Cuidado, aquí, como siempre decimos, no somos de ninguna religión ni nada parecido, y por el simple motivo de que Dios no es de ninguna.
Os juro que no me di cuenta de que hoy era «el día de San Juan» ─el 24 de junio─, pero tuve la inspiración de grabar este audio para reinterpretar completamente unas pocas líneas del célebre evangelio de Juan, tan metafísico él.
Por cierto, de ese escrito parece lógico suponer que, en un principio, tal como quizá fue escrito realmente, quizá no sería tan «metafísico-inductor»… tan «inductor de metafísicas» ─con todo el tema de la Trinidad, etc.─.
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Así que en esas estamos 🙂 , pero no con el ánimo de seguir haciendo estas lecturas mucho más; ni de decir que sea necesario hacerlas; sino para ver qué simples y profundas se han vuelto las cosas desde el fundamento de la verdad divina, desde esa «base» que vamos absorbiendo en el alma al ritmo de nuestra «sagrada resistencia» 🙂 ; o sea, al ritmo de mi falta de deseo apasionado de sentirlo todo por igual, y mi falta de deseo de descubrir todo lo que tengo realmente animándome en mi vida como emociones erradas ─es decir, al ritmo no de Dios, sino de toda mi falta de humidad ─en el sentido de Jesús─… con toda esa resistencia a la verdad, a la fe, al amor… a nivel emocional… y todo el autoengaño que aún queda en la fachada─.
Así pues, «destorciendo» vamos… destorciendo muchas «interpretaciones» para «desinterpretar» y encauzar la denostada «tradición».
Pero claro, sólo si ella «quiere» (ese ente impersonal… la tradición), ya que en general, por «lógica», es difícil que, con todas las heridas emocionales que tantos tenemos, la tradición pueda querer «auto-superarse», pero a la manera de Dios :); es decir, conforme al plan o diseño divino, que es que Dios hizo todas las cosas para poder amarnos ─como nos enseña Jesús─.
Cité dos versiones de Juan 1, 1-5 (el comienzo del prólogo de ese escrito). Ahora veréis por qué lo preciso.
La segunda es la Biblia de Jerusalén, que tiene muchos traductores, creo.
Y la primera citada es una traducción de Evaristo Martín Nieto, del 1962, un libro muy pequeño que contiene sólo los 4 evangelios «normales», y que parece que me regaló mi madre aposta; es decir, que quiso dedicarlo y todo; y esto para su sorpresa, pues cuando recientemente se lo enseñé, al ella ver la dedicatoria, le dio vergüenza ─no lo recordaba haber hecho; habrán pasado unos 40 años─.
Nos da vergüenza de lo que hemos hecho… jajaja… vergüenza ajena… pues al estar en la fachada estamos enajenados, como vemos.
En el audio «se me olvidó» comentar esto último, más anecdótico.
La dedicatoria expresa la fachada de madre buena. Y el hecho que demostraría que en la dedicatoria expresó un deseo de esa fachada, es mismamente la vergüenza que sintió unos 40 años después, cuando, como dije, le mostré este texto:
A mi hijo Iván deseando que su vida vaya siempre por el buen camino.
Con todo el cariño de su madre. (firma)
Ahora que le digo en las llamadas telefónicas que no soy su hijo, que ella no es realmente mi madre… y que de cierto modo quizá lo va aceptando a nivel del alma… qué mejor que celebrar la verdad de haber satisfecho efectivamente el deseo de mi madre ─aunque fuera ese de la fachada de «buenita»─, y celebrar la verdad de haberme sumado al camino bueno ─»bueno» en sentido absoluto─.
Pues efectivamente, sí, Dios existe; Dios es verdad infinita y absoluta, con todas esas leyes, sus fiables y amorosas y maravillosas leyes «naturales»; es decir, toda esa «verdad en torno a los hechos», que son las leyes ─o todo ese «esplendor de la realidad» que escribía Simone Weil que es en realidad la verdad─.
Estas leyes están así como «a nuestro servicio», pero, claro, en principio, por diseño, no están sirviéndonos «para gloria del hombre», sino para gloria de Dios, que es quien las «hizo».
Tiene lógica que Jesús, como fue el primero en aunarse con Dios en el amor personal de un ser tan diferente a nosotros ─seres finitos─ como es Dios… lógico que Jesús… tenga este papel de responsabilidad y/o «liderazgo» ─el Jesús real─, a la hora de encontrar el verdadero camino a la vida eterna.
Gracias PapiMami, Dios.
(Gracias, Jesús y María Magdalena, gracias Juan…, etc.)
(Y gracias, a mi madre y padre biológicos… 🙂 que se me olvidaba… y primero de todo, por no haberme abortado, ante todo…
…y a mi abuela, que, quizá a veces junto a mi abuelo, es la que más se encargó de mí en lo que toca a «estar», aunque proyectando su enorme actitud de sacrificio sobre mi madre y sobre mí… de forma innecesaria, «intensamente emocional».
Y, recordemos: nada esencial habría cambiado para ninguno de nosotros si nos hubieran dado en adopción.
Sólo hay un Dios, y no es ni nuestra madre, ni padre, abuelos, familia, matria, patria, religión…, ni Jesús… ni «la virgen»…, etc.)