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Este mensaje nos confronta mucho, en parte porque es muy simple, aunque no lo parezca.
El alma siempre es perfecta ya, natural-perfecta.
Pero eso no es lo mismo que ser «divina». Es nuestra elección activar o no el potencial de divinizar nuestra alma, es decir, de transformarla desde ser finita-natural-perfecta, a ser inmortal e infinita.
Desde que Amón y Amán (la primera pareja sobre la Tierra, contactable en el mundo espiritual, y que por ejemplo Miller y Mary han contactado)… desde que ellos rechazaron el amor divino, hubo un proceso de descenso o «caída» en la condición del alma de los humanos, de modo que se crearon estos planos o condiciones álmicas inferiores, o formas inferiores de «vivenciar el planeta», por así decirlo.
El humano degeneró en su expresión, ya que generación tras generación se tomaban decisiones más animalescas, digamos.
Y luego volvió a despegar.
Los científicos encuentran las pistas de esa época de gran degeneración, y concluyen definitivamente que eso es lo primero, pero no lo sería.
Seguramente hay mucha prueba escondida sobre humanos mejores y anteriores a eso. (Porque ya sabemos que casi todo aquí, en esta civilización tan «anti-Dios»… es una especie de «política» espiritual a mala leche 🙂 ).
La opción de volver a poder usar el libre albedrío para pedir y recibir amor divino se abrió solo cuando esto lo hizo Jesús, cuando era niño; y lo hizo casi inconscientemente, como programado en su alma… incitado en ella por múltiples factores del pre-diseño en cuanto a cómo y cuándo meter qué almas, qué esencias personales, a individualizarse, en los planetas.
Vivimos pues una especie de dispensación, de ventana abierta para esto, en nuestras almas, que tendrá caducidad, por lo que dicen varios otros mensajes que, en parte, ya hemos visto.
Y ese amor divino, al recibirlo en nuestra alma desde Dios, desde fuera de nuestra alma… permite que se exprese o actualice el potencial o destino de que el alma se haga infinita, se transforme, y pase de ser mera imagen perfecta del Creador (el alma), a ser de la misma sustancia… transformándose de mortal a inmortal -en el verdadero sentido de «inmortal»-.
Y por cierto, con las almas natural-perfectas, con lo poco que he leído por ahora no saben decir exactamente en qué consiste su mortalidad… al final de vete a saber tú qué «tiempos».
Mensaje de Lucas, via Padgett, 22 de julio de 1917.
Un mensaje anterior y también muy relevante es este (esta vez dado por Jesús).
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Lucas: Discurso sobre la evolución y la involución del hombre; los científicos solo conocen la evolución después de que el hombre tocara fondo en su degeneración o involución
Estoy aquí, Lucas, escritor del que se planteó como tercer evangelio.
Y bien, deseo escribir unas líneas sobre el tema del libro que estabas leyendo esta noche. Me refiero a: «La creación y caída del hombre».
El hombre que escribió el libro se está esforzando por reconciliar la doctrina bíblica de la creación y caída del hombre, con la doctrina de la evolución que tienen los científicos, y lo hace para mostrar que estas dos visiones del tema no son antagónicas y que, si se entienden adecuadamente, pueden ser utilizadas para apoyarse mutuamente. Pero en esto no ha tenido éxito, ni puede tenerlo, por la razón -que es suficiente, aunque no hubiera ninguna otra- de que el hombre no evolucionó a partir de las bestias o animales inferiores, sino que siempre fue eso, el hombre, la criatura de Dios, perfecto en su creación y plenamente natural.
No había nada de sobrenatural en él, y nunca poseyó una naturaleza de superhombre desde la que pudiera haber caído en el momento de su desobediencia. Nunca ha sido nada más ni menos que la creación perfecta de su Hacedor, aunque haya degenerado en sus cualidades y en el ejercicio de su voluntad.
La evolución, o la doctrina de la evolución, tiene sus limitaciones, y su fundador, o quienes lo siguen -total o parcialmente- no son capaces de volver atrás lo suficiente como para contrastar esta doctrina con lo que tuvo lugar en el momento de la caída del hombre; y, por lo tanto, cuando intentan llegar más allá de la etapa en la que el hombre parecía un ser muy degenerado -pareciendo, así, producto de progenitores animales- se meten en el campo de la especulación y deja de haber conocimiento.
El hombre no fue creado con ninguna de las cualidades divinas, tal como el escritor parece pensar, sino que fue hecho como el hombre meramente natural que ahora ves y sin la corrupción de las cualidades de su alma -sin esa corrupción que puede ser eliminada al sacar del alma todas esas cosas que hacen que se haya apartado de la condición que tuvo en su creación-.
Es decir, cuando fue creado estaba en perfecta armonía con la voluntad de Dios y con Sus leyes, y cuando sea restaurado a esa armonía de unidad con dichas leyes, entonces, se encontrará en lo que ya era suyo antes de la caída.
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