¿Cómo realizamos la separación entre mente y corazón, en el contexto usual de "maltrato emocional"? Un ejemplo "infantil": una niña visita una residencia de ancianos

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Hemos dicho que vamos a utilizar el ejemplo de un niño, una niña, que va de visita una residencia de ancianos.
Pero, antes de nada, recordemos esto: no hay víctimas, pero que sí hay un trato «malo», y que por ejemplo el caso del maltrato físico es en realidad menos importante que el maltrato emocional, que está normalizado… y que en realidad podríamos decir que abarca al maltrato físico.
El «maltrato» en general fomenta cierto tipo de elecciones que quitan poder y que quitan de la vista posibilidades… frente a otras elecciones que fomentan la mayor apertura posible de uno mismo hacia sí mismo (hacia «dentro») y de uno mismo hacia el mundo (hacia «fuera»).
En el caso del maltrato físico, es muy sencillo sentirnos justificados (y más si somos pequeños) en fomentar pensamientos miedosos, de impotencia, y en general «interpretaciones miedosas» del mundo.
Por tanto, eso es «maltrato», es «hacer el mal», no porque sea «malo en sí» (pues en realidad la maldad no es verdaderamente lo real), sino porque con esas ideas y actitudes relacionadas con el «castigo» (que son unas ideas y unas actitudes que el maltrato físico de cierta forma intenta «imprimir» en las mentes de todos)… con esas ideas… fomentamos la impotencia, es decir, se fomenta por ejemplo que los niños se sientan justificados pensando que no pueden, que no valen, etc.
En general, el miedo gobierna en cualquier atmósfera de «maltrato», más o menos, y por ello, por si acaso… para defendernos… para que no nos caigan más golpes o más «incomprensión»… no nos permitimos expresarnos –no nos permitiremos expresar sensaciones, sentimientos, opiniones, etc., ya que no esperamos nada bueno si lo hacemos–.
Y la situación de «maltrato emocional» es lo normal en la infancia, donde, «como son pequeños» hay excusa para no preguntar a esos «pequeños» cómo se sienten, qué opinan, qué les gustaría hacer (aunque luego en realidad eso no se pueda hacer, pero al menos preguntar, «contar con»).
Con los niños a menudo hay «barra libre» para todo. Como son pequeños, todo da igual, y los adultos se han criado en esas mismas atmósferas en las que otros adultos tampoco «tenían tiempo para tonterías», así es que todo el mundo sigue sin poder hablar de lo evidente.
Entonces, pongamos que un niño, o digamos una niña, para variar, visita una residencia de ancianos.
Quizá siente tristeza.
Quizá esa tristeza es natural, mostrando una especie de duelo.
¿Duelo? Sí, duelo ante una muerte que ya es muy real, pues los ancianos que ya están retirados o apartados en residencias, ya no tienen en gran medida «relaciones personales»… y tampoco son víctimas más que de sí mismos… pues en general son ellos mismos quienes se han hecho eso a sí mismos. Continuar leyendo «¿Cómo realizamos la separación entre mente y corazón, en el contexto usual de "maltrato emocional"? Un ejemplo "infantil": una niña visita una residencia de ancianos»

El miedo al deseo mueve y alimenta la ilusión

espiga de carrizo
Espiga de carrizo. Licencia CC.by-sa.2.0

De esto va nuestra lección de abril, la 4ª, en La vía del corazón: deseo.
El «ego» es lo que protege el miedo en nuestra mente… a veces gritando…:
«¡no mires ahí!»…
Como si realmente pudiéramos ser dañados…
Así que el ego es en sí mismo todo ese tipo de mensajes que hemos aceptado… Es esa voz que surgió una vez en el jardín de la consciencia (como decía la lección 2…), y para que con ella nos identificáramos con nuestras creaciones… y por tanto hiciéramos que nuestro infinito valor dependiera de «las cosas perecederas».
Así que esas voces, esas interpretaciones… nos impiden ser naturales, y nos llevan por la normalidad inercial y más o menos perversa, del tipo que sea… la normalidad de un mundo de locos humanos que creen que algo, aparte del amor, puede ser real.
Y así, normalizados, todos más o menos vamos siguiendo los patrones, por los ríos de la vida… más o menos automáticamente.
Y, como sabemos, en el fondo casi da igual lo que hagamos… pues si hablamos de «patrones» solo nos referimos al modo en que hacemos lo que hacemos.
¿Lo hacemos «por necesidad», es decir, para reforzar la profunda creencia de que realmente hay algo «necesario», u «obligatorio»?
¿Ni siquiera queremos darnos cuenta de nuestros motivos?
Si ni queremos darnos cuenta de nuestras motivaciones, entonces seguramente estaremos reforzando la profunda creencia que dice cosas de este estilo:

  • «algo me puede venir de fuera»,
  • «algo me puede venir, obligar, desde fuera de mí, hacia dentro»…
  • así que «hago esto porque tengo que hacerlo»… etc.

¿Queremos abrirnos entonces a preguntarnos el «para qué» con todo, como decía Un curso de milagros?
¿Estamos siquiera dispuestos a preguntarnos honestamente qué es lo que queremos, y sentirlo sin miedo?
Como sabemos, la verdadera espiritualidad no va más que de esto, de recuperar cierta inocencia.
Se trata pues de una especie de camino de vuelta atrás, purificando el deseo de todo resentimiento… purificándolo de esa especie de venganza que parece que normalmente tiñe o motiva nuestras acciones… y que está ahí como escondida, dentro… compañera de la amargura… como motivo-base para fundamentar lo que hacemos o pensamos.
Y no olvidemos que esa venganza, resentimiento o amargura… a veces se esconde detrás de una cara bonita y sonriente. El curso de milagros la llamaba… «la cara de inocencia».
Y entonces, paradójicamente, y como también sabemos… en este movimiento «hacia atrás», todo se recrea… y nos hacemos nuevos… como dicen tan a menudo muchos cristianos.
Nuevos… para siempre nuevos, paradójicamente para siempre nuevos… y el universo que literalmente somos (y cada uno como una versión completa, pues recordemos que cuando «morimos» es ilusorio pensar que «queda» algo, que «dejamos algo atrás»)… el universo… decíamos… el universo se permite mostrarnos y manifestar lo que de cierto modo es nuevo (nuestro ser, que es un Todo en el Todo Eterno del Amor… y que siempre es nuevo… que se refleja de nuevo como tal).
Así que entonces, como sabéis, el «ego espiritual» parece que en gran medida se alimenta de proteger el miedo al deseo.
Claro, como todo «ego», el «ego espiritual» protege algún tipo de miedo, y en este caso parece que particularmente lo hace o lo hacemos con el miedo a algunos deseos.
Siempre ese era el movimiento o el tono del ego en general: hacer que algo sea muy especial, en el sentido egoico de «especial»…
Hacer por ejemplo del sexo algo muy especial… enfrentándose así a «los otros egos», los que, por la vía de las «perversiones» machaconas… hacen del sexo también  algo «muy especial», pero digamos que de forma opuesta a los egos espirituales que simplemente protegen el miedo al deseo.
Y todo es, como siempre, para diferenciarnos unos de otros al modo «separación»… y así poder crear más y más experiencia de separación… pues, como sabemos, somos creadores a partir de lo que pensamos, hacemos y decimos…, y mientras tanto y siempre… todos seguimos y seguiremos para siempre siendo la misma Mente, la misma Consciencia («Cristo», en nuestra tradición). Continuar leyendo «El miedo al deseo mueve y alimenta la ilusión»