (si expresamos, si experimentamos, si «volvemos a ser como niños», etc.).
El desarrollo profundo de la humildad, por nuestra parte, permitirá que el error se disuelva en nuestra alma.
Y una profunda humildad, en el nivel emocional, nos permitirá igualmente aceptar emocionalmente la verdad, y no solo aceptarla de manera intelectual, lo cual sólo nos colocaría en las vías del amor natural, y/o en los sucedáneos del camino del amor divino (estos sucedáneos puede que usen el concepto de Dios, el de Jesús, etc…, y puede que contengan muchas «verdades parciales», por así llamarlas).
- Anhelo por la verdad.
Hemos tratado largamente el primer punto sobre la humildad, y vemos que ya estábamos hablando mucho de la verdad, del anhelo por la verdad, que es este «segundo punto».
Hemos empezado a ver que la verdad es, por un lado, «verdad personal».
Es decir, en principio se trata sobre todo de los errores que tenemos más o menos integrados y que ─por así decirlo─ son «muy verdad para nosotros», y que además seguimos a menudo fortaleciendo debido a nuestras resistencias.
Esos errores los tenemos que sentir, sí o sí, para superarlos.
Lo que les da su aparente «verdad» es por ejemplo que, para entrar en nuestra alma, tuvieron que hacerlo emocionalmente y desde muy temprano en la vida, aparte de que, además, tenemos todo un añadido importante de pecado que luego hemos sumado a este error, por nosotros mismos.
Hemos sumado por tanto mucho error, que está objetivamente bloqueando el alma debido a nuestras resistencias a la humildad (ver las páginas-guía A.3 y A.4 para ver algunos materiales básicos sobre el alma).
Lo que les da tanta aparente realidad a los errores es, en el fondo, nuestra resistencia a la humildad, nuestro miedo a afrontar la emoción.Y, por otro lado, aparte de la verdad personal, tenemos la verdad universal ─o verdad de Dios─.La verdad abre la puerta al amor ─o a más amor─, y así, nos hace libres, y nos prepara para ser transformados por el amor de Dios ─cuando Dios pueda dárnoslo, debido a que nos abramos realmente─.
Es muy importante considerar la relación entre la verdad y la responsabilidad. Veamos una breve cita, y, para ver más cosas sobre la responsabilidad, ver la página A.3:
Cada vez que me niego a asumir la responsabilidad personal, el resultado siempre será una sola cosa, y es esta:
dolor.
Así pues, el dolor es un indicador, ya sea físico, emocional o espiritual ─y por cierto, existe el dolor espiritual─, es un indicador… de que no estoy asumiendo una responsabilidad personal en algún aspecto (físico, emocional, espiritual).
Así que en realidad Dios está todo el rato en nuestra misma cara… tratando de decirnos la verdad, veinticuatro horas al día, siete días a la semana.
Y si asumes la responsabilidad personal, sabrás en cualquier momento por qué no estas conectado con Dios.
- El tercer aspecto, pero a la vez el más importante de parte de Dios, es el anhelo por el amor divino. El amor entra y transforma nuestra alma (ver la página A.1).
Así pues, estos son algunos aspectos fundamentales sobre lo que «hacen» estos tres ingredientes en el camino o manera de Dios, y sobre lo que son ─humildad, verdad, y amor─:
─ El amor de Dios podría empezar a entrar y transformar nuestra alma (y no primero nuestra «mente pensante»). Para ello solemos necesitar abrirnos al muy importante aspecto del arrepentimiento, así como al perdón;
─ Ese amor divino es lo único que realmente transforma el alma (lo otro es redención natural: la posibilidad de sanación natural que en realidad siempre ha existido en la Tierra y en el mundo espiritual, antes de que Dios pudiera empezar a dar su amor hace unos dos mil años);
─ Pero, para ello, la verdad de Dios y la verdad personal (es decir, nuestra aceptación emocional de la «verdad» personal, empezando por aceptar nuestra fachada, o por aceptar emocionalmente que «no queremos sanar», o aceptar y sentir que en realidad queremos satisfacer una adicción en concreto, etc.)… han de abrir nuestra alma, preparándola para ser transformada, y entonces,
─ al desarrollar la humildad, permitiremos que se dé todo este proceso, al permitir que el error sea disipado de manera natural en nuestras almas.
En estos momentos la mayoría de nosotros no tenemos ese deseo relativo a la humildad, ese deseo de sentir todo ─simplemente sentirlo─, y de asumir nuestra posición respecto a las leyes o verdad de Dios, para armonizarnos con Dios. Solo tenemos ese deseo cuando los sentimientos son aquellos que creemos poder afrontar.
Es decir, nuestro miedo determina lo humildes que somos.
Tenemos miedo a ir demasiado lejos en cualquier dirección relacionada con el sentir. Así pues, creamos barreras en nuestras emociones y sentimientos. Esto evita que nos sintamos de la manera en la que realmente nos estamos sintiendo en muchos asuntos.
Así pues, estamos gobernados por nuestro miedo, y no somos humildes.
Y como nuestro miedo determina cuánto estamos dispuestos a sentir, también determina cuánta verdad estamos dispuestos a escuchar. Y así, nuestra resistencia a sentir humildemente el miedo determina lo amorosos que nos vamos a volver, o lo amorosos o desamorosos que estamos siendo en cada momento. Y si tenemos mucho miedo, será muy poca la cantidad de amor que podremos tener, pues nuestro miedo dictará cuánto amor podemos expresar.
Consciente o inconscientemente, mostramos actitudes desamorosas que nos ponen en desarmonía con la verdad y con el amor, y por ello nos hacemos sufrir.
Esto sucede porque dentro tenemos:
─ Emociones que aún están por «expresar sanamente» (ejemplos: temblar de miedo sin rechazar ese proceso corporal…, gritar inocentemente y ─claro─ sin ponernos en peligro y/o «molestar»… como un niño enfadado pero que no se juzga, no juzga la emoción…),
─ o bien, podemos decir que son emociones que están todavía por «procesar», que necesitamos soltarlas sin proyectarlas, para poder «sanarlas», por así decirlo, en nuestra alma, y que se disuelvan las rutas emocionales del error.
A esas emociones las podemos llamar «errores», pecados (están basadas en errores).
Estos errores los tenemos que sentir si es que nos queremos liberar dentro del camino del amor divino y queremos que la verdad de Dios pueda sustituir plenamente el error, transformando incluso el alma gracias a permitir la entrada del amor de Dios si lo pedimos.
Ningún amor es obligatorio. Dios no puede imponernos su amor, un amor divino que encima es nuevo para el alma, que viene de fuera de ella, ya que proviene de un ser, Dios, que es diferente a nosotros. Nuestro Creador es infinito, y nosotros no.
Así pues, tenemos que desarrollar un deseo sincero, pues si no, Dios no puede abrir nuestra alma, ya que no puede forzarla.
Recordemos: Somos una creación de Dios que de entrada sólo está hecha «a imagen de Dios», y por lo tanto, si no nos transformamos con esa sustancia nueva para el alma que es el amor de Dios, no podremos devenir una nueva criatura (no podremos «renacer» en el amor de Dios, cosa que Jesús hizo incluso estando en el cuerpo físico, hace unos 2000 años, y que es el significado verdadero de «resucitar» ─pues lo que Jesús hizo es «simplemente» recibir mucho amor de Dios, relacionarse bien con Dios, relacionarse todo lo que pudo con Dios, poniendo a Dios primero en su vida─ ).
¿Por qué esto es así? Porque el amor no tiene nada que ver con la obligación, y «menos aún» el amor más puro, el divino. Dios no puede forzar la entrada de Su Amor en nuestra alma. Hemos de pedirlo, deseándolo de manera pura.
Uno de los rasgos presentes en los caminos del amor en general ─»natural»─ (que puede ser mucho más largo si este rasgo está muy acentuado), es este:
─ Hacerse autosuficiente, «autodependiente» ─intelectualmente─, y convencerse, «sin Dios», de la propia valía de uno mismo (convencerse intelectualmente de la invalidez del error, a base de ir sintiendo lo que nos obliga a sentir la ley de la compensación, que está ahí para corregirnos).
Ojo, esto no quiere decir que el amor natural sea «malo». Ese es el potencial natural del alma, y nuestra alma «no necesita» recibir amor divino (es un regalo), pues el alma ya es perfecta en su potencial como alma natural, aunque aún no haya realizado el potencial de perfección en dicho amor natural, o aunque aún no sea divina.
Esa perfección en el amor natural siempre va a contener todavía los errores relativos al miedo a Dios, pero podemos decir que todo el mundo va a ser feliz a la manera natural (normalmente esto pasará en el mundo espiritual, pues en la Tierra por ahora es difícil progresar de verdad ─en concreto es en la dimensión 6 donde residen las almas de esa condición perfecta en amor natural─).
Tampoco se quiere decir con esto que esos caminos del amor natural sean «malos» (son lo que siempre ha existido antes de Jesús, y siguen existiendo). Lo que decimos es simplemente que son incompletos, y no conllevan eternidad. Y, así, en esos caminos nos puede suceder que demos pie a muchas distorsiones y manipulaciones, debido a la herida espiritual fomentada en este planeta.
Esto último lo comento o resumo en varias partes a raíz de lo que divulga Jesús. Y es que él muestra esto por ejemplo en relación a la manipulación que se da en torno a la creación y el mantenimiento de muchas religiones o espiritualidades.
En muchos caminos espirituales, y debido por ejemplo a la creencia falsa en la reencarnación (la reencarnación al uso, que no existe), los espíritus «perfeccionados» o semiperfeccionados pueden pegarse muy pronto en la vida de los niños, y así, pueden manipular mucho dichas vidas, e incluso pueden hacerlo desde antes de que los niños tengan autoconsciencia. Estos espíritus harían esto a veces para poder mantener ciertas tradiciones «espirituales» en la Tierra física, etc.
El mundo tiene mil argucias para conseguir llevarnos a acentuar con más o menos orgullo esta dependencia primero de uno mismo, esta «autosuficiencia» mal entendida.
Eso ocurre en muchas espiritualidades, como por ejemplo en muchos caminos que giran en torno a muchas canalizaciones o libros que suplantan por ejemplo el nombre de Jesús. Hay en esto muchos tipos de gurúes o maestros, y hay todo tipo de «fachadas espirituales», y/o con muchas personas desencarnadas que actúan desde diferentes dimensiones a través de nuestro cuerpo espiritual (nuestras energías) para crear ilusiones de maestría y sabiduría (una especie de «falsa luz», etc.).
Podemos poner este ejemplo sobre el proceso que implica la verdad:
En general, los niños muy pequeños son espejos que nos reflejan las emociones que los adultos no queremos volver a sentir, pues a menudo no queremos crecer realmente, no queremos sentir el error, no queremos dar ese paso que es necesario: El de abrumarnos, sintiendo y expresando humildemente el «error», para que así pueda fluir, y para poder sustituirlo sintiendo y expresando también abrumadoramente la verdad, para entonces realmente poder vernos, poder sentirnos, con los «ojos de Dios».
Cuando esta verdad sobre los niños, y otras verdades emocionales de índole personal ─tan básicas─, no se entienden bien (pues tradicionalmente no se entendían ni se querían tratar explícitamente), entonces, al no entender lo básico, las tendencias a estar en desarmonía con respecto al amor pasan de generación en generación, en una especie de continua «grabación traumática emocional inconsciente», que todos ayudábamos a fabricar, y ─normalmente─ a mantener sin sanar (ayudando así a reforzar creencias falsas, como por ejemplo la de que el ser humano es intrínsecamente malo, etc.)
1.1 La aversión que tenemos a la verdad, y nuestra resistencia a la verdad, crea miedo… y el miedo crea dolor y sufrimiento
En el siguiente texto, Jesús plantea de forma muy sencilla esta relación, haciendo referencia a algunas cosas de las que hablamos también en otras páginas guía de la web (Amón y Amán, etc.):
– Las causas del miedo que domina el planeta
1.2 El «ejercicio» de estos tres elementos básicos en la situación concreta del camino del amor divino: fe y oración
Ver «La importancia del amor divino«.
En esa entrada de la web coloco tanto los pdf’s con el texto de la conversación sobre fe, oración y amor divino, de Miller y Mary… y los enlaces a los vídeos en el canal (traducidos con los subtítulos que suelo hacer) y los índices a cada vídeo.
Todo el tema del ejercicio de nuestra voluntad y el desarrollo de la voluntad está enlazado o un poco desarrollado en las siguientes páginas guía: A.3, A.5, etc.
Es fundamental, pues ese discurso incorpora lo que llamamos deseo, que es casi sinónimo a fe (teniendo en cuenta que de cierto modo el «deseo» es superior a la mera «voluntad»).
1.3 La acción
Como se verá a menudo implícito por aquí y por allá, en varios materiales y páginas, se requiere de acción, desafiando miedos, para cultivar realmente la fe, ya que la fe está basada en hechos, y no es irracional.
Se requiere el desarrollo de nuestra voluntad de actuar de manera armónica con los principios de Dios, para así poder desafiar nuestros miedos, y poder recibir más y más compensación positiva, amor divino, etc., aunque sin expectativas (ya que toda expectativa es desamorosa).
La acción en realidad incluye cosas del comportamiento que pueden no requerir de realizar «acciones» que normalmente llamaríamos así, como acciones más físicas, digamos.
Por ejemplo, podréis haber sentido a veces en la vida cómo se siente bien ya solo desear ─más o menos con pureza─…, desear algo bueno para los demás, para uno mismo, etc.
Pero lógicamente tendremos más crecimiento si ponemos en acción un deseo que nos haga crecer en amor en nuestra condición álmica o voluntad.
(Para este tema de la voluntad ( = condición álmica) y el deseo, ver el apartado dedicado a ello en esta página.)
Vemos pues cómo mucha de nuestra dejadez, muchas de nuestras inacciones, etc., son motivadas por la falta de humildad; es decir, somos así para no tener que sentir los miedos, el dolor emocional en general (y el físico, que deriva en general de la acumulación de resistencia al dolor emocional), etc.
Pero habremos de atravesar esas cosas.
Como podéis ver también, el tema central sobre el que gira todo esto es el de nuestra condición álmica, que es la que se nos va a mostrar continuamente (por parte de las leyes naturales, de Dios, que nos la van a mostrar) en la vida, en el cuerpo, en los eventos… y esa condición de nuestra alma es degradada por lo que Jesús llama y define como pecado de forma muy técnica y sencilla, y práctica (ver página-guía A.5):
«El pecado es causado por la existencia de voluntad o de deseo en desarmonía con el amor de Dios y con los principios de Dios, o bien es causado por la ausencia de voluntad o de deseo que estén en armonía con los mismos (amor y principios de Dios), y sea o no que se lleve a cabo dicha voluntad o dicho deseo».
2. Emociones, verdad y juicio
El estado de negarnos a sentir la emoción causal implica juicio, y con ello no podemos aceptar ni sentir la verdad.
Cuando estamos en un estado de negarnos a sentir la emoción causal (ver el punto A.4 sobre las emociones), entonces rechazamos la verdad que se nos pueda decir. Sentiremos que esa verdad es un juicio, que se nos juzga, etc.
El negarnos a sentir la emoción causal puede consistir en un estado de justificarla con miedo, terror, enfado, ira… o cualquiera de las demás justificaciones para no sentirla.
Lo que realmente estamos haciendo es crear un estado de permanente juicio hacia cualquier pedazo de verdad que nos llegue.
Ese es un lugar muy peligroso donde estar, pues en un estado de juicio puedes convertir cualquier cosa buena en mala, y justificar no recibirla.
Una vez que estamos en ese estado de juicio, culparemos al mundo de todo lo que está pasando en nuestras vidas, y no asumiremos ninguna responsabilidad personal ni aceptación personal de lo que realmente nos está pasando.
3. Cuando somos juzgados
Si un amigo te juzga (por ejemplo: «eres malo/mala, egoísta, etc.») y ese juicio provoca un mal efecto sobre ti, entonces significa que tienes dentro una emoción por liberar.
Fijémonos en que el amigo que te juzga cree que está en la verdad, cree que tiene la razón. Pero la única «razón» que podríamos decir que tiene (en nuestra ley de la atracción) es una razón funcional: sirvió para poder detectar, dentro de nosotros, una emoción a liberar, una emoción que puede que no tenga nada que ver con el motivo por el que ese amigo te está juzgando.
4. La conciencia (órgano de la verdad en el alma) entendida desde la perspectiva de Dios
El alma tiene mecanismos para posibilitar la relación con Dios. Uno de ellos es el que llamamos «conciencia» (si hace falta, ver la definición del diccionario, ya que uno de los significados de esa palabra ─»conciencia», sin la ese de «consciencia»─…, es, por así decirlo, «conciencia moral», frente al mero hecho de «ser conscientes de algo». Es decir, se trata de la sensibilidad a lo correcto y lo incorrecto, pero en todos los niveles y aspectos de la vida).
Así pues, una parte de lo que llamamos «conciencia» se trata de lo que podemos llamar «conciencia moral», «la voz de los sentimientos de la conciencia»… como cuando se dice que tenemos «remordimientos de conciencia», o que tenemos una «conciencia tranquila» y podemos «dormir por las noches con la conciencia tranquila».
Entonces, si vemos la conciencia desde la perspectiva de Dios, lo que la verdad divina nos propone es que en realidad se trata de algo mucho más amplio (más amplio como realidad en el alma, como realidad emocional profunda), pues es un constante mecanismo de comunicación de lo que «opina» de Dios sobre cualquier cosa ─sobre cualquier hecho, cualquier posible verdad, etc.; acerca de cualquier asunto, y no solo de los asuntos más directamente «morales»─.
La recepción del amor divino es independiente del mecanismo de la conciencia.
La conciencia siempre está funcionando, y somos nosotros quienes podemos acallarla ─normalmente lo hacemos, porque es incómoda para nuestra fachada, adicciones, etc.─.
En esa resistencia a la verdad de Dios que todos tenemos, en ese acallamiento de la conciencia u obstaculación del funcionamiento de la conciencia, nos pueden asistir espíritus (desencarnados) que no estén en el camino del amor divino, y que puede que incluso sean bastante más elevados en amor natural que nosotros.
A diferencia del mecanismo de la conciencia (como mecanismo de recepción de la verdad, de parte de Dios), el mecanismo de recibir amor divino depende de nuestro deseo, y no se nos impone.
La conciencia tiene su sede en el alma, así como la tienen en realidad el libre albedrío, y el hecho de ser conscientes de nosotros mismos ─la autoconsciencia─, etc. (Para ver cosas relacionadas con el tema del alma, ver la página A.3.)
En el apartado de materiales, abajo, enlazo entre otras cosas algunas básicas sobre la conciencia, dadas en conversación por Jesús y María Magdalena en los años 2017 y 2018. Entre otras, están todos los esquemas traducidos de aquellas charlas.
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5. Materiales
– La humildad
– Algunos audios y vídeos
– La conciencia
– Textos relacionados
– Otros materiales
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La humildad
Este, la humildad, es quizá el elemento más crucial, junto al deseo de verdad.
─ Ver la página dedicada a la larga entrevista sobre la humildad (con textos, audios):
unplandivino.net/humildad-entrevista
─ La humildad y la valía: texto con enlace a su lectura en formato vídeo, etc.
─ Algunos textos sobre la humildad, con extractos (aporte de Paco): Esbozo del encuentro sobre humildad del 2009: pdf / Extractos del mismo encuentro: pdf
Algunos audios y vídeos
─ La importancia del amor divino» (entrada con enlaces) (fue algo comentado, brevemente, en el apartado 1.2 arriba).
─ No hay amor sin verdad. El proceso de descubrir la verdad, diferencia amor natural/divino (básico) (youtube)
─ Esbozo sobre las lecciones del amor natural. El contraste amor divino / amor natural (ivoox)
─ La verdad y la acción (observaciones básicas para crecer en la capacidad de relacionarnos con Dios) (youtube)
─ ¿Por qué la humanidad tiene tanta resistencia ante la verdad divina?
─ Reconocer ante Dios humildemente, como niños pequeños, que no queremos sentir nuestras heridas (youtube)
─ Las decisiones «malas» del pasado, y el miedo a afrontar las emociones subyacentes… son regalos (youtube)
─ La sensibilidad al amor divino recibido, y la importancia de la voluntad: interacción instructiva entre Jesús y M. Magdalena: vídeo (octubre 2021) / texto con índice y enlaces
La conciencia
─ Para los materiales de la conciencia ver esta página donde recopilo todo.
Textos relacionados
─ Nota sobre la oración
─ Abrirse a la verdad duele, y gracias a ello nos liberamos o desbloqueamos
Otros materiales
─ Ver, en la página de los encuentros del 2014, las conversaciones personales, sobre «verdad personal», con diversos participantes.
─ Lógica, emociones y verdad.
Son varios vídeos y el texto de ese taller de Jesús sobre el tema de la lógica, las emociones y la verdad… todo ello enlazado en esta entrada.
─ Ética y moralidad
Taller sobre el tema de la ética y la «moral», vistas de manera profunda y simple en este contexto de la verdad divina:
unplandivino.net/etica-y-moralidad/