[Revisado y precisado el día 20 de julio, 2023; también pequeños añadidos posteriores (apartado «textos relacionados»]
Índice
– Introducción
– Humildad y valer
– Enfermedades, accidentes…
– Textos y audios relacionados
– Índice del vídeo
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[En este vídeo leo y comento un poco más el texto de esta página.
Este texto se basa, obviamente, en las enseñanzas de Miller y Mary, Jesús y María Magdalena, en su forma física, en esta especie de «segunda venida» tras sus dos mil años de vida continua..]
Introducción
Decimos que las leyes son AMOROSAS.
Las leyes que «estructuran» la realidad están hechas por un creador amoroso (e infinito, por cierto).
O sea, los hechos, las cosas que ocurren… «lo que nos pasa»… es amoroso en ese sentido «indirecto», que podemos ver, como poco, como «amor indirecto».
¿Por qué?
Las intenciones que hay detrás de muchos actos no son amorosas. Esas intenciones a menudo se basan en errores bloqueados en el alma. Pero la estructura que permite que eso exista es amorosa, pues toda ella está funcionando para corregir el error y que podamos «aprender sobre el amor».
Si estamos en las dimensiones donde el error existe, la estructura de leyes funciona para corregir el error, además de para proporcionar verdad en general (con la alegría concomitante a esa verdad).
Pero, si estamos en los muchísimas más dimensiones de «unidad con Dios», ahí… ya no hay nada que corregir; es decir, la verdad ya no depende del problema ─anecdótico aunque doloroso─ que vivimos en esta tierra.
El principio que subyace a la verdad de los hechos que nos pasan es amor.
Las leyes de Dios («naturales»…) quieren que seamos reales… sin importar lo que pensemos que es placer o no lo es, sin importar que lo tengamos todo al revés.
Si nos sacrificamos, si sacrificamos nuestro yo real… las leyes van «contra» eso.
Los hechos, las leyes, la verdad… nos quieren reales.
Y por eso los sucesos de alguna manera «general» son realmente un regalo.
Humildad y valer
Entonces…
Esas leyes nos quieren hacer HUMILDES, para poder ser el yo real, que es lo más «grande», el alma (¡qué paradoja divina!). Continuar leyendo «Humildad y valía»