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Al hilo de los mensajes de Padgett -que hemos comentado y usado ya aquí un poco-, durante estos cien años que han pasado desde entonces, ha habido mucha gente que los ha seguido.
Algunas de estas personas parece que han desarrollado bien sus capacidades de conexión con los planos de desencarnados, y de vez en cuando han recibido mensajes de personalidades muy cercanas a Jesús, como por ejemplo de «Judas Iscariote» (Judas de Queriote) -e incluso hasta muy cerca de nuestras fechas-.
Espero hacer una pequeña serie que empezamos aquí. En ella se ve cómo los mensajes de Judas encajan muy bien tanto con lo contado por Alan John Miller/Jesús, como con lo que se da en los mensajes de Padgett.
De hecho, Miller, aparte de recomendar, lógicamente, los mensajes de Padgett… si recuerdo bien también comentó en algún encuentro que realmente Judas y otros habían hablado a través de varias de estas personas recientemente.
Esta serie trata de forma breve sobre la sucesión de planos y sobre la progresión del alma en ellos.
Los mensajes de Judas anteriores a este (que también espero poner aquí y comentar) son digamos que más anecdóticos en cuanto al tema que nos ocupa (los diversos planos y las transiciones). Tratan sobre su muerte, y en el audio de este mensaje los comentaré muy brevemente en la medida en que me acuerde. Judas se suicidó, como parece «bien sabido» o establecido.
Aquí empezamos directamente con la transición desde el primer estado, que en este caso es «infernal».
Es decir, en este caso es una transición desde la parte más baja del primer plano, o del plano llamado terrenal, que contiene a su vez muchos subplanos, de los cuales los más bajos se describen como «infernales» y el más elevado como «Tierra de verano» o «Summerland».
En general, en este primer plano parece que hay muchos espíritus aún enlazados o apegados a la Tierra, pero que en realidad tienen su «residencia» en este primer plano (de hecho en general habría ahora más desencarnados en la Tierra que personas vivas «físicas»).
Los que llegan al primer plano tienen que afrontar tarde o temprano la condición de relativa oscuridad en su alma.
La parte más baja del plano se describe como infernal, pero de ahí siempre hay escapatoria.
Nota: Un mensaje anterior, via Padgett, y muy relevante, es este (dado en este caso por Jesús).
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Judas: Salir de los infiernos
Recibido por H. | 6 de febrero de 2003
Cuenca, Ecuador.
Me gustaría continuar con mi mensaje de ayer.
“La clave de nuestro trabajo de rescate está en crear una condición de confianza. Por lo general, es una mala elección que un espíritu brillante se acerque a uno de esos espíritus sombríos, porque se encerrarán en sí mismos de inmediato, hasta el punto de negarse a escuchar lo que el espíritu de buena voluntad les diga. ¿Cómo debemos proceder entonces?».
Con estas palabras terminé mi mensaje. Entonces, ¿cómo debemos proceder?
Como ya habrás adivinado, el primer paso es que los espíritus que en la Tierra fueron amigos de esos pobres condenados en el infierno, se acerquen a ellos y traten de renovar esta amistad y confianza. Y bien, ya conoces un caso en el que sucedió exactamente eso: mi propio caso.
Siempre he tenido una excelente relación con Andrés. Él era, es, mayor que yo, y de alguna manera veía en él una figura paterna. Supo romper muy hábilmente mi resistencia inicial a su presencia, una resistencia debida, entre otras cosas, a que yo no quería que nadie que a mí me importara me viera en mi situación de desgracia y desesperación. Pero una vez que se rompió el hielo y comprendí que su intención era seria y llena de amor, nació dentro de mí esa chispa de esperanza. Y esto sucedió gracias a la confianza que tenía en él, de modo que pude activar mi deseo de avanzar.
Y bien, puedo ver lo que estás pensando: que todos los espíritus en situaciones desesperadas lógicamente tendrían un fuerte deseo de mejorar su situación. Pero esto no es tan fácil como crees. Tienes razón, este deseo sí existe en sus almas, un deseo pobre y débil en un alma demacrada. Pero incluso cuando los espíritus así confinados no reconocen conscientemente que fue su propia falta lo que los condujo a su situación, hay otro deseo que crece inconscientemente dentro de ellos: el ansia de autocastigarse. Este es un deseo mucho más fuerte que el que les permitiría comenzar a progresar. Es un círculo vicioso, y puedes estar seguro de que, en el caso de los espíritus de los infiernos más profundos, nunca podrían romper esta cadena de acero que los ata a sus frías chozas si no fuera por la ayuda de otros espíritus más desarrollados que son capaces de restaurar su autoestima y de transformar sus vacíos sentimientos de culpa en una verdadera penitencia. Pues lo que les ayudará a progresar no será su constante lamento por la “injusticia” que están sufriendo (en opinión de muchos de ellos) ni su autocompasión, sino reconocer su propia culpa, su disposición a asumir las consecuencias, y también, y más importante que cualquier otra cosa, su deseo de reconciliarse con Dios. Esto es lo que se denomina «penitencia»; esto es lo que se llama remordimiento; y esto es exactamente lo que el Padre quiere: que todos Sus hijos descarriados regresen a Él y celebren con Él en las mesas del paraíso.
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