En este audio y texto:
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… vemos este tema fundamental:
Cuándo quedarían completados los procesos de arrepentimiento y de perdón.
La relación con Dios es en realidad el tema más importante del audio.
Aquí debajo coloco el texto también en este formato web.
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¶ Índice
Introducción
– Parte I: Transcripción y comentarios
La terminación del proceso de perdón
La terminación del proceso de arrepentimiento
– Parte II: Comentarios finales
Comentario 1: la relación con Dios
Comentario 2: “sacar a Dios de la ecuación”, y el ejemplo del aborto para ilustrar las observaciones claves con las que termina la conversación de Jesús y M. Magdalena
En la primera parte abajo está la transcripción literal, traducida, de una parte de las enseñanzas presentadas en la cabecera. Haré algunos comentarios al hilo de lo que hemos visto en algunos audios y textos recientes. Pongo comentarios durante la misma transcripción, que van entre corchetes, dentro del cuerpo del texto o aisladamente. Y en la parte II hay unos comentarios finales.
La forma de transcribir es a veces poniendo quién dice qué cosa, pero otras veces no es así, y simplemente delineo el curso de la conversación tal como de forma natural se podría hacer si fuera un monólogo sobre el tema que están tratando.
Parte I: Transcripción y comentarios
Jesús y María Magdalena comienzan observando —con algo de retintín, como suele ser usual en estas conversaciones grabadas, aunque sin ánimo de herir a nadie— que usualmente nos decimos que el arrepentimiento y el perdón están terminados mucho antes de que lo estén, e incluso mucho antes de haber siquiera empezado [esos procesos de arrepentimiento y/o de perdón].
La terminación del proceso de perdón
¿Cómo sé que el perdón está terminado, hecho? Cuando el dolor emocional y el sufrimiento ya no son algo que pueda ser sentido por mí, ni algo que pueda ser recordado emocionalmente por mí. Así, hemos perdonado, y está terminado.
Y las leyes de Dios nos dirán cuándo lo está. La ley de atracción cesará [en un sentido que ahora se aclarará] a la hora de desencadenar emoción. No hay ya más eventos negativos que desencadenen emociones [se sobreentiende: emociones erradas, en desarmonía, que bloqueamos dentro del alma cuando tenemos todavía cosas que procesar relativas a daño recibido del entorno (lo que es el perdón)]. Y si alguien provoca eventos negativos (pues no pueden hacerlo por atracción, sino que han de hacerlo aposta [aquí, “por atracción”, se sobreentiende esto, claro está: “por ley de atracción”, es decir, que no es esa ley la que nos traería a nuestra realidad eventos negativos]), nosotros, aun así [aun “recibiendo” esos eventos negativos, por más que los estemos recibiendo] no sentiremos nada; todo se fue, se acabó.
[c1: Aquí, obviamente —y tal como comentamos recientemente de nuevo en un audio— tenemos el ejemplo extremo de lo que llaman “la crucifixión”. Ya no es la ley de atracción del alma de Jesús lo que habría atraído el evento negativo de la tortura física final —y muerte física— que experimentó en la primera vida, hace unos 20 siglos. Lo que habría “construído” ese evento sería la intención y la ley de atracción de quienes le rodeaban, y no sólo la intención de sus “enemigos”, sino también por ejemplo las intenciones de algunos amigos —o bastantes amigos—, ya que al parecer querían poner a prueba a Jesús (no sólo Judas).]
[c2: También podemos preguntarnos y/o recordar algo básico sobre la relación entre los todavía encarnados físicamente y los ya desencarnados, en este sentido; es decir, preguntarnos sobre qué pasa si realmente hemos perdonado todas las heridas que vinieron de por ejemplo nuestras madres, padres, abuelos, etc., siendo que son personas muy importantes en este sentido emocional…; o bien, qué pasa si, por lo contrario, no lo hemos hecho —me refiero al caso de que esas personas ya hayan muerto y entonces ya vivan como desencarnados—.
En ese estado desencarnado se verán más o menos atraídos a “ayudarnos”, si aún disponen de algo de “energía” para no estar solamente “sintiendo lo suyo” (ya que eso es lo que idealmente se requeriría —traspasar cuanto antes todos los dolores, “sin miedo”—, y suele haber mucho dolor emocional en el alma de todo el mundo; lo ideal es, pues, hacerse cargo personalmente de “lo de uno mismo”, cuanto antes, y a ser posible con la ayuda de Dios, si se quiere —estemos donde estemos, y en el lugar que “nos toque”—).
Entonces, si los antepasados ya fallecidos o recientemente fallecidos intentan “ayudar”, en ese caso, dependiendo de nuestras heridas (aún muy abiertas, quizá, siendo que son las heridas relativas al perdón precisamente de esas personas, de sus actos, en tanto que son las principales suministradoras de esas heridas más básicas que nos resistimos a veces de por vida a sentir), dependiendo de nuestras heridas, decíamos, esos antepasados ya fallecidos podrán provocarnos eventos negativos por su propia intención, aunque no piensen estar haciéndolo aposta (pero sí que tienen “intención de ayudar”, aunque en un ayuda desarmónica con cómo Dios siente el amor, la ayuda, la verdad). Es decir, podemos estar algo abiertos a atraer en nuestras vidas un deseo de que se conmiseren con nosotros mismamente incluso estas personas —ellas, personalmente—. Y si ellas tienen la intención de ayudar —como solerían tenerla en la vida física, pero a menudo en modo “preocupación”, con más o menos conmiseración en ello, lo cual no es ayudar— entonces, podríamos todos estar degradándonos más.]
… todo se fue, se acabó [continuamos en el hilo principal con esas palabras últimas repetidas] incluyendo el hecho de que ahora vemos que somos capaces de perdonar de inmediato; así, sabemos que se acabó. Si alguien nos daña, lo que sentiremos inmediatamente por la persona es el perdón; compasión inmediata; comprensión inmediata; reconocimiento inmediato de su pecado. Inmediatamente vemos que es esta persona quien fue la causa de eso; vemos todo eso de inmediato.
Y lo hacemos sin enfado, sin acusar o culpar, ni nada. Es simplemente:
“Lo sé, y ahora me siento neutral sobre eso. No me siento mal sobre ello, ya no. Sé que está mal; sé que la persona hizo algo equivocado…”.
E incluso sé por qué lo hizo. Lo sé, porque:
“Yo sentía esto [en ese momento o aquel otro momento…], y ella sentía tal otra cosa [en tal momento o en tal otro…]… y eso es lo que lo estaba causando”.
Y es de este modo como incluso le puedes decir a alguien qué es exactamente lo que le hace pecar, e incluso darle la oportunidad de contárselo, incluso aunque esté pecando contra ti [lo que obviamente no quiere decir que les tengamos que obligar a escucharnos, a comentarles que sabemos lo que está pasando, que sabemos por qué lo están haciendo en el momento… por qué nos están atacando, o lo que sea que hagan… y que sabemos no sólo que eso es pecado, sino sus causas emocionales, álmicas].
Y lo puedes hacer de manera muy calmada, muy lógica… de manera que no se trata de obtener algo para ti mismo, ni de controlar su comportamiento, ni de crear una situación para ellos en la que quieran hacer algo sobre la cuestión. Sino que simplemente se trata de decir la verdad sobre ello [se sobreentiende: no se trata de ponerles en bandeja —a quienes nos hicieron daño realmente—, el poder demostrarnos que se arrepienten de lo que han hecho. Este tipo de cosas no se las pediríamos, no se las exigiríamos. No exigiríamos que ellos hagan nada que supuestamente facilite, para nosotros, el sentir todo el dolor (perdonar) que sus acciones provocaron en nosotros, en nuestra alma —sus acciones más o menos intencional y personalmente dirigidas hacia nosotros, como son por ejemplo los golpes o palizas dados cuando somos pequeños por una madre, padre, etc., siendo que a menudo esa violencia viene acompañada posteriormente de impedirnos o intentar impedirnos llorar, es decir, de enseñarnos a no llorar, etc. (pero, como vimos, eso sería lo natural: llorar para poder “liberar” el alma)—.]
Jesús: Si la mayoría de gente viera cómo son mis interacciones con ellos [se sobreentiende: con personas a las que Jesús ya perdonó o perdonó casi totalmente] podrían ver que básicamente he llegado a ese punto con ellos. Y siempre puedo explicarles lo que está pasando; siempre puedo explicarles cómo se siente eso; tengo compasión y comprensión sobre cómo fue causado… y todo eso. Y todas esas cosas son automáticas una vez que has perdonado.
La terminación del proceso de arrepentimiento
¿Cómo saber que estoy plenamente arrepentido por un error o daño que cometí en el pasado?
Hay dos fases en esto.
1) Primero está la firma emocional del dolor y del sufrimiento que yo he causado a otro mediante mi acción o comportamiento pecaminoso, y que ya he sentido sobre todo ello. De modo que sé cómo se sintió para ellos tener que atravesar aquello que les hice atravesar, soportar.
Siento una gran cantidad de remordimiento sobre lo que les hice pasar, porque sé lo mal que se sintió ponerles en esa situación.
María: Sabes por lo que ellos pasaron, realmente.
Jesús: Sí, porque para poder tú arrepentirte, has tenido que sentir lo que ellos pasaron. O sea, realmente sentiste cómo se sentía estar [estar así, de ese modo, en eso; estar bajo esa…; (estar de ese modo, el que fue causado)] al tú haber perpetrado ese pecado contra ellos; y ahora tú mismo sientes cómo se sintió hacerles eso —cómo se sintió para ellos [cómo lo sintieron ellos]—.
O sea, sientes cómo fue para ellos tener que atravesar el perdón de lo que hiciste.
María: Aunque ellos aún no hayan perdonado…
Jesús: Incluso aunque ellos no te hayan perdonado, tú sabrías lo que ellos han tenido que atravesar, también. Y eso genera bastante compasión, comprensión…
Y, puedes imaginar… si te arrepientes antes de que alguien te perdone, sabes con exactitud por lo que van a tener que pasar como resultado de tu pecado, las dificultades que van a atravesar.
Pero también [ocurre que], cuando ellos te plantean asuntos veraces [cosas pertinentes, relativas a los hechos emocionales, físicos, etc.] acerca de lo que les hiciste, vas a apoyarles en sus decisiones y elecciones en eso, ahí, al ellos plantearte esos asuntos.
E incluso, hasta cierto punto, serás tolerante con su rabia y enfado, por ellos tener que plantearte esos asuntos concretos a ti, esos asuntos que son pecados reales que Dios reconoce como pecados [es decir, esas personas —como aquellos “hijos enfadados con una madre” que vimos en un caso— están planteando efectivamente —aunque con algo de rabia, por ejemplo— cosas veraces y pertinentes, y que nos sirven o pueden servir para sentir el dolor relativo al arrepentimiento que, por ley, tarde o temprano hemos de sentir y desalojar de nosotros (como dolor emocional); o bien, simplemente nos señalan que tenemos ese dolor emocional aún almacenado, y ello por más desarmónica que sea la manera en que que esos “hijos” o “niños” nos pueden ofrecer el planteamiento de la cuestión, ya que ellos además pueden estar mucho más confusos que nosotros, emocionalmente hablando; y así, sus gritos, por ejemplo, serían algo hasta cierto punto “comprensible”].
Ese es pues el primero.
2) La segunda cuestión es que también vas a saber y has atravesado la firma emocional en relación a los eventos del pasado que generaron en ti el deseo de pecar, y el deseo de pecar de aquel modo también habrá desaparecido de ti.
Se habrá borrado completamente.
Has atravesado, y entiendes, por qué elegiste tomar las decisiones y elecciones que realmente realizaste. Entiendes totalmente por qué decidiste tomarlas, y realmente habrás atravesado las emociones requeridas para liberar esas razones de ti, de modo que ya no te impulsen más esas emociones y deseos a la hora de dañar a otros, de dañar al entorno, de dañarte a ti mismo o de dañar tu relación con Dios. Y entonces, una vez que has hechos esas cosas, has completado tu proceso de arrepentimiento.
Y ahora, si tanto el arrepentimiento como el perdón están completos, puedes imaginar la libertad que sientes… No queda nada de culpa dentro de ti; nada de vergüenza dentro de ti; ningún sentimiento de remordimiento es necesario, pues todos se fueron también.
Y a veces incluso forcejearás para recordar [las cosas], tras ese momento; no serás capaz ya de recordar emocionalmente cómo se siente haber hecho esas cosas. Y además de eso, habrá veces en que forcejearás para recordar intelectualmente cómo fue.
María: Y así es como nosotros casi nos volvemos una nueva persona, ¿no?
Jesús: Completamente, una nueva persona. Nacemos de nuevo… no sólo en el amor de Dios, sino en el modo de ser una persona completamente nueva con respecto al pecado.
El proceso del arrepentimiento no puede ser completado sin Dios, y de ahí que, para ser completado, se requiere del proceso de nacer de nuevo. Pero el proceso de arrepentimiento puede ser completado con respecto a la gente, y puede ser completado con respecto a nosotros mismos.
María: Dices que no puedes completarlo sin una relación con Dios.
Jesús: Podemos completar el arrepentimiento hacia una persona y también hacia el entorno, y también hacia nosotros mismos, sin Dios. Pero no podemos completar el arrepentimiento con respecto a Dios, sin Dios.
FIN
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Parte II: Comentarios finales
Estos comentarios no pertenecen a la conversación entre Jesús y M. Magdalena; son para comentar cosas importantes.
Comentario 1: la relación con Dios
Como vemos, al final se da una curiosa y seguramente muy importante conversación, a dilucidar o al menos parafrasear, pues en este camino la relación con Dios es y va a ser lo más importante, lógicamente.
Nos acaban de decir que podemos atravesar y completar todo el proceso de arrepentimiento en lo que atañe por ejemplo a una persona a la que hayamos dañado en el pasado.
Es decir, podemos haber pasado por todo el dolor emocional, con plena humildad, respecto a lo que esa persona tuvo que pasar debido a lo que hicimos nosotros —lo cual es algo que nosotros sentiremos para completar el proceso, tal como hoy nos explicaron—; y también podemos haber atravesado ya todo el dolor emocional relativo a las causas que generaron nuestro deseo de pecar, muy en concreto, con esa persona, aquella vez.
Y luego, al borrarse de nosotros ese deseo, diríamos —o supondríamos— que las situaciones similares que podamos haber vivido —otros pecados similares que hayamos cometido— irán cayendo más fácilmente así como en cascada (cayendo en el saco de: “está todo emocionalmente olvidado respecto al daño causado; y está todo emocionalmente olvidado respecto a las causas emocionales de los deseos de causar tal tipo de daño”). Y entonces, es así como ya no podremos pecar más de un modo semejante a ese, si es que realmente nos hemos arrepentido de lo que hicimos en ese caso a esa persona, y si, además, realmente hemos sentido las causas que generaron nuestra intención o deseo de pecar en ese sentido (aquí podemos poner un ejemplo extremo y muy claro: instigar un aborto en una pareja, si se es un hombre; esto es, por cierto, un pecado que nos coloca en la misma condición álmica que la de un asesino —o peor—).
Pero, en ese caso, en el de habernos arrepentido totalmente ya con alguien, y por mucho que hayamos completado perfectamente ese arrepentimiento en tanto que es “con esa persona”, relativo a lo que le hicimos, podría quedar todavía una parte del proceso, si no la hemos tratado explícitamente: la que involucra a Dios.
Dios es una “tercera persona” que siempre está en cierto modo “presente”, ya que de hecho es el que nos ha creado, como almas; es el Padre o la Madre por igual de todos nosotros, es decir, tanto de la persona que hemos dañado como de nosotros. Por tanto, en toda relación de arrepentimiento (parejas, “hijos”, etc.) siempre hemos dañado un poco nuestra relación con Dios.
Esa relación con Dios se ha visto afectada al afectar a otro hijo suyo que para Dios vale tan infinitamente como nosotros valemos para Dios.
Y así, nuestra relación con Dios —muy concreta, nuestra relación con Dios—, esa parte del arrepentimiento con respecto a Dios, no estará sanada, si no la sanamos con deseo de hacerlo (pues se requiere desearlo), y con un deseo sincero. Recordemos que Dios no puede imponernos ningún deseo, y tampoco va a estar así como “a gritos”, digamos, recordando esto a nadie todo el rato, etc.
Es decir, si no nos “arrepentimos respecto a Dios”, no podremos tener cada vez más esa relación con Dios, esa relación que fue siendo socavada poco a poco en nuestras vidas debido a todas nuestras faltas o pecados contra nosotros mismos, los demás, el entorno, etc. (y en general debido a todas nuestras “resistencias” a sentir las emociones, etc.).
Y quizá es importante recordar aquí que muchas veces estamos muy lejos de reconocer siquiera intelectualmente muchas cosas como pecados, cuando en realidad Dios las define claramente, con mucha precisión, como tales, pues simplemente lo son, es decir: son cosas que degradaron nuestra alma.
De hecho, por ejemplo, casi todo lo que ocurre en los hogares, en las familias, suele ser pecado, pues Dios y sus leyes naturales se aplican y se dirigen y apuntan a que seamos responsables, a que deseemos eso en todos los aspectos y cada vez más alegre y plenamente; mientras que en los hogares, tal como además está montado “el sistema”, todo se construye en gran medida para crear codependencias emocionales y materiales.
Comentario 2: “sacar a Dios de la ecuación”, y el ejemplo del aborto para ilustrar las observaciones claves con las que termina la conversación de Jesús y M. Magdalena
Hemos hablado desde hace meses —quizá un par años ya— sobre el tema de “sacar a Dios de la ecuación” (individual y colectivamente —“tecnocientíficamente”, etc.—).
Las observaciones y enseñanzas vistas hoy en esta breve conversación nos dan materiales básicos que contextualizan un poco más cómo estamos haciendo eso de “sacar a Dios de la ecuación”, individual y colectivamente; pues Dios es una persona que, como persona, aunque sea infinita, requiere que la relación con Ella no sólo sea una relación básica de un mero reconocimiento, digamos, sino de amor, pues no por nada Dios es amor infinito (para Ella las relaciones en sí mismas, reales, o son de amor o prácticamente no son —no realmente—).
Por las observaciones que acabamos de ver, cuando nos arrepentimos de verdad, en cierto modo sucede que, si las personas aún no nos han perdonado, nos ponemos así como “por delante de ellas” (un hecho que por ejemplo podría ser malinterpretado por esas personas como “ponernos por encima”).
Nos ponemos “por delante” en tanto que ya sabemos y hemos sentido aquellas emociones que tendrán que atravesar esas personas a las que hemos dañado.
Entonces, pongámonos en el caso de alguien que “sale de la Tierra” en su cuerpo-espíritu por haber sido abortado. Lleva en su alma un trauma emocional muy grande, ya sólo como mero comienzo de su vida autoconsciente, como alma, con esa vida que, como la de todos, surge en una Tierra donde por ejemplo los padres a veces abortan violentamente las vidas físicas.
Tal como nos sucede a nosotros, podemos suponer que esa persona no va a querer pasar por ese trauma vivido (ya que todos solemos estar mucho tiempo huyendo de lo que sentimos, de lo que tenemos alojado dentro como emoción bloqueada, etc.).
Eso es un: “no querer perdonar”.
Por tanto, esa persona va a tener un concepto “a medias” del perdón, pues sin embargo, en la vida, a partir de ese momento, puede que haya aprendido muy bien a perdonar casi todo rápidamente —en el mundo espiritual—, y puede que, una vez que se aparece en ese mundo espiritual en esas condiciones de “haber sido abortado”, haya pocas cosas de las que esas almas tengan que arrepentirse —en sus acciones posteriores—.
Por tanto, ellos, si no quieren que la gente que quizá consideran como “inferiores” (lo sepan o no: la gente como nosotros, que todavía está en la Tierra, y que somos capaces de cometer esos asesinatos tan atroces como son los abortos), si no quieren que esa gente encarnada, a la que quizá menosprecian así como sin darse cuenta (sin querer darse cuenta, o quizá dándose buena cuenta)… si no quieren que esa gente encarnada, decíamos, a la que quizá menosprecian con cierta justedad —recordemos— pues realmente la condición álmica de muchos de nosotros, los aún encarnados, es literalmente la de asesinos, y la mayoría de nosotros no estamos ni encarcelados ni en tratamientos específicos para subsanar el asunto… si esos “abortos” no quieren que esas personas “físicas” les “superen” (en el sentido que ellos medio-erróneamente puedan concebir que les “superarían”), entonces les interesará manejarnos, manipularnos, para controlar o intentar controlar nuestros procesos de arrepentimiento y/o de perdón; o, más bien, para que no nos arrepintamos de verdad de nuestras cosas, por ejemplo.
Lo digo porque veríamos signos de esto mismo, tal como parece fácil intuir, en los motivos y las maneras que se muestran en las canalizaciones y materiales dados a la Tierra; por ejemplo en los que hablan por Jesús, los que “suplantan” algo la persona de Jesús, que utilizan el nombre para poder ser creídos más o menos por ciertas personas (el curso de milagros y secuelas: curso de amor, vía de la maestría, etc.).
Como hemos visto, un arrepentimiento hecho realmente por nuestra parte nos sitúa en la posición en que sabemos por lo que van a tener que pasar esas almas abortadas. Por tanto, nos coloca así como “por delante”, en cierto sentido. Cosa que lógicamente para algunas de estas almas abortadas podría parecer “injusta”, es decir: “otra injusticia más”.
Aquí, tal como vimos, tendríamos una posible explicación para entender cómo son muchas “canalizaciones Nueva Era”; es decir, por qué no tratan del todo la relación con Dios (tal como vemos a Jesús tratar, de forma simple), por qué no hablan de arrepentimiento, etc.
Como vimos en el texto y audio sobre nuestra valía y el pecado intencional, citado en una nota anterior, si tenemos aún cosas por sanar, tendremos miedo a sanarlas, y con miedo en general sucede que somos más controlables. Y una gran parte de lo que nos queda por sanar, en el alma, son dolores emocionales relativos a procesos de arrepentimiento que nos quedan por hacer.
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Sobre los textos en general (y audios) en unplandivino.net
Lo que trato en general en estos textos y audios depende —en sus principales intuiciones y bases— de cierto desarrollo y cierto “proceso de asimilación” de las enseñanzas compartidas en divinetruth.com.
En el desarrollo, a veces aventuro cosas, y puede haber altibajos de precisión… pero he de insistir en que nada de esto habría sido posible en mi caso sin las enseñanzas de Jesús y María Magdalena (que unificaron por fin “todo”, en esta búsqueda, en este que ahora es “caminar realmente con Dios”, y no en los sucedáneos anteriores —y ya sea que yo ahora vaya a tener o no altibajos debido a mi vivencia con la ley de compensación, y debido a las resistencias que todos tenemos en algún grado—).
Entonces, una advertencia muy importante (!):
No existe en absoluto la reencarnación generalizada —no existe la reencarnación al uso—, pero sí sucede que el alma completa que llamamos “Jesús y María Magdalena” (re)nació físicamente en Australia, en el siglo XX de “nuestra era” —tal como en “occidente” contamos el tiempo—. En estas vidas físicas ellos dos se llaman Alan John Miller y Mary S. Luck.
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