Índice
─ Enlaces a vídeo
─ Introducción
─ Humildad
─ Verdad
─ Amor
─ Dios y alma
─ Naturaleza
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Enlaces a vídeo
En el vídeo aquí enlazado leo y comento un poco el texto de abajo:
─ Vídeo en YT: https://www.youtube.com/watch?v=hQQgPDovMk4
─ Descarga: https://www.dropbox.com/scl/fi/blyykecb3b89kzvckq8rn/20250102-Por-que-no-nos-aburriremos-en-la-eternidad.mp4
─ Vídeo en Odysee:
https://odysee.com/20250102–Por-que-no-nos-aburriremos-en-la-eternidad:c271f2630ff77d92cb18bcc701865572a0b73f31
Introducción
Vamos a responder claramente a por qué no nos aburriremos en la eternidad. Lo haremos de varias maneras. La respuesta rápida es simple, y la vamos a “ilustrar”, aunque la ilustración que realmente es “necesaria” es el acto de comprobar esto por uno mismo y en uno mismo, experimentalmente, ya que no hay mejor demostración y enseñanza que “por el ejemplo”.
Esto lo digo porque más adelante trataremos de plantear las cosas para que quizá se pueda sentir mejor por qué no serían “dogmáticas” unas afirmaciones como las que en seguida veremos.
Sabéis que en nuestro mundo hay un conjunto de científicos e interesados en la ciencia que a veces buscan “Teorías del Todo”. Pues bien, resulta que Jesús tiene una «teoría del todo» que, en este planteamiento que veremos más ampliamente ahora, es la simple respuesta a la cuestión del propósito del universo:
¿Cuál es dicho propósito? Ser amados por Dios.
Puede parecer que esa respuesta no resuelve nada, por ejemplo, a nivel “científico”, a nivel del “saber”, etc., pero veremos muy fácilmente cómo es que sí lo hace. Y lo siguiente es un primer esbozo de lo que vamos a ir ampliando.
Nacemos sin saber pensar, sin que en nosotros prepondere lo intelectual. Al principio sólo aprendemos con las capacidades de sentir. Éstas involucran al cuerpo, pero en realidad no tienen su base en el cuerpo.
“Metafóricamente” pintamos el mundo con la “pintura” de nuestras emociones, nuestros sentimientos. Una parte de ellos es lo que llamamos propósito, deseo, intención, etc.
Podríamos concebir el cuerpo como si fuera el pincel que termina irradiando tales cosas “internas”, las que tenemos en nuestro ánimo, es decir, en el “alma”.
El alma, sede o realidad de nuestra vida, sería como el bote con la pintura. Es una entidad con su propia sustancia y complejidad, lo cual hace que además la pintura conlleve cierta “estructura”, motivación…
Imaginaros además que no sois un mero “cuadro decorativo”, sino que nuestros actos en la vida pintan también cosas que “significan”, que tienen sentido. Pero por ahora no nos importará cuál sea tal sentido, sino a qué o quién se lo atribuyen, ¿a qué le atribuyen tal sentido? Objetivamente se lo dan a esa vida que somos.
Es decir, imaginaros que sois letras, también, en un cuadro móvil… imaginemos la existencia a cada momento como ese cuadro “en tres dimensiones”, como se suele decir… y que todos, a cada paso, a cada acto, escribimos, atribuyéndole un “sentido” a esa vida que somos (y que, por cierto, es una vida que no nos hemos dado nosotros mismos, ni nos ha sido dada “corporalmente” por nadie, ya que la vida no sale de los cuerpos materiales).
Entonces, más aún, el alma que somos, debido a que es creada pura, está destinada a una cosa que llamamos felicidad. Pero nosotros pintamos la vida, es decir, a cada momento atribuimos cosas a esa vida que ya somos, de tal manera que no tenemos en cuenta las condiciones que deberíamos obedecer para ser lo que somos, unas condiciones que también se llaman a veces «requisitos» (nota 1).
Cuando decimos “obedecer” quizá nos saltan todas las alarmas, pues normalmente tenemos muchos problemas con “la autoridad”. Pero fijémonos en qué de ventajas tiene el hecho de que los árboles que dan los sabrosos aguacates, mangos, etc., obedezcan a unas leyes naturales que ellos no han inventado, y que tienen que ver con toda la química, la bioelectricidad, etc., de las plantas.
Esos árboles se ajustan digamos que “cósmicamente”, y no caóticamente, a sus requisitos, y lo hacen “mediante” la vida que tienen (que no está dada a ellos por ellos mismos, tampoco). Hacen eso de forma digamos espontánea, «vital».
De manera espontánea ya siempre están “vueltos hacia su origen”, así como afrontando o contemplando las condiciones de su origen, si suponemos por un momento que en realidad su vida viene de lo que en realidad origina todo, incluyendo la capacidad vegetal de expresar tan inteligentemente esos patrones “genéticos” de vida.
¿Qué pinta la vida de un árbol? ¿De dónde obtiene su eficacia a la hora de ser lo que es? Vamos a ponernos abstractos. Las leyes naturales sobre la química, electromagnetismo, etc., que ese árbol respeta, están a su vez inspiradas por unos Principios que podemos sentir o ver expresados en la naturaleza. ¿Cuáles? Por ejemplo la economía y la función. Un árbol sirve para innumerables cosas a innumerables tipos de criaturas y en general al entorno atmosférico y terrestre. Además, lo hace abundante y económicamente (cosas estas dos que en realidad van unidas): un sólo árbol sirve para cientos y cientos de cosas, es decir, está involucrado en cientos de relaciones, algunas o muchas todavía desconocidas (nota 2).
Entonces, podríamos decir que los colores que el árbol pinta en el lienzo de la existencia terrestre son los de esos Principios, que por supuesto el árbol no ha inventado. Esos principios parecen consustanciales a la vida que tiene como ser vivo en general.
Dios da vida expresando esos principios, y de cierto modo Dios así ya pinta desde siempre “el mundo”, y lo hace gracias a que esos mismos Principios expresados por sus Leyes. Esos Principios serían la naturaleza o personalidad de Dios como ser infinito y personalmente contactable (nota 3).
Si queréis, “la espiritualidad” auténtica tiene que ver con “armonizar” esas dos “pinturas”, es decir:
─ el modo en que nosotros atribuimos cosas a la vida que somos (normalmente se las atribuimos “inconscientemente”),
─ el modo en que Dios ya siempre expresa sus “atributos” en el modo en que aquí, en el universo, están expresados tales atributos personales de Dios por medio de los pinceles-leyes.
Como Dios ha creado nuestras almas, sería lógico pensar que, a ese nivel de los sentimientos, Dios también pudiera darnos un conocimiento directo en forma de un sentir. Por ejemplo, una transmisión así podría ser la de “cómo se siente ser un animal determinado” (cómo se siente el ponerse «en la piel» de ese animal (nota 4)). O podría ser la de sentir muy sutilmente la funcionalidad de una especie de pájaro, es decir, ver un pájaro determinado y, mirando con deseo de saber, sentir por un momento el “estilo único” de ese pájaro, lo cual quizá nos remita a las condiciones que hacen que su funcionalidad sea única, en el sentido de que cumple una función de una manera que ninguna otra especie puede cumplir (si se cumplen las condiciones para ello, pues un ecosistema puede estar empobrecido y entonces puede perder un poco de sentido, o mucho, la variedad de especies animales).
A un nivel más humano y “urgente”, también Dios nos podría hacer partícipes de cómo se siente Él, Ella, sobre el proceso de regeneración de una parte de la naturaleza, una parte que puede que esté así como “clamando a gritos” por ayuda, en el sentido de que podríamos ser sensibles a cierto sentido del “pudor”, es decir, de responsabilidad por todo lo que la hemos dañado debido a nuestros tipos de alimentación, y a nuestra falta de cierta “participación armónica” a la hora de conseguir nuestros alimentos de formas cada vez más respetuosas, naturales, permaculturales, armónicas con el medio y sanas…
No nos aburriremos eternamente porque siempre estaremos sintiendo más y más los Principios con los que Dios pinta. Pero, en el fondo, para que esto sea un progreso eterno, se requiere una relación personal con Dios. Y para Dios, “relación personal” significa relación de amor, es decir: recibir amor de Dios.
Este es el mensaje viviente que fue efectivamente Jesús como vida que habría demostrado esto. Y este es el motivo por el que vamos a comprobar (si lo sentimos) cómo es que tiene todo el sentido del mundo aquella simple “teoría del todo”.
Una vez recibida esa primera sustancia realmente transformadora para nuestras almas, esa nueva capacidad nos va a hacer “crear con Dios” tarde o temprano sí o sí (el amor de Dios, ese primer atributo de Dios lo conseguirá). Nuestras almas van a poder “volverse” hacia sus requisitos, sus condiciones, sentidas de forma “más directa”, para ser lo que ya somos (creados por Dios), pero ahora “nivel Dios” en el sentido de “sustancialmente Dios”.
Esto no quiere decir que vamos a ser Dios, pues siempre seguiremos siendo finitos, por lo que parece, y Dios infinito. Lo que sí quiere decir es que crearemos cada vez más y más tal como Dios crea, “pinta”.
Es lógico pensar que cuando Dios no nos está queriendo no estamos siendo del todo nosotros mismos, o sólo lo estamos siendo como en un eco.
En ese momento le estamos atribuyendo el sentido con nuestro “pintar” a una vida que todavía no está habitada personalmente por Dios, con su amor.
De ese modo sólo podemos tener la ilusión de ser libres, porque aún no somos eternos, y el libre albedrío que efectivamente tenemos ya todos aunque no recibamos amor de Dios, es un libre albedrío “a medias”, en el sentido de que nuestros actos todavía no pueden ser vistos como “atribuidos a un quién”, sino “atribuidos a un qué”.
Cuando recibimos personalmente a Dios en nosotros, con su amor, entonces podríamos entender por qué las cosas se ponen más sensibles e intensas: le estamos intentando atribuir cosas personalmente a Dios, puesto que ya es como si Ella estuviera personalmente ahí dentro, en la vida que somos. Le estamos intentando atribuir cosas que no están en armonía con Dios (y al principio, además, lo haremos a menudo con cosas que todavía son bastante desarmónicas, es decir, están muy fuera de armonía con los Principios de Dios).
Así que es lógico pensar, como vimos, que si ya tenemos personalmente a Dios dentro, las cosas se vuelven más auténticas, verdaderas en nuevo nivel o nivel potencial, ya que Él sería nuestro creador, y todos somos una esencia personal única, creada por Dios.
Así, nadie mejor que Ella sabría darnos ese sentido de “ser lo que somos”, ese autogozarnos pero ahora ya no sólo “auto”, sino “pleni-gozarnos” al reconocernos como lo que realmente somos: hijos de Dios y de la misma sustancia fundamental que Dios: ese amor nuevo; aunque luego, por lo que Jesús cuenta, resulta que Dios nos va a compartir muchas más cosas.
Podríamos entender esto como que ese amor de Dios nos abre a sentir todo el despliegue de Principios eternos que Dios es, y de los que ya hemos hablado un poco. Y podríamos entender tales Principios como “formando parte del amor”, o “desplegados a partir del amor que Dios es”… pero estas cuestiones de meras palabras no son las importantes, lógicamente.
Como vemos, entonces, “llenarnos de la alegría de ser, de ser nosotros mismos” (nota 5), se verá muy potenciado al poder “compartir” con el mismo ser infinito que nos dio la vida y nos creó como almas únicas.
Así pues, va tomando cuerpo la posibilidad de verificar lo que nos traíamos entre manos: que nunca nos aburriremos en la eternidad que viviremos.
Nos llenamos de la alegría de ser nosotros mismos al conjugarnos más y más con la verdad del universo, esa verdad que, de forma última, condicionante, se encuentra en ese hecho: Que todo está pintado con los Principios de Dios, y que esos principios regulan las leyes que guían, potencian y nutren nuestras vidas (almas), y la realidad de toda materia.
Cada acontecimiento, cada predicado que le atribuimos a la vida que somos, expresará más y más la verdad de Dios, obedeciendo a esas condiciones o requisitos que despliegan la Verdad en sus Leyes (nota 6).
Humildad
El niño pequeño, aprendiendo a caminar, se cae, le duele el cuerpo, nota el cuerpo… y es humilde en este aprendizaje, en el sentido de que humildemente se permite llorar, libre y “expresivamente”, sin miedo a sentir también el lloro reparador… hasta que vuelve a sentirse renovado y emprende otro intento de ponerse en pie y andar.
Así, es como si se hubiera olvidado de todo el dolor que experimentó en una eventual caída, antes de llorar por ella. Eso, ese “olvido correcto, le permite seguir. Y ese olvido lo consigue gracias a ser humilde.
El entorno le permite ser humilde con lo que siente, es decir, sollozar y liberarse de las huellas de todo dolor.
Verdad
Ese mismo niño quiere caminar. Está motivado a ello, se ha automotivado, aunque sólo sea gracias a ver el hecho real del caminar de otras personas que le rodean.
Ese hecho es una verdad en la que parece tener fe de manera natural. Su deseo es efectivo gracias a que es verdadera fe, una fe basada en hechos. Lo que tiene es por tanto una instancia de fe, es decir, cultiva una fe y ésta se basa en hechos reales, en vez de ser una mera esperanza basada en imaginaciones más o menos infundadas (nota 7).
Amor
La “fe verdadera” de ese niño le permite alcanzar mayores niveles de amor por sí mismo, en el sentido de que caminar le va a permitir ejercer, cada vez a unos niveles más amplios, ese mismo deseo, que podemos caracterizar como un deseo de responsabilizarse por su vida, por su cuerpo, por su existencia.
Es un deseo que se ve satisfecho si efectivamente aprende a caminar.
Como vemos, es de forma natural como parece satisfacerse ese deseo, el expresado en su querer aprender a caminar por imitación, actualizando así una especie de potencial que parece estar corporalmente inscrito.
Para actualizarlo necesitaba simplemente automotivarse, desear algo que pudiera ser efectivamente realizado “ahí fuera”, en el mundo.
Ese ejercicio de la responsabilidad le permite ser más amoroso consigo mismo, más cuidadoso, y más libre a la hora de por ejemplo ejercer amorosamente su libre albedrío (o también desamorosamente, ya que todos “aprendemos miedo” desde que somos concebidos en el útero, absorbemos miedo, y eso nos condiciona para tener ciertas tendencias que en algún momento hemos de también cuidar y limpiar).
Dios y alma
Como vemos, hasta aquí, al niño del ejemplo no le hizo falta lo que llamamos “raciocinio”, ser capaz de “pensar”, tal como concebimos normalmente ese acto. El niño aprendió cosas que quizá son “las más difíciles del mundo” (caminar, hablar) sin tener que “pensar primero”, sino teniendo que elegir desde sí mismo realizar un ejercicio humilde y responsable de su libre albedrío, deseando cosas armónicas con la verdad… y con el amor.
Imaginemos que ese ánimo que anima al niño, que esa vida que parece estar dominada por un deseo responsable, ha sido dada por alguien eterno e infinito, y personal, que llamamos normalmente Dios.
(En otras partes hemos visto y veremos esto mejor, ya que se trata de un experimento “científico” a comprobar cada uno consigo mismo, simplemente.)
Es decir, “abrámonos a la hipótesis” de que la vida de ese niño no proviene de los cuerpos, es decir, que los cuerpos no son en sí mismos la sustancia que está viva. Sí podríamos decir por ejemplo que los cuerpos “muestran una inteligencia”, etc., y que incluso muestran inteligencia todos los cuerpos vivos, cualquiera que sea su “rango” en la naturaleza animal y vegetal. Pero la vida no estaría intrínsecamente en ellos (nota 8).
A esa vida la llamamos “ánimo”, “anima”, alma. Ella es lo que nos anima. Y vamos a suponer que el alma es lo que somos y que de cierta manera envuelve al cuerpo, un cuerpo que a la vez es como un “traje” para el alma.
La hipótesis es que Dios nos hizo como esas almas, en cuanto que somos esas almas.
Por definición, Dios no puede aburrirse:
Si una personalidad es infinita y perfecta, cabe pensar que es lógico que el aburrimiento no entre en ella, sino sólo el gozo. Así, si Dios nos fabricó no sería para “no aburrirse”, por así decirlo, ya que pensar eso sería proyectar un sentimiento humano errado.
Si Dios nos creó como almas sería para “gozar”, como siempre Dios estaría haciendo… y, además, para que otros puedan gozar (“otros” porque nosotros no somos infinitos, y Dios sí).
Y un Dios perfecto no crea nada impuro, así que nuestras almas encarnan aquí sin miedo, sin impureza, aunque nada más ser concebidos en el útero todos en seguida absorbemos el miedo, debido al estado de la Tierra (es decir, al estado de las almas humanas, ya que las almas “gobiernan internamente” las cosas, incluso las físicas (nota 9), aunque de cierto modo peculiar “colectivo”, a desentrañar en el caso del sistema físico).
En la eternidad no nos aburriremos, pues Dios nos va a dar eternamente algo de su ser, si nos relacionamos con Ella, personalmente, es decir, con amor, recibiendo su amor.
Su amor es una sustancia nueva para nuestras almas, ya que el amor no es obligatorio, es un regalo, y Dios no lo puede forzar. Además, su amor es diferente a cualquier otro amor y a cualquier otra cosa, ya que Ella, Él, si existe, es un ser infinito, y es lógico pensar que ese amor nos pueda transformar sustancialmente. De hecho, es ese amor lo que nos da la eternidad.
El estado natural que tenemos no es eterno por defecto, sino que es “indefinidamente viviente”, tal como se ve por la comprobada existencia de las personas tras la muerte, en su cuerpo-espíritu (nota 10).
Este estado natural que tenemos es “perfeccionable” sólo porque partimos desde un estado “manchado”, el que heredamos en la Tierra, ya que con las emociones erradas de la Tierra siempre se nos ha perturbado esa naturaleza pura creada por Dios para ser nosotros, en cuanto que somos almas. Esa naturaleza es manchada por ese miedo que absorbemos desde pequeños (y que ejercemos libremente, para nuestra desdicha, conforme maduramos).
Pero ese miedo no impide que nos relacionemos con Dios y podamos recibir su amor, al menos mientras el regalo siga disponible aquí y en las diferentes dimensiones del mundo espiritual.
Naturaleza
En la naturaleza vemos expresada la condición álmica de las almas humanas. Es decir, es como si las almas tuvieran la capacidad de “pintarse ahí fuera”, por mucho que el sistema físico parezca muy separado y separable.
Nosotros irradiamos “emocionalmente”, como almas que sienten o que bloquean su capacidad de dejarse traspasar por toda emoción. Así, el miedo no estaría en los animales, en el sentido de que ni siquiera nos parecería que “tienen miedo” si nosotros no lo tuviéramos.
Y el miedo hace mella en los animales incluso a nivel físico, y durante el tiempo y la evolución conjunta de animales y humanos… ya que habría estado afectando y estaría de cierto modo afectando incluso a los materiales genéticos (lo que ya tiene su propio discurso científico en lo que se llama hoy “epigenética”), y lo veríamos en las diferentes cualidades de cuerpos, caracteres, etc.
De cierta forma, Dios está “expresado” en la naturaleza, aunque Dios sea infinito y por tanto esté aparte de ella (ya que suponemos que el universo es finito, aunque sea de hecho gigantesco, y aunque el universo tenga además una parte que en el fondo sería mucho mayor: “la espiritual”, una parte potencialmente además creciente, conformada por todas las dimensiones del mundo espiritual).
¿Cómo Dios es “creador”? Tal como nos enseñan las enseñanzas que aquí estamos comentando, Dios habría “creado” las leyes que rigen todo lo que podamos concebir en el universo (y también las leyes que rigen los efectos que en nuestra alma tienen esos conceptos si los pensamos mal o algo erradamente, así como si, por lo contrario, nos armonizamos con tales conceptos “internos” a toda la creación).
Esas leyes están por tanto animadas por el ser de Dios, que podemos llamar también su naturaleza, sus atributos.
Por ejemplo, vemos que la naturaleza de un árbol es increíblemente funcional, y que además ejerce sus funciones de manera muy económica. Vamos a verlo de nuevo: El árbol nutre a la vez a muchas criaturas, tiene muchos efectos buenos, es decir, efectos inscritos en “círculos virtuosos”, que actúan con y sobre el sistema que el árbol ayuda a preservar, y muchos de tales efectos son todavía desconocidos (conocemos la relación con el agua, la prevención de la erosión, la calidad y mullidez del suelo, etc.).
El árbol hace eso muy económicamente, pues un árbol es un solo ser, uno sólo, y su abundante funcionalidad provee además de eso mismo, de una gran abundancia, ya que un solo árbol da muchos frutos, que potencialmente no sólo pueden alimentar a muchos otros seres, sino que pueden fertilizar el suelo así como convertirse en más árboles a partir de las semillas que contienen.
Como vemos, el sistema de Dios, con su “pintura” a base de Principios y con sus Leyes como pinceles, está ejerciéndose continuamente por todos lados.
Eso “pinta” de manera natural en el sistema terrestre, en este marco físico que tiene unas características que parecen ser además “muy únicas”, ya que la vida “después”, en el mundo espiritual, va a darse bajo unas coordenadas algo diferentes (“lo equivalente a lo físico” allí, en la vida espiritual, cuando tengamos nuestras vivencias en el cuerpo-espíritu (nota 11), va a ser vivido de manera diferente).
Nosotros estamos creados por el mismo ser que creó esas Leyes, y que es esos Principios. Por lo tanto es lógico pensar que, si nos relacionamos con Dios, y como Dios es infinito, podemos potenciar cada vez más esas cualidades de “armonizarnos con la verdad y el amor” que ya hemos visto en el ejemplo de aprendizaje del niño.
Y para esa armonía posible no hace falta “primero pensar”.
Es decir, vamos a poder pintar con Dios cada vez más, absorbiendo más “sus pinturas” en el “bote” finito que sería nuestra alma.
La primera de esas pinturas que nos avivará para tener una especie de nueva comprensión de sus Principios, sería el amor, pero el amor divino, que proviene de Dios.
Si sólo nos armonizamos a la manera natural, por cierto, también seremos capaces de crear mejor (nota 12), pero no tendremos todavía la esencia que nos permite entender en el alma los principios de Dios, sintiéndolos profundamente.
Entonces parece lógico pensar que no tengamos que anteponer el pensamiento intelectual: Las leyes naturales está hechas por Dios y están así como inspiradas por la naturaleza misma de Dios, ya que los principios de Dios (amor, verdad… funcionalidad, economía…) estarían “expresados” en el “comportamiento” mismo de las leyes, y esto no parece requerir de nosotros el tener que realizar esa especie de “gesto” que podríamos llamar “poner primero el pensamiento intelectual”, y en general el gesto de «recurrir primero a lo material-intelectual», como gesto del alma.
Para ser como Dios y crear como Él, por tanto, no tenemos más que amarlo por encima de todo, incluso por encima de nuestra alma gemela (nota 13), para así poder recibir su amor.
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Notas
Nota 1
─ Esta definición de requisitos como “condiciones a las que la cosa debe obedecer para ser lo que es” se puede encontrar por ejemplo en la “divulgación” de algunas cosas básicas filosóficas que hace Gilles Deleuze al hablar de Leibniz.
Nota 2
─ Por cierto, esa economía y funcionalidad es la misma que usan por ejemplo nuestras “espontáneas tecnologías” en el mercado que es el campo de nuestra consciencia y nuestros deseos, pues por ejemplo los teléfonos móviles tienen mucho éxito entre otras cosas porque un solo aparato tiene múltiples funciones, aplicaciones. Son los mismos principios los que se ponen en juego, pero las leyes del mercado en los que actúan tales principios son creadas por “nosotros”, claro está, por los humanos, con más o menos conflicto para ello, con más o menos reconocimiento de estar haciéndolo, con más o menos conocimiento público del modo en que se construyen tales leyes, etc.
Nota 3
─ Estas cosas no las inventamos aquí, son el tema de la divulgación que hace este texto, y que hemos estado ya viendo en unplandivino.net, al ver los materiales de divinetruth.com (Jesús y María Magdalena en su “segunda venida”, que estamos hoy viviendo, aunque esto parezca extraño decirlo… y sabiendo, por cierto, que no existe la reencarnación, y lo que ellos viven no es una reencarnación).
Nota 4
─ Esto es algo que sentí cuando era bastante más joven. No sé si esa transmisión de sentimientos sobre lo que sería efectivamente “ser por un momento un animal” (un elefante en el zoo, en este caso) sería parte de este fenómeno por el que Dios transmite saber desde su alma infinita a nuestra alma finita. Podríamos elucubrar con que nuestra alma es capaz de recibir también ese sentir gracias a la resonancia entre los juegos irradiativos de los dos diferentes grupos de células (yo y el elefante), a nivel de cierta sintonía entre los dos diferentes ADN y su actividad.
Nota 5
─ Otra expresión que aparece tal cual en la divulgación que he comentado en notas anteriores, de Deleuze al hablar del filósofo y matemático A. N. Whitehead.
Nota 6
─ Aquí podemos ilustrar esto con parte de la divulgación a la que nos referimos en las anteriores notas (el Leibniz de Deleuze), y es que según Deleuze, el concepto de acontecimiento que Leibniz tenía incluía las afirmaciones como: “2 + 2 = 4”. Es decir, la relación expresada en esa simple fórmula, ya era un acontecimiento, aunque exprese una verdad de esencia, es decir, que “siempre se cumple”, “realmente eterna”. Y es a la vez un predicado: ¿de qué predica las cosas? De sus requisitos, que son los “bloques” más simples, es decir, los números 1, 2, 3… Y esa relación (= predicado = acontecimiento), para ser lo que ella es en cuanto que relación, obedece o afronta o contempla dichos requisitos. Es decir, si fuera un ente más vivo podríamos repetir la fórmula dada en el texto, y ver la verdad expresada en esa relación de igualdad como un “llenarse de la alegría de ser sí misma, cuando es verdad, obedeciendo a esas condiciones o requisitos”.
Esto obviamente lo traemos aquí para dar cuerpo a la noción de “teoría del todo”.
Nota 7
─ No es meramente “deseo”, sino “deseo efectivo”, si es que no queremos incluir en el concepto de “deseo” el de esa efectividad.
Si el deseo es impuro ─es decir, si está objetivamente en desarmonía con la verdad y el amor─ entonces diríamos que ese deseo es también efectivo si consigue el fin que el alma que tiene tal deseo contempla más o menos conscientemente ─un fin que en este caso conseguirá algo degradante, debido a tal impureza─.
Nota 8
─ Hoy se puede ver a muchos científicos en “célebres entrevistas” mezclando erróneamente el concepto de consciencia con el de vida y el de inteligencia (por ejemplo en las entrevistas realizadas por el brillante Curt Jaimungal, como esta: «Michael Levin: Consciousness, Biology, Universal Mind, Emergence, Cancer Research«).
Nota 9
─ De esto podríamos entender como una prueba los muchos experimentos realizados con la proyección de emociones hacia muestras de por ejemplo agua, simple agua, ya que dan diferentes resultados que son más o menos caóticos dependiendo de la calidad emocional de dichas proyecciones.
Nota 10
─ De ello dan muchas muestras también Jesús y María Magdalena, de las cuales vimos muchas en vídeos, etc.
Nota 11
─ Aunque, como veremos más abajo, esas vivencias las tenemos ya, aunque a menudo no las recordemos mucho, ni tampoco bien. Son vivencias tenidas en el llamado cuerpo-espíritu pero cuando estamos en estado de sueño, dormidos, fuera del cuerpo físico.
Nota 12
─ Sólo hasta la dimensión 6, hasta ese tope de existencia creativa y de aprendizaje en el mundo espiritual.
Nota 13
─ Como veremos, sólo tenemos un alma gemela.