A.2. Los tres elementos básicos: humildad, verdad, amor… más la acción (que incluye la oración) y la fe

[Última actualización: actualicé de forma relevante casi todo el texto en esta página ─tan importante─, en julio del 2023]

[Esta página se puede escuchar leída ─y con algún comentario─ en una versión «muy antigua», marzo del 2021, aquí: audio / descarga del audio]

A.2. La base: humildad, verdad, amor; los tres elementos básicos. El juicio

Índice:
1. Introducción: humildad, verdad, amor
1.1 La aversión que tenemos a la verdad, y nuestra resistencia a la verdad, crea miedo… y el miedo crea dolor y sufrimiento
1.2 El «ejercicio» de estos tres elementos básicos en la situación concreta del camino del amor divino: fe y oración
1.3 La acción

2. Emociones, verdad y juicio
3. Cuando somos juzgados
4. La conciencia (órgano de la verdad en el alma) entendida desde la perspectiva de Dios
5. Materiales

Introducción: humildad, verdad, amor

Los tres aspectos del camino los desarrollamos a la vez.

Son simples de entender, pero no es para nada sencillo seguirlos.

Básicamente son estos (aunque también tendremos que hablar mucho de la fe y de la voluntad en relación a lo que tenemos aquí y en la página guía A.1):

  •  humildad, definida como el cultivo de un anhelo apasionado o un deseo apasionado, ferviente, para sentir, y simplemente sentir… todas las emociones, y todas las creencias dentro de nosotros mismos.

Se trata de sentirlas, simplemente, ya sean dolorosas o sean placenteras, y ya sea que estén basadas en el error o en la verdad, y sin importarnos lo que cualquier otra persona sienta sobre ello.

En este punto, sobre la humildad, tenemos pues que aclarar ya mismo, nada más empezar, el tema de la verdad, de forma muy simple.

La verdad cumple dos requisitos:
– la verdad siempre es amorosa,
– y siempre es emocional (en cierto sentido, para nosotros absorberla, ha de ser absorbida en el alma, y el alma es eso: emociones, deseos, pasiones, intenciones…).

Como vemos, la verdad siempre conlleva amor. Esa es pues la forma de discernir «todo», la relacionada con el amor ─aunque el amor tal como lo define el mundo nos da pie a muchos equívocos, por supuesto─.

Y nuestros errores solo cumplirán con el segundo requisito de la verdad: Son emocionales; es decir, entraron emocionalmente, y nos predisponen por lo tanto de forma muy profunda ─muy emocionalmente, y a veces muy temprano en la vida─ a que sigamos almacenando y cultivando más errores y bloqueos en el alma.

Por eso es emocionalmente como tendremos que permitir que salgan o se disuelvan dichos errores ─esas «rutas del error» en el alma─.

Ahí es donde entra en juego la humildad, donde necesitamos siempre y primero la humildad, porque necesitamos anhelar sentir todas nuestras emociones.

Si no lo hacemos, no podremos discernir, pues la verdad es emocional, y normalmente tenemos muchas rutas emocionales en el alma, rutas bloqueantes, por así llamarlas, y que tendremos que estar dispuestos a deconstruir para que la verdad pueda establecerse en el alma.

Por ejemplo, una emoción actual, aunque en este caso superficial, puede ser esta (tras una ruptura de pareja, por ejemplo):

no soy querido, querida. O no me siento amado.

Esa sería una emoción superficial, de «efecto», no causal (ver apartado A.4). Podemos repetírnosla y «llorarla» mucho tiempo… pero no iremos al núcleo de la cuestión.

Es una «verdad» para nosotros, digamos que del tipo «personal», pero es muy superficial, pues solo indica algo superficial ─una emoción de efecto, no causal─.

Una «verdad» personal subyacente a ese «sentirnos no queridos», puede tener que ver muy a menudo con momentos concretos de no sentirse amados por nuestro padre o madre biológicos (o tutores, etc.)… o con momentos de incluso sentirnos odiados por esos progenitores u otros adultos, y, a cambio, odiarlos nosotros a ellos por eso mismo y mantenernos ahí (pues sucede que muy temprano en la vida aprendemos a evitar el alma, en el sentido de que no podemos soltar el alma con humildad ─pues no está «bien visto», etc.─).

Una verdad absoluta, por ejemplo, es que Dios nos ama, ahora mismo, ya sea que nos sintamos amados o no.

Pero la verdad (personal) que subyace a menudo a aquel sentimiento «superficial», a ese efecto de «sentirnos no queridos» ─como hemos dicho─ es que no fuimos amados por la madre, el padre, etc., en momentos concretos muy relevantes emocionalmente donde nos proyectaron el miedo antes de sentirlo ellos en su alma ─momentos muy relevantes al suceder tan pronto en la vida─.

(Para este tema, visto muy concretamente y en mi caso ─el tema de la desarmonía en nuestra individuación─, buscar esta palabra, «individuación», en esta web.)

En esos momentos a menudo tiene lugar una «grabación», un bloqueo; se crea una «ruta» que facilitará que se refuerce ese error, o bien que facilitará que por ahí nos entren o se establezcan más errores.

(Todo error en el alma, como comenta Jesús, provoca miedo; y el miedo es ya un dolor emocional, cosa que termina dando a menudo dolor físico en nuestras vidas.)

Entonces, más tarde, dejaremos de querer sentir humildemente esa «verdad» personal concreta.

Esa verdad personal estará ligada a una emoción causal.

Esa «verdad» sí estaría enlazada con la emoción bloqueada en aquel momento en el que, por ejemplo mamá o papá, no me quisieron, o me odiaban (o eran displicentes continuamente, como suele pasar, etc.).

Se bloqueó porque nosotros no pudimos «expresar inocentemente» quizá la «devolución» de ese odio (sin proyectarlo, es decir, con un pataleo y cosas similares); y luego, lo que todos hacemos cuando somos más mayores (en las relaciones, etc.), es de cierto modo culparnos a nosotros mismos, con más o menos creencias explícitas de este tipo:

«me siento no amada/o, y de algún modo me lo merezco».

Esto sería un efecto, una emoción de efecto, cuya causa está en esos otros momentos concretos de la infancia (o grabaciones uterinas), que se nos quedaron evidentemente muy grabados.

Así pues, esa emoción de «no me siento amado/a» no suele ser la emoción causal, o no lo es en su totalidad.

Esas emociones superficiales las solemos usar para no sentir humildemente la emoción «causal» que tanto nos duele.

Así, nos mantenemos en la superficie, y quizá haciendo mucho drama, etc. ─quizá toda la vida─.

Los niños pequeños son en general muy capaces de «simplemente sentir» y dejarse atravesar por las emociones (o las creencias-emociones, los juicios teñidos de emoción, etc.); pero también son en general mucho más capaces de absorber profundamente muchas «emociones-errores» ─como nos ha pasado a todos─.

El error es verdad para mí, es mi «verdad» personal en un «nivel de sentimiento», sentido en el alma como tal verdad personal. Y para librarme de él necesito primero sentirlo a fondo ─sin intelectualizarlo─, y necesito además aceptar ─también emocionalmente, y con «humildad expresiva»─ una verdad que lo sustituya.

Además, necesitamos sentir las emociones en el nivel causal.

Como hemos visto, en el nivel superficial podemos pasarnos toda la vida por ejemplo «llorando» una pérdida sin siquiera llegar a rozar el núcleo de nuestras emociones y creencias en el yo herido (ver el punto A.3).

Así no podremos aceptar emocionalmente más verdad, y, por lo tanto en nuestras vidas no podremos abrir más la puerta al amor.

Todo esto (sentir el error, ir al nivel causal…) se necesita si queremos desbloquearnos y poder ser más reales, más «nosotros mismos» (más el yo real, que está por «bajo» el yo herido), con un deseo y una voluntad cada vez más plenamente realizados.

Esta humildad conlleva vernos a nosotros mismos emocionalmente tal como Dios nos ve.

Aunque, mejor dicho, conlleva sentirnos «tal como Dios nos siente (todo el rato)», pues Dios creó nuestras almas y ahí, la «visión» es sentimiento, es flujo continuo de «energía en movimiento», «emoción».

Así, para avanzar, nos tenemos que:

– dejar abrumar por las emociones erradas del yo herido, como por ejemplo las emociones de no ser merecedores del amor y/o del amor de Dios, etc.; o por ejemplo por penas muy profundas,

– también hemos de expresar ─sin dañar a nadie ni a nosotros mismos─ todas esas emociones erradas para que se puedan ir del alma, y abrir espacio así para la absorción de más verdad, y por tanto el amor,

– e igualmente, para poder absorber realmente esa verdad, a nivel del alma, tendremos que permitirnos ser abrumados por las emociones relativas a la verdad y al amor (y expresar éstas).

Entonces, como vimos, la verdad es siempre amorosa y en cierto sentido siempre es emocional.

Nuestra «verdad personal» es siempre emocional, pues somos alma (deseos, emociones, pasiones, intenciones…), pero, a no ser que se trate de una verdad que esté en armonía con Dios, nunca será amorosa, o plenamente amorosa (incluso puede ser muy desamorosa, debido a la condición «encogida» del alma que todos solemos tener al empezar aquí en la Tierra nuestra vida autoconsciente).

Así pues, se trata de permitirnos ser honestos con nuestra verdad personal, desarrollar la humildad en cuanto a sentir y expresar el error a fondo; ídem en cuanto a sentir y expresar las penas profundas, etc. (y todo el rato que sea necesario), para así permitir que la verdad entre a nosotros, y poder abrir cada vez más espacio a ésta ─en ese o en algún momento, en oración, en tierna relación con Dios, o en la vida normal si nos lo permitimos, si actuamos en consonancia con la verdad, etc.─.

Así pues, rezar es muy importante, como aspecto de honestidad, desear cada vez más la verdad real acerca de cómo estamos nosotros mismos, como almas con una voluntad herida, una condición actual de alma que está herida.

Iremos pues deseando más y más sinceramente la verdad, más verdad divina, y que así el error pueda ser sustituido por más verdad acerca de nosotros y más verdad en general.

Insistamos en que Dios nos siente, y nos siente todo el rato, y lo siente todo tal cual es, pues somos sus almas, sus creaciones.

Su visión digamos que es un sentir.

Y evidentemente, nosotros (con la máscara o fachada que ponemos al yo herido: la dura cáscara del «huevo»), no nos permitimos ese sentir.

Si lo permitimos, entonces podremos ─junto a Dios y a sus guías verdaderos celestiales─ sentir el error y permitir que la verdad pase a nuestra alma, no quedándonos en el yo herido, como también sucede a menudo, sino cultivando el deseo de más y más verdad, lo cual a su vez abre el paso al amor (si expresamos, experimentamos, «volvemos a ser como niños», etc.).

El desarrollo profundo de la humildad, por nuestra parte, permitirá que el error se disuelva en nuestra alma.

Y una profunda humildad, en el nivel emocional, nos permitirá igualmente aceptar emocionalmente la verdad, y no solo aceptarla de manera intelectual, lo cual sólo nos colocaría en las vías del amor natural, y/o en los sucedáneos del camino del amor divino (estos sucedáneos puede que usen el concepto de Dios, el de Jesús, etc…, y puede que contengan muchas «verdades parciales», por así llamarlas).

  •  anhelo por la verdad.
    Como ya hemos empezado a ver, la verdad es por un lado «verdad personal»: es decir, sobre todo en principio los errores que tenemos más o menos integrados y que ─por así decirlo─ son «muy verdad para nosotros».Esos los tenemos que sentir, sí o sí, para superarlos.

    Lo que les da su aparente «verdad» es que para entrar en nuestra alma tuvieron que hacerlo emocionalmente y desde muy temprano en la vida, aparte de todo el importante añadido de pecado que luego hemos sumado a este error que está objetivamente bloqueando el alma (ver las páginas-guía A.3 y A.4 para ver algunos materiales básicos sobre el alma).

    Y, por otro lado, tenemos la verdad universal ─o verdad de Dios─.
    La verdad abre la puerta al amor ─o a más amor─, y así, nos hace libres ─nos prepara para ser transformados por el amor de Dios─.

Es muy importante considerar la relación entre la verdad y la responsabilidad. Veamos una breve cita, y, para ver más cosas sobre la responsabilidad, ver el punto A.3:

Cada vez que me niego a asumir la responsabilidad personal, el resultado siempre será una sola cosa, y es esta:

dolor.

Así pues, el dolor es un indicador, ya sea físico, emocional o espiritual ─y por cierto, existe el dolor espiritual─, es un indicador… de que no estoy asumiendo una responsabilidad personal en algún aspecto (físico, emocional, espiritual).

Así que en realidad Dios está todo el rato en nuestra misma cara… tratando de decirnos la verdad, veinticuatro horas al día, siete días a la semana.

Y si asumes la responsabilidad personal, sabrás en cualquier momento por qué no estas conectado con Dios.

  •  anhelo por el amor divino. El amor entra y transforma nuestra alma.

– Audio muy introductorio sobre uno de los aspectos: ¿Qué es la verdad personal? (ver más audios abajo.)

– Texto sobre «abrirse a la verdad duele».

Así pues, estos son algunos aspectos fundamentales sobre lo que «hacen», estos tres ingredientes, y lo que son:

– el amor de Dios podría empezar a entrar y transformar nuestra alma (y no primero nuestra «mente pensante»),

– ese amor divino es lo único que realmente la transforma (lo otro es redención, «sanación natural del alma», digamos)

– pero, para ello, la verdad de Dios y la verdad personal (nuestra aceptación emocional de la «verdad» personal, empezando por aceptar nuestra fachada, o por aceptar emocionalmente que «no queremos sanar», o que queremos una adicción en concreto, etc.)… han de abrir nuestra alma, preparándola para ser transformada, y,

– al desarrollar la humildad permitiremos que se dé todo este proceso, y, por lo tanto, que el error sea despejado en nuestras almas, etc.

En estos momentos la mayoría de nosotros no tenemos ese deseo relativo a la humildad, ese deseo de sentir y simplemente sentir todo. Solo lo tenemos cuando los sentimientos son aquellos que creemos poder afrontar.

Es decir, nuestro miedo determina lo humildes que somos.

Tenemos miedo a ir demasiado lejos en cualquier dirección relacionada con el sentir. Así pues, creamos barreras en nuestras emociones y sentimientos. Esto evita que nos sintamos de la manera en la que realmente nos estamos sintiendo en muchos asuntos.

Así pues, estamos gobernados por nuestro miedo, y no somos humildes.

Y como nuestro miedo determina cuánto estamos dispuestos a sentir, también determina cuánta verdad estamos dispuestos a escuchar. Y así, determina lo amorosos que nos vamos a volver. Y si tenemos mucho miedo, será muy poca la cantidad de amor que podremos tener, pues nuestro miedo dictará cuánto amor podemos expresar.

Consciente o inconscientemente, mostramos actitudes desamorosas que nos ponen en desarmonía con la verdad y con el amor, y por ello nos hacemos sufrir.

Esto sucede porque dentro tenemos:

– emociones que aún están por «expresar sanamente» (ejemplos: temblar de miedo sin rechazar ese proceso corporal…, gritar inocentemente y ─claro─ sin ponernos en peligro y/o «molestar»… como un niño enfadado sin juzgarnos…),

– o bien, podemos decir: emociones por «procesar», para soltarlas sin proyectarlas ─para «sanarlas», por así decirlo, en nuestra alma, y que se disuelvan las rutas emocionales del error─.

A esas emociones las podemos llamar «errores» (están basadas en errores).

Estos errores los tenemos que sentir si es que nos queremos liberar dentro del camino del amor divino y queremos que la verdad de Dios pueda sustituir plenamente el error, transformando incluso el alma ─puesto que estaremos abriéndonos al amor divino, que procede de fuera del alma─.

Recordemos: somos una creación de Dios, que sólo está hecha a imagen de Dios, y si no nos transformamos con esa sustancia nueva para el alma, el amor de Dios, no podremos devenir una nueva criatura («renacer» en el amor de Dios, cosa que Jesús hizo incluso estando en el cuerpo físico, hace unos 2000 años).

¿Por qué? Porque el amor no tiene nada que ver con la obligación, y «menos aún» el amor más puro, el divino.

Dios no puede forzar la entrada de Su Amor en nuestra alma; hemos de pedirlo, deseándolo de manera pura.

Uno de los rasgos presentes en los caminos del amor en general ─»natural»─ (que puede ser mucho más largo si este rasgo está muy acentuado), es este:

– Hacerse autosuficiente, «autodependiente» ─intelectualmente─, y convencerse ─»sin Dios»─ de la propia valía de uno mismo (convencerse intelectualmente de la invalidez del error, etc.).

Ojo, esto no quiere decir que el amor natural sea «malo». Es el potencial natural del alma, y nuestra alma «no necesita» recibir amor divino (es un regalo), pues el alma ya es perfecta en su potencial como alma natural, aunque aún no haya realizado el potencial de perfección en dicho amor naturla, o aunque aún no sea divina.

Tampoco se quiere decir con esto que esos caminos del amor natural sean «malos» (son lo que siempre ha existido antes de Jesús, y siguen existiendo).

Lo que decimos es simplemente que son incompletos. Y, así, en esos caminos nos puede suceder que, debido a la herida espiritual fomentada en este planeta, demos pie a muchas distorsiones y manipulaciones.

Esto último lo comento o resumo en varias partes a raíz de lo que divulga Jesús. Y es que él muestra esto por ejemplo en relación a la manipulación que se da en torno a la creación y el mantenimiento de muchas religiones o espiritualidades.

En muchos caminos espirituales, y debido por ejemplo a la creencia falsa en la reencarnación (la reencarnación al uso, que no existe), los espíritus «perfeccionados» o semiperfeccionados pueden pegarse muy pronto en la vida de los niños, y así, pueden manipular mucho dichas vidas, y desde antes de que tengan autoconsciencia incluso. Esto lo harían para que se mantengan ciertas tradiciones en la Tierra física, etc.

El mundo tiene mil argucias para conseguir llevarnos a acentuar con más o menos orgullo esta dependencia primero de uno mismo: por ejemplo, en muchas espiritualidades, o en caminos en torno a muchas canalizaciones que suplantan por ejemplo el nombre de Jesús, con muchos tipos de gurúes o maestros, con todo tipo de «fachadas espirituales», y/o con muchas personas desencarnadas que actúan desde diferentes dimensiones a través de nuestro cuerpo espiritual (nuestras energías) para crear ilusiones de maestría y sabiduría (una especie de «falsa luz», etc.).

Podemos poner este ejemplo sobre el proceso que implica la verdad:

En general, los niños muy pequeños son espejos que nos reflejan las emociones que los adultos no queremos volver a sentir, pues a menudo no queremos crecer realmente, no queremos sentir el error, no queremos dar ese paso que es necesario: El de abrumarnos sintiendo y expresando humildemente el «error», para que así pueda fluir, y para poder sustituirlo sintiendo y expresando también abrumadoramente la verdad, para entonces realmente poder vernos, poder sentirnos, con los «ojos de Dios».

Cuando esta verdad sobre los niños, y otras verdades emocionales de índole personal ─tan básicas─, no se entienden bien (pues tradicionalmente no se entendían ni se querían tratar explícitamente), entonces, al no entender lo básico, las tendencias a estar en desarmonía con respecto al amor pasan de generación en generación, en una especie de continua «grabación traumática emocional inconsciente», que todos ayudábamos a fabricar, y ─normalmente─ a mantener sin sanar (ayudando así a reforzar creencias falsas, como por ejemplo la de que el ser humano es intrínsecamente malo, etc.)

1.1 La aversión que tenemos a la verdad, y nuestra resistencia a la verdad, crea miedo… y el miedo crea dolor y sufrimiento

En el siguiente texto, Jesús plantea de forma muy sencilla esta relación, haciendo referencia a algunas cosas de las que hablamos también en otras páginas guía de la web (Amón y Amán, etc.):
Las causas del miedo que domina el planeta

1.2 El «ejercicio» de estos tres elementos básicos en la situación concreta del camino del amor divino: fe y oración

Ver «La importancia del amor divino«.
En esa entrada de la web coloco tanto los pdf’s con el texto de la conversación sobre fe, oración y amor divino, de Miller y Mary… y los enlaces a los vídeos en el canal (traducidos con los subtítulos que suelo hacer) y los índices a cada vídeo.

Todo el tema del ejercicio de nuestra voluntad y el desarrollo de la voluntad está enlazado o un poco desarrollado en las siguientes páginas guía (A.3, A.5, etc.).

Es fundamental ya que ese discurso incorpora lo que llamamos deseo, que es casi sinónimo a fe (teniendo en cuenta que de cierto modo el «deseo» es superior a la mera «voluntad»).

1.3 La acción

Como se verá a menudo implícito por aquí y por allá, en varios materiales y páginas, la acción, desafiando miedos, etc. (una acción armónica con los principios de Dios) es requerida para poder  desafiar nuestros miedos, y poder así recibir más y más compensación positiva, etc., aunque sin expectativas (ya que toda expectativa es desamorosa).

La acción en realidad incluye cosas del comportamiento que pueden no requerir de realizar «acciones» que normalmente llamaríamos así, como acciones más físicas, digamos.

Por ejemplo, podréis haber sentido a veces en la vida cómo se siente bien ya solo desear ─más o menos con pureza─, desear… algo bueno para los demás, para uno mismo, etc.

Pero lógicamente tendremos más crecimiento si ponemos en acción un deseo que nos haga crecer en amor en nuestra condición álmica o voluntad.

(Para este tema de la voluntad ( = condición álmica) y el deseo, ver el apartado dedicado a ello en esta página.)

Vemos pues cómo mucha de nuestra dejadez, muchas de nuestras inacciones, etc., son motivadas por falta de humildad; es decir, somos así para no tener que sentir los miedos, el dolor emocional en general (y el físico, que es acumulación de tal dolor emocional), etc.

Pero habremos de atravesar esas cosas.

Como podéis ver también, el tema central sobre el que gira todo esto es el de nuestra condición álmica, que es la que se nos va a mostrar continuamente (por parte de las leyes naturales, de Dios, que nos la van a mostrar) en la vida, en el cuerpo, en los eventos… y esa condición de nuestra alma es degradada por lo que Jesús llama y define como pecado de forma muy técnica y sencilla, y práctica (ver página-guía A.5):

«El pecado es causado por la existencia de voluntad o de deseo en desarmonía con el amor de Dios y con los principios de Dios, o bien es causado por la ausencia de voluntad o de deseo que estén en armonía con los mismos (amor y principios de Dios), y sea o no que se lleve a cabo dicha voluntad o dicho deseo».

2. Emociones, verdad y juicio

El estado de negarnos a sentir la emoción causal implica juicio, y con ello no podemos aceptar ni sentir la verdad.

Cuando estamos en un estado de negarnos a sentir la emoción causal (ver el punto A.4 sobre las emociones), entonces rechazamos la verdad que se nos pueda decir. Sentiremos que esa verdad es un juicio, que se nos juzga, etc.

El negarnos a sentir la emoción causal puede consistir en un estado de justificarla con miedo, terror, enfado, ira… o cualquiera de las demás justificaciones para no sentirla.

Lo que realmente estamos haciendo es crear un estado de permanente juicio hacia cualquier pedazo de verdad que nos llegue.

Ese es un lugar muy peligroso donde estar, pues en un estado de juicio puedes convertir cualquier cosa buena en mala, y justificar no recibirla.

Una vez que estamos en ese estado de juicio, culparemos al mundo de todo lo que está pasando en nuestras vidas, y no asumiremos ninguna responsabilidad personal ni aceptación personal de lo que realmente nos está pasando.

3. Cuando somos juzgados

Si un amigo te juzga (por ejemplo: «eres malo/mala, egoísta, etc.») y ese juicio provoca un mal efecto sobre ti, entonces significa que tienes dentro una emoción por liberar.

Fijémonos en que el amigo que te juzga cree que está en la verdad, cree que tiene la razón. Pero la única «razón» que podríamos decir que tiene (en nuestra ley de la atracción) es una razón funcional: sirvió para poder detectar, dentro de nosotros, una emoción a liberar, una emoción que puede que no tenga nada que ver con el motivo por el que ese amigo te está juzgando.

4. La conciencia (órgano de la verdad en el alma) entendida desde la perspectiva de Dios

El alma tiene mecanismos para posibilitar la relación con Dios. Uno de ellos es el que llamamos «conciencia» (si hace falta, ver la definición del diccionario, ya que uno de los significados de esa palabra ─»conciencia», sin la ese de «consciencia»─.. es, por así decirlo, «consciencia moral», frente al mero hecho de «ser conscientes de algo». Es decir, se trata de la sensibilidad a lo correcto y lo incorrecto, pero en todos los niveles).

Así pues, una parte de lo que llamamos «conciencia» se trata de lo que podemos llamar «conciencia moral», «la voz de la conciencia»… como cuando se dice que tenemos «remordimientos de conciencia», la «conciencia tranquila».

Entonces, si vemos la conciencia desde la perspectiva de Dios, lo que la verdad divina nos propone es que en realidad se trata de algo mucho más amplio (más amplio como realidad en el alma, como realidad emocional profunda), pues es un constante mecanismo de comunicación de lo que «opina» de Dios sobre cualquier cosa ─sobre cualquier hecho, posible verdad, etc., acerca de cualquier asunto, y no solo de los asuntos más directamente «morales»─.

La recepción del amor divino es independiente del mecanismo de la conciencia.

La conciencia siempre está funcionando, y somos nosotros quienes podemos acallarla ─normalmente lo hacemos, porque es incómoda para nuestra fachada, adicciones, etc.─.

En esa resistencia a la verdad de Dios que todos tenemos, en ese acallamiento de la conciencia u obstaculación del funcionamiento de la conciencia, nos pueden asistir espíritus (desencarnados) que no estén en el camino del amor divino, y que puede que incluso sean bastante más elevados en amor natural que nosotros.

A diferencia del mecanismo de la conciencia (como mecanismo de recepción de la verdad, de parte de Dios), el mecanismo de recibir amor divino depende de nuestro deseo, y no se nos impone.

La conciencia tiene su sede en el alma,  así como la tienen en realidad el libre albedrío, y el hecho de ser conscientes de nosotros mismos ─la autoconsciencia─, etc. (Para ver cosas relacionadas con el tema del alma, ver la página guía A.3.)

En el apartado de materiales, abajo, enlazo entre otras cosas algunas básicas sobre la conciencia, dadas en conversación por Miller y Mary en los años 2017 y 2018. Entre otras, están todos los esquemas traducidos de aquellas charlas.

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5. Materiales

– La humildad
– Algunos audios y vídeos
– La conciencia
– Textos relacionados
– Otros materiales
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La humildad

Este, la humildad, es quizá el elemento más crucial.

– Ver la página dedicada a la larga entrevista sobre la humildad (con textos, audios):
unplandivino.net/humildad-entrevista
La humildad y la valía: texto con enlace a su lectura en formato vídeo, etc.
– Algunos textos sobre la humildad, con extractos (aporte de Paco): Esbozo del encuentro sobre humildad del 2009: pdf / Extractos del mismo encuentro: pdf

Algunos audios y vídeos (para el tema de la conciencia, ver su apartado más abajo):

La importancia del amor divino» (entrada con enlaces a los vídeos y textos) (algo comentado, brevemente, en el apartado 1.2 arriba).
No hay amor sin verdad. El proceso de descubrir la verdad, diferencia amor natural/divino (básico) (youtube)
Esbozo sobre las lecciones del amor natural. El contraste amor divino / amor natural (ivoox) / descarga (nube)
La verdad y la acción (observaciones básicas para crecer en la capacidad de relacionarnos con Dios) (youtube)
¿Por qué la humanidad tiene tanta resistencia ante la verdad divina?
Reconocer ante Dios humildemente, como niños pequeños, que no queremos sentir nuestras heridas (youtube)
Las decisiones «malas» del pasado, y el miedo a afrontar las emociones subyacentes… son regalos (youtube)
La sensibilidad al amor divino recibido, y la importancia de la voluntad: interacción instructiva entre Jesús y M. Magdalena: vídeo (octubre 2021) / texto con índice y enlaces
¿Qué es la verdad personal? (youtube)

La conciencia

– Para los materiales de la conciencia ver esta página donde recopilo todo.

Textos relacionados

Nota sobre la oración

Abrirse a la verdad duele, y gracias a ello nos liberamos o desbloqueamos

Otros materiales
– ver, en la página de los encuentros del 2014, las conversaciones personales, sobre «verdad personal», con diversos participantes.

Lógica, emociones y verdad. Son varios vídeos y el texto de ese taller de Miller sobre el tema lógica, emociones y verdad… todo ello enlazado en esta entrada (contiene los enlaces al pdf, a los vídeos, y los índices de contenidos de los vídeos, etc.)