La compensación se impone inmediatamente tras ser conscientes de haber muerto

En este audio y en el texto (abajo está el texto en formato web y en pdf):
Enlaces al audio: descarga // en ivoox // en spotify
Enlace al texto: pdf  (versión 1.01, 5 agosto 2023)

… vemos más cosas fundamentales sobre lo que sucede en torno a la compensación, positiva y negativa, que maravillosamente nos hace ser ¡lo que ya somos!, es decir, alegremente responsables de nuestra alma, de un alma que en el fondo rige la vida individualmente, y a su modo también colectivamente, a niveles muy profundos (aunque la cosa no nos la tomamos tan alegremente como sí que por diseño «los niños» se la toman, con más facilidad, como parece del todo patente).

En el audio leo el texto enlazado arriba y que coloco también en esta primera versión en formato web:

Índice
– Introducción
– “Transcripción”: La compensación se impone inmediatamente tras ser conscientes de haber muerto
– Notas

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Introducción
En este texto vamos a ver una especie de transcripción-traducción que he preparado. Es de una conversación entre Jesús y María Magdalena. Está algo transformada desde el formato de la conversación original, para hacer un texto con un discurso casi continuo, digamos, como si fuera casi un monólogo. (nota 1) En el texto hay algunos paréntesis que son añadidos míos para, por ejemplo, aclarar, parafrasear, completar, etc. (aunque el texto en sí ya puede contener a veces una pequeña elaboración o parafraseo, pero en general es muy literal).
En general, en los audios que casi siempre acompañan estos textos, comento, remarco y repito cosas que parecen realmente importantes, etc.

“Transcripción”: La compensación se impone inmediatamente tras ser conscientes de haber muerto
Esta sección es relevante para algunas de nuestras conversaciones previas, que trataban sobre hacer esta transición consciente hacia la “muerte”. En esta sección estamos hablando de cómo se siente la compensación una vez que soy consciente de que he muerto.
Entonces, básicamente podemos introducir esto con la siguiente observación: Si no somos conscientes de que hemos muerto, entonces probablemente no somos conscientes para nada de la compensación.
Y también, como no somos conscientes de haber muerto, no somos conscientes de ninguna nueva condición, ni de ninguna nueva localización, ni de ninguna de las otras cosas, pues probablemente estemos ligados a la Tierra. Y así, nos resulta muy, muy difícil pensar que siquiera algo haya cambiado. Y frecuentemente creemos que no ha cambiado nada, incluyendo cualquier cosa que tenga que ver con nosotros mismos.
Así que hemos de hacer un preámbulo—por así decirlo— para esta sección, diciendo que vamos a asumir que hemos muerto, y que sabemos que hemos muerto —somos conscientes de eso—. Continuar leyendo «La compensación se impone inmediatamente tras ser conscientes de haber muerto»

La gente que muere no es inmediatamente consciente de ello. ¿Cómo siente el pecado la persona promedio tras morir?

En este audio (y texto):
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– Enlace al texto:   pdf  (versión 1.01, 3 agosto 2023).
(El texto también está abajo en formato web)

… vemos este tema tan importante, del título, que en gran medida será un factor ─por así decirlo─ que habría condicionado enormemente la historia de la humanidad (es decir, todo este desconocimiento, tan absurdo, sobre lo que realmente pasa al morir, tan absurdo y tan manipulable ─como manipulable es todo miedo, todo lo que se basa en el miedo: miedo a volver a sentir vergüenzas y penas de infancia, rabias, etc.─).

También, complementando lo que vimos aquí:
unplandivino.net/como-siente-el-pecado/
… sobre cómo en general, las personas aún encarnadas, sentimos el pecado (o sea, eso que desarmoniza/degrada nuestra alma)… vemos algunos comentarios sobre el tema pero en el caso de las personas ya desencarnadas («cómo se siente el pecado», en ese caso).

En el audio se trata básicamente de leer la especie de transcripción-traducción que he preparado. Es de una conversación entre Jesús y María Magdalena. Está algo transformada desde el formato de la conversación original, para hacer un texto con un discurso casi continuo, digamos, como si fuera casi un monólogo.

Texto

Índice
– Introducción
– “Transcripción”: Las personas que “mueren” no son inmediatamente conscientes de ello
– “Transcripción”: ¿cómo siente el pecado la persona promedio que ha muerto?
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Introducción

En este texto vamos a ver una especie de transcripción-traducción que he preparado. Es de una conversación entre Jesús y María Magdalena. Está algo transformada desde el formato de la conversación original, para hacer un texto con un discurso casi continuo, digamos, como si fuera casi un monólogo. (nota 1) En el texto hay algunos paréntesis que son añadidos míos para, por ejemplo, aclarar, parafrasear, completar, etc. (aunque el texto en sí ya puede contener a veces una pequeña elaboración o parafraseo, pero en general es muy literal).

“Transcripción”: Las personas que “mueren” no son inmediatamente conscientes de ello

Esto (este tema) es importante dentro de esta conversación más amplia que estamos teniendo sobre la compensación tras la muerte del cuerpo físico. ¿Por qué las personas al morir no son inmediatamente conscientes de ello?
Podríamos plantear miles de razones, pero en realidad necesitamos recordar algunas cosas básicas sobre la muerte. Y, si lo pensamos, son cosas de las que las personas se podrían servir para no ser conscientes de lo que realmente está pasando, de que realmente han “muerto”.
La primera es que la muerte en sí misma no es una experiencia tan dolorosa como la mayoría de personas cree que va a ser. Se podría asemejar a irse a dormir, o desvanecerse.
E incluso, si tienes un accidente de automóvil u otras cosas así —las que a menudo se consideran traumáticas— sucede que hay ciertas funciones corporales y agentes químicos que, al entrar en funcionamiento en tu cuerpo, de cierto modo te desconectan de las sensaciones dolorosas, hasta cierto punto.
Y entonces, ese tipo de cosas te hacen pensar…:
“bueno, acabo de tener un accidente, pero estoy bien de nuevo”.
O bien: “estaría durmiendo, y ahora simplemente estoy despierto de nuevo”.
O simplemente: “di una cabezadita… no sé por qué… pero ya estoy de nuevo despierto”.
Continuar leyendo «La gente que muere no es inmediatamente consciente de ello. ¿Cómo siente el pecado la persona promedio tras morir?»

¿Cómo siente el pecado la persona promedio en la Tierra?

En este audio (y texto):
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– Texto (leído y comentado en el audio): pdf   (versión 1.01, 29-julio-2023)
… comento el texto que se encuentra abajo y en el pdf.

El texto trata sobre cómo solemos sentir el pecado en la Tierra, y, claro, nos sirve para eso mismo: así como para ir sintiendo cómo nos queremos hacer o no hacer responsables del estado de nuestro ser como realmente es (alma).

Es una parte de las sesiones en que Jesús y María M. hablaban sobre el arrepentimiento, perdón, etc., en el 2017.

El audio lo introduzco hablando un poco sobre la hermosa ley de compensación, etc.

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Índice
– Introducción 
– “Transcripción”
– Notas

Introducción
En este texto vamos a ver una especie de transcripción-traducción que he preparado. Es de una conversación entre Jesús y María Magdalena. Está algo transformada desde el formato de la conversación original, para hacer un texto con un discurso casi continuo, digamos; como si fuera casi un monólogo. (nota 1)

“Transcripción”
¿Cómo siente el pecado la persona promedio que vive en la Tierra?
Digamos que estamos justo antes de que muera; es decir, puede que todavía no esté en el lecho de muerte, pero pongamos que tiene unos 70 u 80 años, y la persona todavía está “operativa”, digamos, aunque tiene la “muerte” justo al doblar la esquina. ¿Cómo nos sentimos sobre nuestro pecado?
Obviamente cuando tenemos 80 años el pecado se podría sentir diferente a cuando teníamos 20 años de edad —el mismo pecado—. Efectivamente, así puede ser sentido, y bastante diferente. De hecho, es lo que sucede: con el tiempo sentimos los plenos efectos del pecado, y por tanto sentimos más ampliamente sus consecuencias negativas. Continuar leyendo «¿Cómo siente el pecado la persona promedio en la Tierra?»

¿Cuándo se completan los procesos de arrepentimiento y de perdón?

En este audio y texto:
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– Enlaces al texto: pdf     (versión 1.01; 25 julio 2023)

… vemos este tema fundamental:
Cuándo quedarían completados los procesos de arrepentimiento y de perdón.

La relación con Dios es en realidad el tema más importante del audio.

Aquí debajo coloco el texto también en este formato web.
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¶ Índice
Introducción 
– Parte I: Transcripción y comentarios 
La terminación del proceso de perdón 
La terminación del proceso de arrepentimiento
– Parte II: Comentarios finales 
Comentario 1: la relación con Dios
Comentario 2: “sacar a Dios de la ecuación”, y el ejemplo del aborto para ilustrar las observaciones claves con las que termina la conversación de Jesús y M. Magdalena

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Introducción

En la primera parte abajo está la transcripción literal, traducida, de una parte de las enseñanzas presentadas en la cabecera. Haré algunos comentarios al hilo de lo que hemos visto en algunos audios y textos recientes. Pongo comentarios durante la misma transcripción, que van entre corchetes, dentro del cuerpo del texto o aisladamente. Y en la parte II hay unos comentarios finales.
La forma de transcribir es a veces poniendo quién dice qué cosa, pero otras veces no es así, y simplemente delineo el curso de la conversación tal como de forma natural se podría hacer si fuera un monólogo sobre el tema que están tratando.
Parte I: Transcripción y comentarios
Jesús y María Magdalena comienzan observando —con algo de retintín, como suele ser usual en estas conversaciones grabadas, aunque sin ánimo de herir a nadie— que usualmente nos decimos que el arrepentimiento y el perdón están terminados mucho antes de que lo estén, e incluso mucho antes de haber siquiera empezado [esos procesos de arrepentimiento y/o de perdón].
La terminación del proceso de perdón
¿Cómo sé que el perdón está terminado, hecho? Cuando el dolor emocional y el sufrimiento ya no son algo que pueda ser sentido por mí, ni algo que pueda ser recordado emocionalmente por mí. Así, hemos perdonado, y está terminado.

Continuar leyendo «¿Cuándo se completan los procesos de arrepentimiento y de perdón?»

Nuestra valía y el pecado intencional | Texto, y enlaces al audio

[Última actualización: 24 julio 2023: subido también el texto en formato pdf, además de formato web]

Índice
– Introducción (y enlaces al audio y al pdf)
– El pecado intencional: refuerzo de las primeras heridas emocionales, en el sentido de invitar a «tomárselo personalmente»
– El pecado intencional y el «orden de prioridades»
– El pecado intencional hecho un niño/a: el perdón y el arrepentimiento; ejemplos básicos; prioridades; aborto
– Más sobre la valía y sentir personalmente los ataques
– Pecado intencional y control
– La familia y el aborto
– Más «utilización de pecadores»: la Nueva Era
– Notas
– Textos y audios relacionados

Introducción (y enlaces al audio y al pdf)

A continuación, en los apartados de abajo, va un texto leído en este audio:
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Enlace al mismo texto de abajo, en formato pdf:  pdf   (versión 1.01. 24 julio 2023)

En realidad, antes de nada, es muy importante señalar que de este tema ─el del «pecado»─ lógicamente no queremos hablar a fondo y racionalmente, en general.

(Así, por cierto, de cierto modo le entregamos el tema del alma, y el tema de Dios, al «devenir dogmático» de las diversas religiones; o bien, entregamos el tema Dios a «espiritualidades» donde no necesariamente se distingue entre el amor de Dios y el amor natural… etc.)

Y entonces, veamos lo simple o incluso lo «fácil» que nos lo habría hecho o puesto «el universo» (si no se quiere hablar de «Dios», incluso ─podemos decir «el universo», «la vida», etc.─):

1. No hay casualidades.
2. Los eventos (incluyendo cómo nos tomamos los eventos) expresan la condición del alma.
3. Los eventos expresan dicha condición tanto individual como colectivamente.
4. Esa condición del alma (de cada cual) no es la condición óptima.
5. No es lo óptimo porque está en desarmonía con el destino del alma (y con su origen o estado inicial de pureza, es decir, de no estar condicionada por diseño a ser así o asá).
6. Lo que provoca esa desarmonía (entre el alma y su destino/origen) es algo concreto.
7. Ese algo concreto se llama «pecado».
(Lo podríamos llamar «error», pero parece sensato reservar la palabra «error» por ejemplo para casos como los de un aprendizaje digamos más «banal», cuando por ejemplo un niño, al aprender a andar, se tropieza y «yerra».
Pero el fenómeno sería esencialmente el mismo, porque siempre se puede conceptuar como «desobediencia a las leyes naturales».
Aprendiendo, el niño está así como «desobedeciendo» la ley de la gravedad. Esta ley sería simplemente «amorosa» ─si trabajamos en base al supuesto de que el universo no está hecho «a mala leche»─.
Así pues, la categoría de pecado podríamos hacer que sea más general, e incluya el caso no-intencional. Pero la mayoría de nuestros errores en realidad son más intencionales de lo que nos parece, o de lo que querríamos entender que son ─con más o menos fachada por nuestra parte, con más o menos disimule, máscara, e incluso fingimiento, etc.─.)

Entonces, la palabra «pecado» ha sido «muy mal empleada», en muchos sentidos de «mal» ─en «mal empleada»─.

Técnicamente, y dicho muy brevemente, pecado es simplemente:

– aquel comportamiento («comportamiento» aquí incluye deseos, intenciones, etc.) que está en desarmonía con el amor y la verdad,

– o la ausencia de un comportamiento que esté en armonía  con el amor y la verdad.

El pecado degrada el alma, y como dijimos, esa degradación tiene consecuencias individuales y colectivas ─pues el alma es «lo importante», lo que gobierna nuestra experiencia en muchos sentidos─.

Una clave aquí, entonces, es que el pecado es mucho más intencional de lo que quisiéramos creer, pues nuestro deseo de ignorancia acerca de sus consecuencias es en seguida cultivado por nosotros, como deseo, personalmente, en cuanto crecemos ─en cuanto maduramos más o menos─.

Es mucho más intencional de lo que nos gustaría creer, y ello por mucho que sea una cuestión muy de «mente-colmena», de «masas» humanas más o menos normalizadas, según la época… es decir, una cuestión de que «están bien vistos» ciertos comportamientos desamorosos y falaces, o la ausencia de comportamientos amorosos y francos.

Tal como aprendemos con Jesús, el pecado intencional recibido por nosotros nos causa a menudo mucho “auto-desamor”, en el sentido de causar o favorecer en nosotros un valor propio bajo, un bajo sentido o sensación de nuestra propia valía personal (a menudo muy bajo).

Pecados intencionales son por ejemplo evidentemente los golpes y gritos, realizados hacia otras personas; es decir, esas cosas que físicamente recibimos casi siempre como pecado cuando somos pequeños.

(Pero, muy importante (!): Ver el tema de «Los gritos a una madre como llamada al arrepentimiento de la madre«, aquí: unplandivino.net/ira-hijos-arrepentimiento/)

También son pecados la displicencia* y la condescendencia más o menos arrogante que reciben muchos niños ─o todos los niños─ a veces de forma continua, y que en general reciben los niños en casi todos los ámbitos donde se ven rodeados de adultos o en general de cualquier persona: madres, padres, compañeros «amigos», profesores, etc., pero también desencarnados (= «espíritus»).

Por un lado, por tanto, tenemos todas esas cosas intencionalmente hechas a los niños. Pero, por cierto, también tenemos el incesto emocional, que es aparentemente algo que podría parecernos «demasiado sutil», pero que también sería muy intenso y grave en tanto que pecado intencional, pues es una “intención herida proyectada” hacia nosotros, personalmente.

La fachada de buena madre y padre nos lleva a validarnos, a justificarnos a nosotros mismos como «conocedores de lo que es cuidar bien«, como conocedores de lo que es ser unos «mamás-papás buenos» (por ejemplo «sacrificados», sacrificados de algún modo… o «dadivosos», pero por adicciones emocionales más o menos bien vistas socialmente ─Navidad─, etc.).

Pero en estado de sueño sabemos que la fachada o máscara nos la solemos quitar ─o quitar bastante─ y por tanto solemos actuar «desde la herida» (en la fachada y sus adicciones emocionales).

Es decir, el pecado intencional hace que:

– la valía de nuestros «sometidos» (niños, etc.)

– quede enlazada a un «conocimiento del miedo» (en este caso, el miedo relativo al pecado de «incesto/abuso»).

Jesús nos comentaba cómo es que en la vida, en general, tenemos asociado nuestro sentido personal de valor, de valer, de valía, con un conocimiento que en general no está en armonía con el amor, sino con el miedo.

Es decir, en la vida pensamos ─con más o menos arrogancia─ que sabemos, que ya conocemos lo que es amar, cuidar (por ejemplo: ser buenos hijos, madres, padres, etc.), pero ese conocimiento suele estar muy en desarmonía con respecto a cómo ve Dios el amor y la verdad.

En la vida vamos arrastrando miedo desde los eventos pasados. Este miedo y muchas otras emociones se quedan dentro de nosotros sin procesar, así como bloqueadas (sin «llorar», etc.). Y eso va así como minando nuestra pureza, condicionándonos, armando en nosotros un «conocimiento» sobre el cual iremos basando nuestro comportamiento.

Y como la base de ese «conocimiento» es muy miedosa, el resultado de nuestro comportamiento nos mostrará en muchas ocasiones que estamos en desarmonía con el amor («sembraremos vientos, y recogeremos…«).

El «problema» añadido, aquí, es que usamos instituciones (empezando por el hogar ─y tradiciones, etc.─, que a veces son muy complejas) para justificarnos a la hora de sustentar todo esto (esta es en parte otra cuestión, aunque es completamente insoslayable y está inextricablemente enlazada).

Entonces, lo que son prácticas «normales de sacrificio», en la vida de vigilia, «de día» (unas prácticas «puntuadas» quizá por maltrato de algún tipo más flagrante, que «sirve» así como para que los padres, madres, etc., puedan desahogarse un poco)… eso, esas prácticas, son la cara A de una cara B que tiene lugar en estado de sueño, donde nuestra vida se convierte en pecado intencional más claramente ejercido (o sin tapujos, directo, el que por ejemplo es ejercido hacia los menores).

En el caso de que, además, las madres y padres sean muy claramente no tan «buenos» como lo querrían aparentar (mismamente en el caso de por ejemplo haber abortado, incluso espontáneamente), es lógico pensar ─y fácil de constatar, por lo que vi─ que «la fachada de buenos padres» se verá en general exacerbada, o paradójicamente más exacerbada.

Entonces, veíamos que ese incesto emocional es como una utilización energético-sexual de los niños por parte de madres, padres… etc.

Dicha utilización se daría:

– tanto en el estado de vigilia, con «proyecciones» o «bombeos energéticos», por así llamarlos, y que de algún modo confunden, mezclan, el tipo de amor «alma gemela» (del que todos tenemos anhelo, por diseño), con el amor en general (el «de amistad» en general, digamos)…
(y, claro está, a veces también ocurre simplemente con abusos físicos «reales», es decir, en este estado de vigilia).
(Ver algunas reflexiones sobre la amistad por ejemplo en: «Mi abuela: «salvada por el jamón serrano»… y aprovechamos para hablar de cómo es que «Dios es vegano»«: unplandivino.net/salvada-por-el-jamon/)

– así como esa utilización, ese incesto emocional, también ─o quizá sobre todo─ se daría en el estado de sueño, es decir, cuando vamos a dormir y salimos del cuerpo físico en el cuerpo-espíritu, pues nuestros actos en el cuerpo-espíritu pueden ser muy directamente abusivos hacia personas vistas como inferiores o que, debido a sus heridas emocionales, simplemente son más moldeables.
(Y lo que sucede en el estado de sueño sería igualmente real, ya que somos el alma que da vida tanto al cuerpo físico como al cuerpo-espíritu.)

Este incesto emocional, que sería generalizadamente «sólo» emocional (aunque, como dijimos, en estado de sueño estaría muy generalizado el «pasar al acto», en alguna medida ─según parece─)… este incesto emocional es, por tanto, otro pecado intencional recibido por nosotros como almas desde que somos pequeños.

Y, por lo que parece, por lógica, debido a toda esa “obsesión con los hijos” ─que constatamos─, y debido a todo ese “tabú de la madre” o «tabú familiar» en general ─que también constatamos─, resulta que este pecado del incesto emocional sería mucho más corriente de lo que pensamos que es. Es decir, ocurriría en una medida bastante abundante en casi todas las familias u hogares, tal como parece a todas luces cada vez más evidente.

Luego, en general, todo ese pecado intencional recibido desde pequeños, al no perdonarlo (al no sentir, al resistirnos a simplemente sentir y dejar fluir el dolor emocional acumulado por ello), estaremos resentidos, y nosotros mismos en seguida cometeremos actos más o menos desarmónicos, es decir, actos que estarán más o menos en armonía con el tipo de actos (pecados) que cometieron o tenían la intención de cometer los adultos (y/o los hermanos, etc.) de los que aprendimos a hacernos la fachada para no sanar el yo herido.

Son actos a veces muy desarmónicos, como el de instigar abortos, etc. Y, de entrada, podríamos verlos o sentirlos, en cierta medida, simplemente como una especie de «venganza ciega contra la vida».

El pecado intencional: refuerzo de las primeras heridas emocionales, en el sentido de invitar a «tomárselo personalmente» más o menos temprano en la vida

Un aspecto clave en estas cuestiones es el condicionamiento, pues todos tenemos heridas emocionales absorbidas desde nuestra estancia en el útero.

Aunque, cuidado: luego «el pecado es el pecado»; es decir, es un deseo o intención que tenemos de hacer eso, lo que sea (lo hagamos o no), y no podemos responsabilizar directamente a las heridas, muchas o pocas, que tengamos en el alma ─en tanto que emociones erradas─.

Es decir, las heridas son condicionamiento, sí; pero podemos y hemos de hacernos cargo del simple hecho de que el primer y principal motivo de que pequemos es que queremos hacerlo (en ese momento).

En el momento, aquí y ahora, hacemos o hicimos eso, y a nosotros nos toca responsabilizarnos de esa intención.

Y vale que en la vida vamos «como locos», es decir, vamos más o menos arrastrados por una vivencia en el yo herido más o menos confusa, más o menos aturdida… viviendo en ese «yo» o esa parte de nuestra alma ─con los bloqueos, etc.─ que Dios no puso, no hizo, en nosotros ─o si se quiere decir así: que «la vida», en su esencia, no puso en nosotros, si por ahora no se quiere creer en un Dios personal infinito, tal como muchos hemos comprobado que existe─.

Y vale que así, en ese yo herido, viviremos por tanto más o menos enfebrecidos, huyendo de sentir esas partes heridas de nosotros, y vale que en ese estado haremos ─o dejaremos de hacer─ cosas que en realidad alimentarán más el yo herido (pecados)… vale todo eso… pero, aun con todo, es a nosotros a quien nos toca sentir la intención de pecar y seguir pecando, reconocerla y sentirla humildemente, ya sea que la hayamos cultivado mucho o poco ya, ya sea que la hayamos recibido como «mal ejemplo» por parte de adultos, etc.

Es decir, para sanar hemos de desarrollar el carácter, sintiendo y soltando nuestras resistencias:
– resistencia al amor (es decir, a cambiar nuestra definición de amor empezando por reconocer y sentir la que tenemos, y reconociendo con honestidad cómo y cuánto queremos aprender sobre el amor «real»);
– resistencia a la fe (y así esa falta de fe o escasa fe, no puede generar deseo sincero);
– resistencia a la verdad (a la honestidad, etc.);
– resistencia a la humildad; es decir, resistencia a la hora de sentir el miedo, o cualquier emoción en general (positiva o negativa). Etc.

Los adultos transmitimos, pues, las heridas emocionales a los niños. Esto lo hacen madres, padres… Y, debido al gran rol emocional que tienen las madres biológicas, las heridas son pasadas en gran medida y al principio muy intensamente por la madres biológicas ─así como «sin querer queriendo»─.

Es decir, en el principio del traspaso de tales heridas por parte de los padres, aunque todo parezca ser «tan inconsciente» (y a la vez «transgeneracional»), siempre hay un matiz de intencionalidad, en el sentido de que si yo, cuando soy adulto/a, no sano mis heridas ─por ejemplo, como futura progenitora─, entonces, lo que ahora le sucede al niño/a ─al absorber éste, ésta, mi condición emocional herida─ cae o entra en gran medida bajo mi responsabilidad álmica, por el sencillo motivo de que yo, como adulto que ya tiene bastante autoconsciencia desarrollada, y bastante ejercicio del libre albedrío a sus espaldas… yo, no he sanado ni deseado sanar nada o casi nada en mi alma.

Sobre todo al principio de la vida del niño/a en el útero, muchas de esas emociones ─pero quizá no todas de entre esas emociones que vivo ahora como adulto y que están «sin sanar» (miedos, vergüenza sexual, etc.)─, muchas, son sentidas y absorbidas por las almas de los niños en el útero ─y son así vividas por ellos─.

Y esa absorción se da de tal forma que en principio parece que podríamos decir lo siguiente en general sobre ello: «no es algo que se dirija personalmente hacia o contra el niño/a«.

Pero, como dijimos, pese a eso, sí hay muchas emociones que serían dirigidas muy personalmente hacia la existencia misma del niño/a, como por ejemplo la incomodidad por el mero hecho del embarazo, del cambio que supone en la vida, etc. ─que es una emoción que frecuentemente lleva al aborto, es decir, al asesinato─.

Por cierto, y muy importante: también las emociones verdaderamente positivas entrarán ─por supuesto─ bajo mi responsabilidad álmica, como adulto ─y evidentemente «puntúan bien», digamos─.

Entonces, esos miedos, y esos miedos a sentir, que son miedos que todos tenemos, y también tiene la madre biológica al principio (es decir, esa falta de humildad, en tanto que la dificultad que todos tenemos en algún grado a la hora de patalear, temblar, sollozar… y liberarnos como niños pequeños, etc.), esas emociones erradas… esa resistencia a la humildad… todo eso es en seguida más o menos bombeado a menudo muy personalmente o cada vez más personalmente hacia la existencia del niño/a por nacer o del ya nacido.

En cuanto a los no-nacidos, es evidente que en muchos casos más o menos «molestan», perturban las vidas, inquietan por lo que pasará o no pasará en el futuro, pues las almas recién venidas al mundo ─o que están en el útero o probeta─ cambian la vida de los adultos ─tal como se suele decir─.

El pecado intencional y el «orden de prioridades»

Nuestro «sentido herido de nosotros mismos» nos hace que «nos dé igual todo» en algunos aspectos básicos, y no valoramos el arrepentimiento, etc., pues estaremos bastante a gusto con ciertos sacrificios que ya realizamos o que tenemos como «norma de vida», en el sentido de que «sacrificamos» el orden de prioridades natural en cuanto al amor.

Por ejemplo, al nosotros vivir en el yo herido, podemos tener y construirnos con el tiempo una «fachada de buena mamá» o de «buen papá», más o menos intensa como fachada. De ese modo estaremos sacrificando el amor por nosotros mismos por el «amor» a los demás (los niños) ─un «amor» entre comillas─. Es decir, justificaremos el sacrificio, con más o menos fachada.

Bien entendido ─pues esto puede darnos pie a confusión─ el orden de prioridades «en la vida» es que nosotros vamos primero en estas cuestiones del amor.

Eso se debe a que, si en el fondo, con lo que hacemos, nos sacrificamos, nos estaremos haciendo más infelices a nosotros mismos (ya sea a la larga o en el plazo más breve). Y si somos infelices irradiaremos eso y enseñaremos eso «al universo» ─una lección en realidad «falsa»─.

Claro está que no querremos entender que lo que hacemos es efectivamente sacrificio, sino que lo llamaremos «amor», «cuidados», etc. Pero la mayoría de cosas «en sociedad» (y en el hogar) suelen ser sacrificio, al simplemente no estar hechas totalmente «de corazón».

Y así, no podremos realmente beneficiar a nadie. Al final, en la situación, nadie saldrá realmente beneficiado, en el sentido de que el resultado no va a ser armónico de verdad con el desarrollo de todos los participantes. Es decir, no será armónico con un desarrollo real de los participantes como almas. Sí que podría satisfacerse un desarrollo por ejemplo como «cuerpos» y/o «mentes» que han de recibir una determinada educación para adecuarse a cierto sistema de creencias, cierto sistema social, etc.

Y, claro, pusimos entre comillas «amor» ─al hablar de «amor» por los demás─, porque en este caso, y como en el fondo ese supuesto amor es en realidad prácticamente sólo sacrificio, será como poco un «amor distorsionado» que a veces no tiene nada que ver con cómo Dios considera el amor.

El amor no sacrifica ni se sacrifica. El amor nos habilita a todos para ser realmente más felices, por ejemplo cuando nos habilita a sentir y practicar un verdadero altruismo, uno realmente espontáneo, un altruismo que nos salga de verdad de corazón.

El pecado intencional hecho un niño/a: el perdón y el arrepentimiento; ejemplos básicos; prioridades; aborto

El adulto que comete un acto que objetivamente degrada su alma y la del niño/a (pecado), a menudo va a querer que el niño no sienta hasta el final las emociones relativas al perdón de ese acto, o ni siquiera las empiece a sentir.

Es decir, un adulto que por ejemplo maltrata físicamente, a menudo no querrá (él u otros adultos cercanos) que el niño llore tras ser pegado.

La voluntad de que el niño no «suelte» el alma ─de que el niño no libere emociones─ es otro pecado que se añade al del maltrato físico, pues alienta al niño a no perdonar; es decir, le alienta a cometer un acto en desarmonía con una «ley básica del alma», la ley que nos dice que, para nosotros estar bien, hemos de liberar todas las emociones (y las relativas al perdón en la situación serán de «lloro», «duelo», por lo que el niño ha recibido como pecado de parte de sus progenitores o adultos cercanos).

Cuando el adulto maltrata, si a su vez sigue sin hacer su propio duelo, o sea, si sigue sin liberar de su alma las causas emocionales que hacen que tenga esa intención de pecar y que además la ejerza, ese adulto, inevitablemente, seguirá acumulando culpa ─la muy narcisista culpa─ y emociones similares superficiales de vergüenza, etc.

Hará eso en vez de afrontar las causas emocionales de sus actos; es decir, en vez de arrepentirse sinceramente y perdonar a su vez aquello que pueda surgir o descubrirse en el proceso (como causas emocionales profundas de nuestras intenciones de pecado, pues las causas serán en general resistencias a sentir emociones alojadas muy profundamente en nosotros, y que son relativas a las «cuestiones a perdonar», las cuestiones «a volver a sentir sin miedo»).

El adulto está, pues, viviendo en el miedo a sentir sus propias heridas emocionales, y esto lo puede hacer con más o menos fachada de «buena madre/padre»; o bien, obviamente puede trasladar esa actitud hacia el mundo exterior, para alimentar fachadas externas de todo tipo ─externas a la situación íntima en el hogar: fachada de buen profesional, buen ciudadano, jefa, jefe, político, etc.─.

Proteger el miedo es una desarmonía en el amor con uno mismo, viéndose «uno mismo» como alma (pues el alma no está hecha para albergar lo desarmónico con el amor, para bloquearse así).

Por tanto, ese comportamiento nos hará tener inevitablemente ─tener y vivir en─ conceptos distorsionados del amor a los demás.

Es decir, sacrificaremos el amor hacia nosotros mismos por un modo de tratar, cuidar, amar a los demás… por un modo de concebir como posibles ciertos modos de tratar a los demás, que están en desarmonía con la manera en que realmente es el amor ─la manera de Dios─.

En este caso de maltrato directo, simplemente se trata de lo que podríamos quizá denominar un pecado «directo», aunque podemos justificar nuestra intención de muchas maneras: «es que hay que pegar a los hijos por su bien» (sería la más evidente)… pero aquí ─y como fácilmente se comprueba─ hacemos todo tipo de malabares, es decir, de complejas maniobras justificatorias.

El caso del aborto también es muy simple de ver en este sentido, pues por nuestra comodidad estamos dispuestos a sacrificar una vida.

Entonces, somos resistentes, simplemente, al concepto de humildad que tiene Jesús: «deseo apasionado de sentir todo«, sea como sea la emoción, el deseo, etc. Esta falta de humildad, esto tan general, es una desarmonía en el amor a nosotros mismos. Y así, simplemente sucede que el motivo de muchas de las cosas que hacemos es para no tener que sentir por ejemplo esas incomodidades a las que acabo de aludir, y para no sentir las causas emocionales de por qué estamos dispuestos a cometer pecados y degradar así más nuestra alma.

Más sobre la valía y sentir personalmente los ataques

La valía, el sentido de «amor propio», en el niño, es una clave. Los niños siempre reciben ataques personales, aunque sólo sea maltrato emocional: displicencia más o menos arrogante, etc.

Esos ataques nos invitan a concebirnos malos en sí mismos. Es decir, cuando el ataque es personal, tenderemos a sentir, cuando seamos mayores, que lo que vivimos es un ataque personal.

Como vemos en los resúmenes sobre el tema del arrepentimiento y perdón (ver página aquí), de pequeños sentimos la intención del pecador (madre, padre, etc.), y eso crea en nosotros «sentimientos terribles si nuestra valía ya ha sido dañada«.

Y la valía ─en tanto que el sentido más básico que diríamos que «funda» el amor a uno mismo─ se ve potencialmente muy dañada desde que estamos en el útero absorbiendo muchas emociones heridas que luego no nos enseñarán a soltar, sino todo lo contrario.

En la vida habrá ocasiones en que sí podamos soltar esas emociones negativas tan tempranamente absorbidas, pero terminaremos haciéndonos una fachada a imagen de los adultos, y, por tanto, ya sea muy intenso o poco intenso el ataque personal recibido, este ataque nos hará tomarnos la vida en plan: «hay algo mal en mí» ─pues de hecho ya nos sentimos muy mal con nosotros mismos─.

En cuanto al ejemplo de la intención ejercida en un aborto, podemos preguntarnos: ¿es una intención personalmente dirigida hacia la persona, es decir, hacia la esencia única que está de hecho encarnada ya en el útero? Así lo parece, en el sentido de que a esa alma se le causa ese trauma (de violencia al cuerpo físico) por lo que ella es en sí misma: una vida concreta, aquí y ahora, pero que «no interesa».

Pecado intencional y control

La gente que tiene miedo a arrepentirse (es decir, en realidad todos nosotros, en algún grado) es más manipulable o controlable, pues en general tener cualquier tipo de miedo nos lleva ser así.

Entonces, por lógica, cuanto más cosas tengamos sobre las cuales arrepentirnos, más manipulables seremos.

Podemos ponernos en una especie de caso general extremo, y pensar en personas muy manipuladoras que, recordemos, si son así es a su vez por miedo, básicamente (es decir, debido a la resistencia a traspasar el miedo que ya tienen ─claro está─).

En los hogares hay personas con actitudes a veces muy controladoras o manipuladoras ─aunque todos los adultos somos un poco así en el ámbito más íntimo, familiar, etc.─.

Y luego, en algunas instituciones, vemos que prospera esa misma actitud como «actitud normal», o incluso como la actitud que es necesario cultivar para poder siquiera permanecer en esas instituciones y sobre todo en algunas posiciones dentro de ellas. (Obviamente aquí me refiero a instituciones como las militares y policiales, o todo tipo de cuerpos de seguridad y vigilancia, y en general escuelas, etc.)

En esos casos extremos la vida en realidad se vuelve literalmente perversa, pues toda la sustancia de los actos, del comportamiento, se podría resumir en «técnicas para controlar a pecadores», y justificarlos y/o enseñar a que se justifiquen a sí mismos.

¿Cómo nos justificamos en las diversas instituciones? Por ejemplo cultivando dogmatismos de todo tipo: religiosos, nacionales, familiares, etc. Y entonces, en todos esos lugares, para sostener todo eso, le ponemos un poco de sublimidad, o bien de «espíritu épico», de una epicidad más o menos «heroica», o de cierta «politicidad», o ponemos «ideales» diversos como aderezo… pero no deja de ser lo que es, por mucha «sal y pimienta ideales» que añadamos o queramos añadir: Son «escuelas de pecado», por decirlo rápidamente.

Jesús nos puso un ejemplo de «escuela militar» sacado de su vida en el primer siglo. Y es que su padre biológico, José, quería que Jesús cumpliera el rol de Mesías político-militar; y así, en su infancia, Jesús fue metido a una escuela sobre la guerra y todo lo relativo a ésta (incluyendo «guerra psicológica», pues por ejemplo tenían que realizar prácticas de abuso sexual; tenían que aprender a realizar ese ataque personal, y se lo hacían practicar a los niños desde muy pronto, perpetrándolo con niñas semiesclavas o esclavas, etc.).

Lógicamente, esas escuelas usan técnicas que explícitamente se aprovechan de las leyes básicas y simples sobre el alma, sobre el ánimo, sobre la dinámica emocional.

Como hemos dicho, una persona que tenga «muchos pecados» en su haber será más controlable, pues la persona tendrá más miedo a sentir todo lo que le ha hecho a los demás, cuando estuvo dañando así ─con todos esos pecados─ a los demás y a su propia alma en el proceso ─al cultivar esas intenciones desarmónicas con el amor─.

Esas intenciones no están en consonancia con el diseño o propósito del alma y las leyes naturales ─que son amorosas─; así que ya sólo el hecho de tener y mantener en el alma esas intenciones acarrea sus consecuencias ─ya no digamos las que acarrea el poner esas intenciones también en práctica─.

Podemos recordar un poco la actuación de la ley de atracción aquí, pues en general, «todo» dependerá de las heridas emocionales que ya están alojadas en el alma de los niños, y de cómo se vean los niños reforzados en su resistencia a soltar esas heridas ─a ser humildes con esas emociones─.

En las escuelas militares se verán muy reforzados ─y obligados─ a hacer eso. Y normalmente les será muy difícil resistirse a esos adultos que les quieren conducir tan mal. Si los niños siquiera pueden entrar en esas escuelas es porque ya vienen heridos desde el hogar, y, con el refuerzo recibido allí, podrán aceptar algún tiempo o incluso de por vida esas prácticas ─tras esas invitaciones tan macabras─. Podrán aceptar casi incluso de por vida esa supuesta «formación», ese «comulgar con ruedas de molino», normalizado como «educación militar», «educación patriótica», «educación religiosa», etc.

La familia y el aborto

Volviendo entonces al tema más familiar: El caso del aborto sería sólo un extremo de lo que ocurre con el sacrificio normalizado en las familias, ya que en gran parte éstas son una escuela de pecado, ya que en los hogares no paramos de usarnos entre nosotros para tapar miedos, para no tener que sentir vergüenzas, penas, soledad… Es decir, no paramos de cultivar el pecado de las adicciones emocionales.

Y, por cierto, claro está que el mayor problema para el alma parece ser el hecho de que enseñamos eso a «almas nuevas» que ni siquiera han hecho nada para merecérselo.

En general, madres y padres, «sin querer queriendo», y más o menos ayudados por la configuración de las instituciones (por la obligatoriedad de muchas instituciones bastante desarmónicas con el amor, por los chantajes emocionales sistémicos concomitantes al mero hecho de «tener hijos», etc.)… padres y madres, decíamos… transmiten ─y refuerzan─, en realidad intencionalmente, heridas emocionales a los niños. Eso repercute o condiciona el sentido de valía de los niños.

Más «utilización de pecadores»: la Nueva Era

Otro modo evidente de «usar pecadores» involucra la relación entre el mundo físico y el mundo espiritual, de la cual ya hemos hablado bastante.

Este uso se da mediante las creencias y tradiciones nuevas de la «Nueva Era», por ejemplo.

Un ejemplo de esto son las suplantaciones de Jesús, es decir, las suplantaciones o simulaciones de la esencia única personal de Jesús y María Magdalena, que se realizan o facilitan a través de cursos o libros como el curso de milagros, un curso de amor, la vía de la maestría, etc.

La gente nos vemos atraídos por «verdades a medias», y como no queremos arrepentirnos de lo nuestro y sentir a fondo toda nuestra alma (todo el dolor relativo a nuestros pecados, que muchas veces son el aborto, el aborto espontáneo, etc.), entonces, así, nos metemos más o menos ciegamente en cosas como «la Nueva Era» (pues además, resulta ser realmente muy atractivo, ya que sí que las novedades vehiculadas por libros así simulan partes importantes de lo que podemos llamar «la verdad divina» ─la verdad de Dios─).

Entonces, nuevamente, nos metemos de motu proprio, y a modo de «soldados del pecado», de «soldados del control», en esas «nuevas tradiciones», y literalmente estaremos entregando de una u otra manera el alma a espíritus más o menos controladores.

Esos espíritus (= desencarnados) tienen diversos grados de miedo a perder sus «posiciones» en el mundo espiritual, partes de la dimensión en la que estén, tradiciones, formas de vida, etc.

Es decir, este fenómeno demuestra que estamos en codependencia emocional con el mundo espiritual (igual que lo estamos con gente físicamente encarnada), debido a nuestros pecados y falta de arrepentimiento y de perdón. Y esos espíritus con los que nos «relacionamos» así, están a su vez protegiendo sus respectivos miedos, claro está.

Es decir, estamos en adicciones emocionales con el mundo espiritual (ese mundo adonde todos iremos, pues todos seremos «desencarnados»).

Así pues, somos manipulados al no desear arrepentirnos de nuestros asuntos, y al desear por tanto poner una fachada ─en este caso una fachada más o menos espiritual─ sobre ese deseo que es desarmónico con el amor: El deseo de no querer sentir el dolor relativo al arrepentimiento por ejemplo de los abortos espontáneos o físicamente violentos en los que nos hemos visto involucrados/as ─tanto por la parte de las mujeres así como de los hombres involucrados en ello─.

Notas

* Displicencia es: desagrado o indiferencia que mostramos en el trato que damos (ser tratados con displicencia).

Textos y audios relacionados

– «Humildad y valía«:
nplandivino.net/humildad-valia/

¿Por qué el motivo del miedo es siempre real? :) ¿Por qué eso sería importante?

En este audio…
Enlaces al audio: descarga // en ivoox // en spotify
… vemos por qué el motivo del miedo siempre es real.

El título puede parecer que va contra cualquier «verdad espiritual» básica, claro está, pero ahí está el truco 🙂 .

Además, vemos muchas cosas de pasada. Es decir, vamos relacionando entre sí, un poco, muchos de los ingredientes más fundamentales de todo lo que nos traemos entre manos aquí… y, en general, algunas ideas fundamentales del «sentido común».

Por cierto, ¿hay alguien, con una pistola, que me esté apuntado, que te esté apuntando, ahora, para tener miedo?

(Me debería preguntar, todo el rato… 🙂 … eso… ese tipo de cosas ).

Sobre el tema del título (motivos, miedo, alma, realidad…), podemos decir mucho más que lo que expongo en el audio, claro está… si nos centramos en describir el proceso de descubrir «qué nos motiva a tener miedo».

Es decir, por ejemplo no me he referido a posibilidades evidentes, como las de que tengamos «miedo al amor», «miedo a la acción», «miedo al cambio / miedo a lo nuevo», «miedo a la libertad»…

Lo que nos motiva a tener esos miedos sí puede ser real en el sentido de eterno, a veces, es decir, real en un sentido plenamente objetivo (es decir, «real» en sentido absoluto, «real» en tanto que eterno): El amor de Dios sería el caso de «un motivo que sería por siempre real» (de uno de esos posibles motivos que podría ser que motive nuestro «tener miedo»).

(Aunque en el fondo, ese supuesto miedo al amor de Dios tiene razones ilusorias acerca de lo que nos pasaría, etc…. aunque no deja de ser algo que está en nuestra alma, como «motivo», «intención de tener miedo»… y por tanto, no deja de ser algo que es «muy real para nosotros».)

Ya vemos, pues, que se le pueden dar muchas vueltas al tema… pero aquí se trataba de presentar un audio digamos que más o menos entretenido (aunque al final me alargo demasiado), e incidir en que el alma es real, en tanto que es potencialmente eterna (y es en el alma, como almas más o menos heridas, donde tenemos nuestras motivaciones, intenciones, pasiones, deseos, emociones…).

Como vimos, y estamos comprobando: el alma es eterna (con todas las letras, es decir, en tanto que potencial ya cumplido), es eterna… si no sólo recibe amor de Dios al pedirlo con un deseo sincero ─al pedir y recibir ese amor divino que no tenemos de entrada, ya, por diseño, por defecto─; sino que, además, es eterna, será eterna, en ese sentido de potencial ya cumplido, si seguimos recibiendo ese amor ─tal como siempre terminará ocurriendo, tarde o temprano (aunque quizá ocurra a trancas y barrancas… una vez que ya hemos recibido un poco de ese amor divino)─.

Lo iba a comentar también en términos de «verdad personal», tal como a veces lo hizo Jesús, por cierto; pero al final no lo hice, se me olvidó.

Nadie más que nosotros (como almas, que somos bien reales, como almas… e incluso potencialmente eternos)… nadie más que nosotros puede afrontar nuestra verdad personal, es decir, puede afrontar honestamente el estado real de nuestra alma, aquí y ahora, la condición que tenemos (normalmente bastante herida, aunque podamos ponernos muchas fachadas o máscaras, e incluso fachadas espirituales, para trucar eso, por cierto).

Y es que nuestra verdad es muy real para nosotros, y es por eso que es tan importante en ese sentido que nuestro miedo sea «verdad».

Es tan importante, tan relevante, eso… que sólo nosotros podemos responsabilizarnos de transformar, purificar, soltar… toda esa «verdad personal», más o menos «herida», situada como heridas emocionales en el alma (o como emociones armónicas sí absorbidas para nuestro bien).

Tanto de las heridas emocionales, así como de expresar más emociones armónicas (más verdad y amor), podemos tener miedo. Y el motivo de tener esos miedos, aquí y ahora, será bien real para nosotros… aunque esté destinado a desaparecer.

Estamos llenos de expectativas falsas sobre lo que va a pasarnos si, por ejemplo, sentimos hasta el final alguna emoción. Apenas somos conscientes de esas expectativas, por cierto.

Y eso es lo que Jesús llama «miedos»: expectativas falsas que aparentan ser reales, que parecen atenerse a realidades. En ese sentido el «miedo no es real». Pero nuestra alma sí que es bien real… nuestra alma que está motivada, sin tener a nadie que nos apunte con una pistola para ello… que está muy motivada incluso, a veces, a tener miedo y a vivir en él, y normalmente durante años y años en los que por tanto vamos acumulando literalmente terror.

 

¿Qué haría el amor? Las relaciones | Carta de Jesús, 2005

En este audio (y texto)…

– Enlaces al audio: descarga // en ivoox // en spotify
– Enlace al texto: pdf    (versión 1.01, 15 julio 2023)

… vemos esta carta de Jesús, del 2005 (la leo y comentamos algunas cosas).

En la carta se trata de las relaciones de pareja, pero se pueden extender muchas cosas básicas a cualquier relación, y respecto a otros temas, claro está.

En la página-guía B.6, sobre las relaciones, hace tiempo puse una parte de la carta donde Jesús plantea esta idea de abrirse a hacerse y a sentir las preguntas concretas de qué haría el amor en la perspectiva de ambos miembros de la pareja.

Es una pregunta digamos «muy complementaria» con la pregunta ética más básica, esa que nos hace ponernos en los zapatos de los demás, digamos… así como es una pregunta que nos lleva a sentir las creencias emocionales erradas sobre el amor, lógicamente, que es donde normalmente vivimos y lo que normalizamos (el error emocional, la codependencia, la conmiseración con miembros de la familia, con amigos, con parejas, etc.).

 

Lógica en torno al aborto: ¿cultivar el deseo de arrepentimiento? | A raíz de las llamadas con mi (bio)madre. Sinceridad y lógica

[Última actualización: texto añadido – 19 julio 2023. ]

Índice
– Enlaces (texto y audio) y presentación
– Índice del texto
– Notas

Enlaces (texto y audio) y presentación

En este audio (que tiene una transcripción/ampliación, ya que el tema del arrepentimiento es muy relevante ─ver pdf enlazado abajo─)…

Enlaces al audio: descarga // en ivoox // en spotify
Enlace al texto:    pdf    (versión 1.01, 19 julio 2023)

… vemos varias cosas.

Al principio hablamos del arrepentimiento y un poco del perdón, ya que recientemente hice este audio breve sobre el arrepentimiento*.

Este otro, de hoy 14 de julio (2023) tiene mucho que ver, ya que principalmente tratamos sobre el aborto** ─aunque también, sobre todo al final, de otras cosas que podemos decir que son «más positivas»─.

Un tema principal hoy es el de la sinceridad:

Abrirse a examinar con sinceridad la lógica en torno al aborto.

Pongo el ejemplo de algunas frases e ideas que surgieron en recientes llamadas telefónicas con mi (bio)madre.
(Y por cierto, para las cosas «más positivas» del final, también empleo algún detalle de lo sucedido en dichas llamadas; son «anécdotas más bonitas», si lo podemos decir así.)

Volviendo a esa sinceridad… y al deseo que podamos tener de forma algo sincera: eso nos puede abrir a sentir.

Es decir, un deseo más o menos armónico con el amor (y «desear más verdad» sobre algún tema es en general armónico) nos abre a más «verdad emocional», a más de esa verdad que tenemos más o menos bloqueada en nosotros como «ánimo» (alma)… y que, de cierto modo, es lo que en el fondo anima, impulsa, o en gran parte motiva nuestras vidas (precisamente ponemos la fachada para evitar darnos cuenta de eso; pero paradójicamente, es con la fachada como conseguimos en realidad vivir en el yo herido ─con más o menos resistencia─, en vez de sentir esa parte de nosotros).

Ese deseo, cuando está en armonía con la verdad y el amor (con la verdad en torno al amor a sí mismo, por ejemplo), dará sus frutos en el discurrir de los eventos de la vida (eventos sobre los cuales apenas discurrimos ─o que apenas vemos y entendemos─ en tanto que serían «partes» de aquello que al final comento en el audio).

La vida la termino tratando al final del audio como un «discurso»: un discurso de eventos, en vez de con palabras; un discurso que le «echamos» a la vida, una charla que le estamos echando… con la que expresamos continuamente el estado de nuestra alma.

En ese «discurso» metafórico podemos ejercer más responsabilidad emocional con nuestro deseo, y con todo en general, para hacernos cargo de cultivar el deseo y armonizarlo cada vez más con el amor y la verdad… y para hacernos cargo ─de modo humilde «infantil»─ de que en el fondo, aunque no lo conceptuemos así, estamos en una especie de experimento «inocente» (es decir, al modo de los niños, a ser posible, tal como los niños más «puros» querrían experimentar la vida y saberlo todo ─más en plan inocente─)… un experimento «inocente», pues, de aprendizaje sobre el amor (amor a uno mismo, a los demás, al entorno)… y que, por cierto es a la vez también un experimento ─que ha de surgir espontáneamente (si nos arrepentimos de verdad)─ de reparación amorosa de los resultados de nuestros pecados (ayudar a Dios y sus leyes naturales en tal regeneración o reparación).

Y así, eso que surge ─por ejemplo lo que surge en un simple diálogo sincero─ lo necesitamos expresar, pero humildemente, y ello para:

– bien sea para simplemente soltarlo, dejarlo fluir, expresándolo humildemente
(si es «negativo», o sea, emociones erradas);

– o bien sea para lo mismo, para simplemente poder expresarlo y así poder asimilarlo
(si son cosas «positivas», es decir, emociones en armonía con el amor ─tal como entiende o siente Dios el amor, claro; y no necesariamente tal como sienten que el amor debe ser, o es, las diversas otras entidades que nos inventamos: «la familia», «la mamá/papá», «los abuelos», el Estado, la TV, el periódico, la religión, alguna tradición, alguna «(seudo)espiritualidad nueva era», etc.─).

En este camino, el arrepentimiento es algo que necesitamos desear para vivirlo, pues es más difícil de llevar a cabo que el perdón.

El perdón ─como nos comenta Jesús─ se puede hacer así como a regañadientes (las leyes naturales nos pueden ir llevando, digamos que «más fácilmente», a ir sintiendo todos esos dolores emocionales relativos a lo que nos hicieron). Pero el arrepentimiento no se puede hacer así, a regañadientes ─dice Jesús─ sino que hemos de desearlo si queremos vivirlo y sanar.

Recordemos:

El perdón es sentir ese tipo de daño que tenemos en el alma y que es el relativo a lo que nos han hecho (o dejado de hacer ─si era realmente amoroso lo que nos podrían haber hecho─) otras personas a nosotros, como almas.

El arrepentimiento es lo mismo, pero respecto a lo que le hemos hecho a otros y al entorno ─y a nuestra alma a la vez─ al hacer algo que está en desarmonía con el amor (o al dejar de hacer algo que está en armonía con el amor)… así como es relativo a sentir y hacernos cargo de aquella intención desamorosa que teníamos ─y que seguramente aún tendremos «oculta» si no queremos arrepentirnos─  y de las causas de tal intención (haya sido ejercida o no tal deseo o intención ─por ejemplo el de matar un no-nacido─).

También aludí a un texto breve con algunas definiciones de «fe«, pero sólo aludí brevemente a «la fe». Enlazo aquí*** ese texto, que es un mero «repaso», digamos.

Índice del texto

Introducción
Cuando los secretos “de los demás” no son tan “de los demás”
Diálogo, apertura, sinceridad, deseo, lógica…
Secretos, aborto y miedo a las leyes naturales y las consecuencias por ellas administradas
Excusas, autoengaño, la ética más básica, arrepentimiento
Condición del alma, transparencia, miedo a la verdad
La extraña e inconcebible —pero universal— necesidad de perdón a la madre
Lógica, sinceridad, verdad, frutos emocionales
Una “verdad” tipo “Nueva Era” sobre el aborto: arrogancia y egoísmo
Sobre el disfrute amargo y vengativo de la ley de compensación negativa
El aborto en dos lugares tradicionales (Biblia)
El “discurso” de la vida, y el “lado positivo”


Notas

* El audio 2 ─enlazado en la siguiente página─ es ese sobre el arrepentimiento del que hablo al principio de esta presentación: unplandivino.net/oracion-contextos/

** Sobre el aborto: unplandivino.net/aborto

*** Definiciones básicas de «fe»: unplandivino.net/fe-definiciones/

 

La fe: definiciones básicas

[A esta entrada básica sobre la fe, remite la página-guía principal de esta web, la A.1]

A partir de estas enseñanzas* que estamos viendo y con un poco de lógica, tenemos:

1. La «fe» está basada en hechos;

como en los científicos:

es algo que tiene que ver con un proceso; algo que de cierta manera «abre» o acompaña un proceso.

Uno no «espera» «cosas absurdas», sino cosas basadas en algo ya vivido de alguna manera, en algún grado, y ya comprobado en algún grado, o que se sospecha o se «intuye» que «podría ser así o asá»;

por cierto, en esto también vale la experiencia de otros, y cómo al conocer tal experiencia nosotros sintamos que son sinceros, etc.

Por ejemplo, el caso de que hayan visto un «espíritu» claramente

(hay millones de personas que así que lo recuerdan, y la hipótesis es que todos de pequeños habríamos visto «algo», simplemente por la razón de que ya seríamos también un cuerpo-espíritu; etc.)

2. La fe como «la sustancia de las cosas que se esperan»;

es decir, lo sustancial,
lo que hace que no sea insustancial esperar algo, y esperarlo uno de forma personal; y esperar algo muy concreto, esperar eso y no otra cosa, etc.

3. Sinónimamente a la anterior:

«la fe como certeza en cosas invisibles»;

igualmente, certeza «como la de los científicos»:

certeza más o menos «certera» a la larga; certeza en que podrán encontrar nuevas cosas y articulaciones lógicas en su discurso sobre la realidad, de modo que su discurso e ideas puedan portar y aportar más verdad, y ésta pueda ser transmitida y usada cada vez mejor (recordando que la verdad libera).

4. La fe como deseo efectivo y activo.

Esta última «definición», como se ve, complementaría muy bien lo anterior. También lo dice Jesús así: la fe genera deseo.

Por ejemplo, antes de tener deseo de arrepentirse o de perdonar, hemos de tener fe en lo que eso conllevará (como algo benéfico, como algo armónico con «lo que haría Dios», etc.).

_____

* enseñanzas de divinetruth.com, pero en las definiciones 2 y 3 están las inspiraciones muy célebres y antiguas, que podemos ver en Saulo de Tarso en diferentes traducciones, y que son fácilmente articulables con lo que estamos viendo (tal como hace el mismo Jesús, que articula algunos elementos clave de la tradición, aunque en general diríamos que pocos).