Índice
─ Introducción
─ Notas al capítulo
─ Versión en español
─ Versión en inglés
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Introducción
Este texto es introducido en esta página (y es enlazado en ella):
Página-guía B.9:
unplandivino.net/transicion/
Está en el apartado de esa página dedicado a Robert J. Lees (buscar «Robert» en la página).
En esa página he actualizado la descripción, y algunas cosas pueden aclarar el comentario que hago en estos primeros audios ─ya que realmente Fred, el protagonista, sí estaba en el camino del amor divino, en relación con Dios─.
Para los audios: en esa misma página estarán enlazados y ordenados (el audio de este capítulo está allí enlazado, con un largo comentario al final).
Reuniré todos los capítulos de este primer libro de R. J. Lees (A través de las nieblas) cuando vaya terminando de hacer esta «primera» versión de la traducción de los textos (que hago con ayuda de deepl y google) ─»primera» versión en el sentido de «para mi web»─.
Notas al capítulo
─ Aquí, el protagonista, Fred, nos empieza a narrar muy brevemente su vida: al parecer su madre muere a poco de él nacer, etc.
─ Utiliza continuamente la ironía para hablarnos de la hipocresía de la que tuvo el coraje de alejarse en su vida, al menos en sus últimos años de vida física, antes del percance que nos relatará en seguida.
─ Ya desde su infancia nos dice que tomó cierta distancia con respecto a esas actitudes erróneas del mundo.
Versión en español
A través de las nieblas
AL LECTOR
Escuché, dentro de mi hogar espiritual, un lamento:
«Si tan sólo uno pudiera venir,
si pudiera contar la historia de su experiencia en ese otro lado,
si pudiera rasgar las nieblas,
si pudiera abrir los portales de par en par,
para que pudiéramos ver, comprender y saber…».
La agonía me perturbaba, pero mi corazón dijo: ¡Ve!
El amor me anima, pero la ignorancia se resiste
al poder por el que entrego este «A través de las nieblas».
EL AUTOR.
NOTA DEL RECEPTOR A LA PRIMERA EDICIÓN
(R. J. Lees – 1898)
No deseo añadir a la siguiente historia nada más que una breve explicación de su origen y de mi relación con ella.
Era Nochebuena, y yo estaba ocupado con algunos anuarios que había sobre mi mesa, cuando un extraño, sin invitación ni previo aviso, entró en mi habitación «mientras la puerta estaba cerrada». Su presencia no me perturbó, pues ya había recibido visitas de este tipo en otras ocasiones; así que le di la bienvenida y le pregunté el motivo de su visita.
Entonces me expuso el deseo que había acariciado durante mucho tiempo, y me preguntó si le ayudaría a consumarlo: Tan pronto como su mente comprendió el hecho de que había «traspasado la tumba», le poseyó el anhelo de encontrar algún medio de regresar a exponer cómo los hombres se equivocaban con su concepción acerca de la vida del más allá. Al principio, él temía no poder quebrar ese silencio de la tumba, pero con la experiencia llegó a conocer la omnipotencia del amor, mediante la cual se podría retirar la venda que sellaba los labios de la muerte, y cuya prueba le fue concedida en nuestra conversación. Él deseaba que yo escribiera lo que me dictara, para luego entregar su historia al mundo.
¿Cómo podía responderle que no? ¿Acaso no buscaba yo, como todo ser humano, el conocimiento que él podía dar? Por lo tanto, no dudé en tomar mi pluma.
Pronto descubrí que su recitado, aunque poco ortodoxo, arrojaba un torrente de luz sobre las enseñanzas bíblicas, despejando nubes de duda y reconciliando pasajes que antes yo no podía entender. Llegó a mí como un extraño, pero pronto aprendí a quererle, y esperaba su regreso con impaciencia cada mañana. Ahora, cuando por el momento ya ha cesado su registro, contemplo el asiento en el que tantas horas se sentaba, como si de alguna misteriosa manera estuviera a medio camino «a través de las nieblas».
Al enviar esto en obediencia a su deseo, permítanme adjuntar la oración que pronunció cuando me dejó por última vez: «Que Dios, Padre de las almas de todos los hombres, bendiga este esfuerzo de un corazón anhelante por retirar una parte del peso de la ignorancia de los hombros de sus hermanos en la carne; y que la luz de Su verdad sea lámpara para sus pasos cuando vengan «a través de las nieblas»». Y a esto yo añado: ¡Amén!
Robert James Lees
Mayo de 1898
PREFACIO A LA TERCERA IMPRESIÓN
La necesidad de una tercera impresión de este libro me brinda una grata oportunidad de expresar mi sentimiento de gratitud por haber sido elegido como el instrumento a través del cual este evangelio de esperanza y consuelo ha sido revelado al mundo. No hablo solo por mí, sino que el autor, que está presente conmigo mientras escribo, también desea agregar una confesión similar por sí mismo. Su esperanza y esfuerzo era alcanzar y consolar a unos pocos de los hijos e hijas heridos por el dolor, pero ya tenemos ante nosotros el testimonio del ministerio a una multitud, y ahora, en compañía de su continuación prometida –‘La vida elísea’– lo enviamos nuevamente para que continúe su misión sanadora en otras esferas.
En relación con esto, deseo responder a una pregunta que se repite a menudo, así como decir que mi nota a la edición original sobre cómo se originó el libro debe tomarse como un hecho literal. El volumen no es una novela, ni en ningún sentido un tour de force de la imaginación, sino ─por formidable que pueda parecer la afirmación─ en lo que a mí respecta, es el registro de experiencias que me dictó un visitante de ese «hogar del alma» al que todos nos apresuramos a dirigirnos.
Muchos otros, sin duda ansiosos de ser favorecidos por experiencias similares a las que yo he disfrutado durante tanto tiempo, han preguntado cómo se pueden lograr. Semejante pregunta no es fácil de responder. Sin embargo, después de una larga y devota consulta, mis amigos en el más allá, que entienden estas cosas mucho mejor que yo, llegaron a la conclusión de exponer el proceso de manera indicativa ante el mundo para el beneficio de quienes decidieran beneficiarse de él. Así se hizo, y puede leerse en el volumen titulado “El hereje” [texto autobiográfico escrito por el canal, Robert J. Lees], en el que, siguiendo el ejemplo de Charles Dickens en su “David Copperfield” (aunque el libro es una historia y en ningún sentido una biografía), se puede rastrear claramente la naturaleza de la conexión existente entre nosotros, con las sucesivas demandas hechas para probar mi lealtad y devoción, y luego la naturaleza de la recompensa con la que han más que recompensado mis humildes servicios.
Sin embargo, me resulta imposible prometer que otro que siga los mismos pasos se encontrará con experiencias idénticas. ‘Dios da a cada uno individualmente tal como Él quiere’. Como dice Pablo a los corintios: ‘Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de administraciones, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra todo en todos. Pero a cada hombre le es dada la manifestación del Espíritu para provecho propio’.
Es indudable que los dones espirituales iban a ser la herencia de los seguidores de Cristo. La historia de los santos de todas las épocas, y las «invasiones»* de la actualidad, dan testimonio de que no se pretendía que se los quitara, sino que se los prometía ‘a todos los que el Señor nuestro Dios llamase‘, porque ‘Dios no hace acepción de personas‘ y ‘todo lo que hace será para siempre‘. No puedo decir más. [* Con «invasiones» se referiría a «invasiones psiquicas», que no tiene necesariamente un sentido malo. En el prefacio del siguiente volumen volverá a aparecer este tema.]
ROBT. JAS. LEES.
ENGELBERG, ILFRACOMBE, 1 de noviembre de 1905.
Capítulo 1
Atravesando las nieblas
En mi vida terrenal me llamaban misántropo. Esta es una extraña confesión con la que romper mi silencio, pero estando ahora más allá de las consecuencias que tal franqueza podría acarrear, no tendría motivo ─aunque tenga la voluntad de ello─ para hablar ahora con más reservas. Si se exige alguna disculpa por la agradable tarea que he emprendido, que se encuentre en el incesante lamento al que me he referido en el prefacio de estas páginas. ¿Es cierta mi afirmación en ese sentido? Te pido que dirijas esa pregunta hacia tu interior. Pregúntale a tu propio corazón, y estaré satisfecho de recibir la respuesta, añadiendo simplemente que, tal como tú eres, así es toda la humanidad. Continuar leyendo «A través de las nieblas | Capítulo 1: Más allá de las nieblas»